Luis del Sol, capitán del Real Betis, abraza a su homólogo sevillista, Juan Arza, antes de iniciarse el partido de septiembre de 1958 en el Sánchez Pizjuán.

HISTORIA | Primer septiembre sin Del Sol

La dolorosa pérdida del gran mito trae el recuerdo de su extraordinaria trayectoria en el Real Betis y, muy particularmente, de lo ocurrido al inicio de la temporada 1958-59

Por Manolo Rodríguez

El domingo 20 de junio de 2021 fue una jornada de devastación para la memoria y el sentimiento de los béticos. El día en que murió Luis del Sol. La hora del duelo por ese mito inabarcable al que admiraron las generaciones y fue santo y seña de padres, hijos, abuelos y nietos.

Ondearon las banderas de Heliópolis a media asta y el dolor le abrió paso a los recuerdos y a las evocaciones. A la vidriosa mirada que abrazaba ese nombre superlativo. Adiós para siempre al símbolo de la regeneración del club en la segunda mitad de la década de los 50. Al ídolo que generaba pasiones y traía victorias. A la leyenda que devolvió al Real Betis al primer mundo. Aquel para el que amanecían los fines de semana. En suma, el orgullo más íntimo de todos los que habían sobrevivido a "la calle de la Amargura", según definió el escritor y académico Santiago Montoto de Sedas los tortuosos años de la Tercera.

A Luis del Sol los aficionados béticos siempre lo echarán de menos. En los libros de historia quedará por los siglos su debut en Badajoz en octubre de 1954, con el 11 a la espalda y sólo 19 años. Y sus dos primeros goles en Tetuán una semana más tarde, y el larguero roto en la goleada al Extremadura, y los desbordes imposibles, y las ansias de victoria, y esos siete pulmones capaces de reunir tanta calidad y tanta casta.

Pero, sobre todo, lo echaremos de menos en septiembre. Muy particularmente por lo ocurrido en aquel impagable septiembre de 1958, cuando el Real Betis Balompié acababa de ascender a Primera División y la vida era ya de otra manera para todos los que habían sido capaces de resistir los embates del infortunio.

Crece Heliópolis

Aquel verano estuvo presidido por la felicidad, la ilusión y los sueños. Y por la primera obra magna que se realizaba en el viejo campo de Heliópolis. El presidente Villamarín emprendió esos días la tarea de aumentar el aforado del viejo Stadium de la Exposición y construyó una nueva Tribuna de Gol Sur que se vio complementada con otras distintas ampliaciones en todas las zonas del campo. Esto permitió que el estadio aumentara su capacidad hasta los 40.000 espectadores, según informaban los medios de la época.

Junto a esto, se reformaron los vestuarios, se instalaron dos cabinas de radio que facilitaran la independencia de los profesionales y les evitaran las molestias de actuar en la banda, y se abrieron tres nuevos bares en las esquinas del campo.

Un esfuerzo modernizador y ambicioso que era el mejor síntoma del nuevo tiempo que vivía el club. Como dejó dicho el diario "Sevilla": "A fuerza de triunfos, al Betis se le ha ido quedando chico el campo". Todas estas mejoras, más los nuevos fichajes que ya estaban llegando, hicieron pensar que la vuelta a Primera sería un acontecimiento digno

de vivirse. Pero mucho más cuando el lunes 21 de julio de 1958 se sorteó el calendario de la Liga y este determinó que el segundo partido del campeonato lo jugaría el Real Betis en el estadio Ramón Sánchez Pizjuán, en el nuevo campo que estaba construyendo el eterno rival en el barrio de Nervión.

La certeza de un derbi tan inmediato dinamizó el debate ciudadano. Resultaba muy goloso pensar que fuera precisamente el Betis quien acudiera antes que nadie al coliseo que levantaba su gran rival. Los comentarios no faltaron aquellos días y, para que las cosas no pasaran a mayores, el Sevilla organizó un partido contra el Jaén a fin de que la inauguración no llevara el nombre del Real Betis en los carteles. Aunque lo que no se podía obviar de ninguna de las maneras era que el equipo verdiblanco sería el primer visitante en competición oficial.

En cuanto a los fichajes, Villamarín se estiró para darle al equipo lo que necesitaba. Y así lo dijo: "Traeremos a quien haga falta, gente que juegue, que dé el pecho, lo mismo da que sean extranjeros o nacionales".

Desde hacía meses estaba contratado el húngaro Janos Kuszmann y a este le siguieron Azpeitia, Oliet, Otero y, ya en septiembre, Eusebio Ríos y el brasileño Wilson Moreira. La única posición que seguía provocando incertidumbre era la del medio creador y en esa zona hizo el entrenador Barrios diversas probaturas sin que le convenciera ninguna. Hasta que, por fin, en noviembre de ese año, se puso a tiro Andrés Bosch, otro nombre que marcaría una época.

El equipo inició ese verano los entrenamientos el 11 de agosto y dos semanas después ganó por 1-3 el primer amistoso en Huelva. Del Sol estuvo enorme. De ahí marcharon a tierras gallegas, donde disputaron en Ferrol el Trofeo Concepción Arenal. Otro éxito. Los verdiblancos derrotan al Oviedo por 2-0 en la final y Luis del Sol, como capitán, recoge la magnífica copa de plata de ley, con incrustaciones de oro, que le entrega el alcalde ferrolano Francisco Dopico. Un trofeo que, en la actualidad, sigue custodiándose con orgullo en las vitrinas de Heliópolis.

Los béticos son felices al conocer las noticias que llegan desde mil kilómetros de distancia. También Villamarín, que le anticipa a su estado mayor que está dispuesto a tirar la casa por la ventana cuando vayan a Nervión. Está eufórico, según comentan los que lo tratan aquellos días. Cree que el Betis ha armado un gran equipo para la temporada del retorno y, sobre todo, tiene confianza ciega en Luis del Sol, la figura máxima de aquel Betis del 58. La joya de la corona.

La hepatitis

Pero apenas 48 horas después de la victoria en Ferrol, las cosas dan un vuelco imprevisto. Ese martes 2 de septiembre el médico del club, el doctor Del Barco Calzadilla, entra en el despacho de Villamarín y suelta una bomba inesperada: Del Sol está enfermo. Informa al presidente que el jugador ha vuelto de Galicia con síntomas de ictericia y que se está trabajando para conocer las causas. Cunde la preocupación y se aguarda el resultado definitivo de los exámenes. Por fin, se sabe que Luis del Sol ha contraído una hepatitis A viral benigna.

Villamarín se alarma y le pide a los médicos y a sus colaboradores más cercanos que la noticia se mantenga en silencio, que no se intranquilice a los béticos. Estos le hacen saber

que el periodo de incubación de la enfermedad va de 2 a 6 semanas y que, a la vista de las pruebas realizadas, quizá se pueda curar en menos de 15 días si se sigue el tratamiento adecuado.

Así ocurre y la ausencia del futbolista en los entrenamientos se achaca a problemas musculares. Mientras que reposa en su domicilio, el Betis juega un par de amistosos en Jerez y Málaga y el viernes 12 de septiembre la plantilla realiza la última sesión preparatoria antes de recibir al Granada en el debut liguero. Esa mañana ya se ve a Del Sol en Heliópolis. El entrenador Barrios, con quien ha hablado Villamarín, no lo fuerza en absoluto, aunque lo concentra en Oromana con el resto de los expedicionarios béticos. Desde ese momento, los periódicos comienzan a preguntarse si llegará para jugar.

Y claro que llega. Y juega mejor que nadie. Como lo que es, una fuerza desatada de la naturaleza. Gana el Betis por 2-1 y el diario "Sevilla" deja escrito en titulares que: "Del Sol, con su gran juego en el primer tiempo, encauzó el partido y Kuszmann lo resolvió con dos goles magníficos".

Desde que se va ese domingo del regreso a Primera División, todos los comentarios giran en torno al duelo de la eterna rivalidad que se jugará una semana más tarde en Nervión. Se publican encuestas entre aficionados con solera y el diario ABC pone el acento en la importancia social del encuentro. Y dice: "El público, la afición y la ciudad en pleno ya vibra pendiente de un "match" añorado hace bastantes años: quiera Dios que con él llegue un espaldarazo más, no sólo a la expectación, sino también a la mayoría de edad deportiva de la capital andaluza, ahora tan floreciente".

Van descontándose las horas hacia el gran duelo, pero Benito Villamarín no deja de sorprender. Y el jueves 18 de septiembre llega otra noticia de impacto: el Betis anuncia el fichaje del delantero brasileño Wilson Moreira, un talento de 23 años que procede del Vasco de Gama y que, según refieren los medios, ha jugado junto a Vavá, Garrincha y Didí, tres campeones del mundo.

Al día siguiente se concentran los equipos. 48 horas de quietud y silencio. El Sevilla se refugia en Oromana y el Betis, como visitante, ha de buscar un destino alternativo. El hermetismo es absoluto en torno al paradero de los jugadores de Antonio Barrios. En algún periódico se dice que los verdiblancos se han recluido en Aracena, pero la versión más precisa la ofrece el diario Marca el sábado 20 cuando publica que: "Sobre las 10, en tres vehículos ligeros, fueron trasladados los 15 muchachos al lugar secreto. Lugar que no es, ni más ni menos, que una finca de campo, propiedad del presidente, señor Villamarín, enclavada en los términos municipales de Lora del Río y Carmona".

El primer gol

El domingo amanece soleado y a la hora del partido los termómetros marcan 36 grados de temperatura, la máxima del día. El duelo arranca a las cinco y media de la tarde y el lleno es absoluto. Mucho calor y cuarenta mil espectadores en las tribunas. Entre ellos, el presidente del Real Betis, Benito Villamarín, que ha renunciado a acudir al palco y toma asiento en la tribuna de preferencia junto a la familia Picchi y algunos de sus hombres de confianza.

El Betis sale al campo con camisolín verdiblanco (será la última vez que lo luzca, puesto que a la semana siguiente ya vestirá la camiseta elástica) y lo acompaña con calzonas

negras y medias verdes. Luis del Sol oficial como capitán y el abrazo con su homólogo sevillista, Juan Arza, es portada al día siguiente en diversos medios. Una foto icónica que, como se publica en "La Hoja del Lunes", simboliza "la unión de todos los aficionados sevillanos en torno a los dos equipos que representan la potencia del balompié hispalense".

Dirige el partido el colegiado navarro Daniel Zariquiegui (merecedor de cálidos elogios por parte de toda la prensa local y nacional) y las alineaciones son las siguientes:

Sevilla FC: Cardoso (Guerrica); Santín, Campanal, Maraver; Ruiz Sosa, Pepín; Antoniet, Diéguez, Gómez, Arza y Szalay.

Real Betis: Otero; Isidro, Rios, Portu; Paqui, Valderas; Castaño, Azpeitia, Kuszmann, Areta y Del Sol.

Saca de centro el Betis y apenas a los 2 minutos de partido llega la culminación del septiembre de Luis del Sol. El capitán verdiblanco avanza con la pelota por el centro del terreno y antes de llegar al borde del área suelta un latigazo con la derecha que hace imposible la estirada del portero sevillista.

Un gol cargado de historia y de valor estadístico: el primero que subía al marcador del nuevo campo del eterno rival en un partido de competición oficial. Ese del que oyeron hablar durante muchos años los béticos más jóvenes, pero que no pudieron ver hasta 2018, cuando la entidad rescató una filmación del encuentro en la que aún se trasladaba la emoción de ese momento extraordinario.

Después, el partido tuvo distintas alternativas. Los locales le dieron la vuelta al tanteo antes del descanso, pero en la segunda parte el Real Betis culminó la estocada con tres goles más, anotados por Kuszmann (dos) y Areta. Al final, un 2-4 que ha sobrevivido a todos los huracanes y que desde entonces ha sido conocido en el imaginario bético como el pizjuanazo, por analogía con aquel maracanazo de los uruguayos en Brasil en el Mundial de 1950.

La prima

Tras el éxito, Villamarín le promete a cada futbolista 25.000 pesetas de prima por la victoria (la mayor que se había pagado nunca en el fútbol español) y 1.000 más por cada gol de ventaja. Eusebio Ríos, recién llegado, no lo puede creer. "Pero si ese dinero no lo he ganado yo en todo el año pasado en el Indauchu", le dice a Portu. A lo que este le responde: "Si Don Benito lo ha ofrecido, lo paga. No hay nadie más formal que el presidente".

Portu, por cierto, íntimo amigo de Luis del Sol, fue el único de todos los que jugaron aquella tarde que pudo contar que había viajado con el Betis desde Tercera hasta Primera. El superviviente por antonomasia. Y también, desgraciadamente, quien pagó con dolor aquella victoria, ya que sufrió una herida con desgarro en el tobillo derecho que lo mantendría cuatro semanas alejado de la titularidad.

En los años venideros hubo muchos más septiembres en la vida de Luis del Sol. Lejos del Betis a partir de 1960, cuando trasladó su reinado a Madrid, Turín y Roma, pero también el mes, esta vez de 1972, que le dio la satisfacción de volver a vestir la camiseta verdiblanca.

Incluso en septiembre de 1986 reeditó un nuevo triunfo de prestigio en el campo del eterno rival, esta vez como entrenador, dirigiendo desde el banquillo a futbolistas tan mitológicos como Faruk Hadzibegic, Gabriel Calderón o Hipólito Rincón.

Y es por eso, que los béticos siempre lo echarán de menos. Los que lo vieron a mediados de los 50, los que saludaron con emoción su vuelta en los años 70 y los que crecieron oyendo hablar de sus proezas. Padres, hijos, abuelos y nietos. El tributo natural al mejor futbolista que se puso la camiseta del Betis desde que el Betis existe.