El equipo del Betis Balompié posa en el estadio de Atocha antes de iniciarse el partido de vuelta contra la Sociedad de Fútbol de San Sebastián. (Foto: Manquepierda)

Real Betis, solo en la ida

Los verdiblancos disputaron en 1931 contra la Real Sociedad una eliminatoria de Copa cuyo primer partido se jugó el mismo domingo que unas elecciones municipales trajeron a España la II República

Por Manolo Rodríguez

 

El domingo 12 de abril de 1931 comenzó a disputarse la competición de Copa de aquel año. La llamada Copa del Rey Alfonso XIII. Al Real Betis, entonces en Segunda, le correspondió como primer rival en la ronda de dieciseisavos la Real Sociedad de San Sebastián, uno de los equipos grandes del momento, tanto es así que los donostiarras habían sido terceros en la Liga de Primera recién finalizada con los mismos puntos que el campeón (Athletic de Bilbao) y que el subcampeón (Racing de Santander), en un apasionante torneo resuelto al final con un triple empate.

El Betis, por su parte, había ido de más a menos en el campeonato. Arrancó como un tiro, encadenó hasta seis victorias consecutivas, se colocó como líder destacado, pero acabó cayéndose en la segunda vuelta. A falta de un partido aplazado era quinto en la tabla. Lo entrenaba Emilio Sampere, debutante esa temporada, y a efectos formales estaba sin presidente desde el 18 de diciembre de 1930.

En esa fecha había dimitido de su cargo Camilo Romero, industrial textil, quien pretextó razones personales para su marcha. Pero de fondo, latía una delicada situación económica. Un mal momento que intentó reconducir Ignacio Sánchez Mejías, el auténtico hombre fuerte del club y presidente de honor, quien nunca había dejado de dirigir los pasos de la entidad.

Para cubrir el vacío de poder se hizo cargo del club Adolfo Cuéllar Rodríguez, vicepresidente en funciones de presidente, y hombre de la máxima confianza de Sánchez Mejías. Abogado de prestigio y catedrático, figura muy principal en la Sevilla de la época y navegante bético por todos los mares, cuya influencia llegaría hasta los tiempos de Villamarín.

Ese era el paisaje deportivo cuando amaneció aquel festivo de abril en que la Real Sociedad de San Sebastián jugaría en el campo del Patronato. Pero la vida era mucho más compleja. La ciudad de Sevilla y España en su conjunto estaban sumidos en aquel tiempo en un delicado momento político y social, en  el que la Monarquía de Alfonso XIII atravesaba sus peores días acosada por el auge republicano, la proliferación de comités revolucionarios y la falta de apoyo en sectores que en otro tiempo le habían sido fieles.

En medio de ese clima, se convocaron elecciones municipales para el domingo 12 de abril de 1931, apenas una semana después de Semana Santa. Una Semana Santa monárquica en la que, según los anales, todas las cofradías pudieron realizar con normalidad su estación de penitencia a la Catedral, salvo dos: el Santo Entierro, prácticamente sin vida interna hasta el punto de que la cofradía estaba en manos del Ayuntamiento, y los Negritos, con las reglas suspendidas desde 1930 tras un enfrentamiento con el cardenal Ilundain.

Elecciones y fútbol

Todo el mundo era consciente de que aquellos comicios iban mucho más allá de los Ayuntamientos. Se los consideró como un plebiscito sobre la Monarquía y ello explicaba la tensión con que se vivieron las vísperas. La Universidad había cerrado sus aulas por temor a incidentes, y las huelgas afectaban a empresas de todos los sectores. El día anterior hubo enfrentamientos en Triana y las fuerzas del orden no daban abasto a requisar armas de fuego y mantener el orden. Como publicó el semanario Crítica: “Este es un recuento de votos contra la Monarquía y cuanto ella representa y defiende”.

La mañana del domingo se votó con relativa normalidad, salvo un único incidente grave, ocurrido en la Plaza de Argüelles (hoy Plaza de Cristo de Burgos), en el que resultó herido un estudiante. Bullía la ciudad, pero los béticos, por la tarde, se fueron al fútbol.

A las tres de la tarde empezó a rodar el balón en el Patronato. Real Betis-Real Sociedad, un partidazo, que, al terminar, se convierte en histórico, ya que contra todo pronóstico el Betis le pega una paliza inaudita al casi campeón de Liga. Le gana por 5-1 “con rapidez y juego rápido que supera los balones altos y exceso de pases puesto en práctica por los donostiarras”, según refieren las crónicas.

Arbitra el catalán Jesús Arribas y los equipos forman con las siguientes alineaciones:

Real Betis: Jesús; Tondo, Jesusín; Martín, Soladrero, Peral; Altuna, Adolfo II, Romero, Aranda y Sanz.

Real Sociedad: Elzo; Ilundain, Arana; Amadeo, Ayestarán, Marculeta; Mariscal, Custodio Bienzobas, Cholín, Paco Bienzobas y Garmendia.

Tres de los tantos llegan en la primera parte, materializados por Altuna, Romero y Aranda. En la continuación hace dos goles Sanz y acorta distancias Paco Bienzobas.

Refiere el diario ABC que el Betis satisfizo plenamente a la afición y que el público aclamó a los jugadores al final del encuentro.

Después, la gente se concentró en las calles para conocer el resultado de las elecciones. Y lo que se iba conociendo parecía terminante: en 41 de las 50 capitales de provincia se habían impuesto las candidaturas republicano-socialistas. El triunfo de las izquierdas era evidente.

En Sevilla, sin lugar a dudas. La coalición republicano-socialista obtiene 15.014 votos; los partidos monárquicos, 6.329; los liberales, 2.749 y el Partido Comunista, 865. De 50 concejales la candidatura ganadora consigue 32; 16 la concentración monárquica y 2, los liberales.

De inmediato, se organizan manifestaciones en Triana y el socialista Hermenegildo Casas se convierte en el alcalde que proclama la República. Al día siguiente, lunes 13, el Rey Alfonso XIII toma la decisión de resignar el poder y alejarse del territorio español. Esa misma mañana, cuando el presidente del Gobierno, el almirante Aznar-Cabañas, llega al Palacio de Oriente le declara a los periodistas: “¿Que si habrá crisis? ¿Qué más crisis desean ustedes que la de un país que se acuesta monárquico y se despierta republicano?”

El 14 de abril se hace oficial la renuncia del Rey, al tiempo que el presidente del Comité Revolucionario, Alcalá-Zamora, proclama el nacimiento de la II República.

 

La Sevilla republicana

En Sevilla, según reciente artículo de José María Rondón y Francisco Javier Recio en el diario El Mundo Andalucía, “una manifestación republicana recorre las calles del centro a las cinco de la tarde. Se iza la bandera tricolor en el Ayuntamiento y un muchacho se sube a la estatua de San Fernando para colocársela en las manos. Algunos exaltados asaltan el Ayuntamiento y destrozan un cuadro del rey Alfonso XIII. Unas horas después, las autoridades monárquicas cedieron el poder a las fuerzas republicanas. Esa noche, Sevilla se fue a la cama en un nuevo régimen”.

A las nueve de la noche, el Rey Alfonso XIII parte en coche desde el Palacio Oriente a la ciudad de Cartagena en un convoy de cinco vehículos. A las cinco y cuarto de la madrugada el monarca embarca rumbo a Cádiz para recoger al infante don Juan antes de viajar a Londres.

En los días siguientes, la ciudad de Sevilla registra disturbios muy graves, que acaban en tiroteos con muertos y numerosos heridos. El anticlericalismo se hace igualmente presente con los primeros ataques contra los templos de Sevilla, especialmente graves en la capilla de San José, que acabó incendiada.

Y por supuesto, desaparecen los símbolos monárquicos. Se sustituyen todas las banderas rojigualdas por la nueva enseña tricolor y se suprime el término Real de todas las instituciones. También el Betis lo pierde. El nombre y la corona. Con tales ausencias juega su primer partido en la época republicana el 26 de abril en Gijón. Partido de Liga que se aplazó en su momento y que viene a coincidir con la celebración en Sevilla de la Feria, que por mor de los acontecimientos ha debido retrasar su inicio en unos días. Feria que transcurre con normalidad, aunque con un menor número de casetas de tipo familiar.

Al domingo siguiente, 3 de Mayo de 1931, los verdiblancos viajan a Guipúzcoa para jugar el partido de vuelta de los dieciseisavos de Copa. Una Copa que, a esas alturas, ya no se llama del Rey Alfonso XIII, sino que pasa a ser denominada como Copa del Presidente de la República.

Y ocurre, además, que el encuentro enfrenta a dos escuadras que no se llaman como en la ida. El Real Betis ha pasado a ser el Betis a secas y la Real Sociedad es ahora la Sociedad de Fútbol de San Sebastián, que a partir de junio será conocida como el Donostia FC.

La dirección arbitral corre a cargo del catalán Agustín Vilalta y las alineaciones son las  siguientes:

Sociedad de Fútbol: Elzo; Ilundain, Arana; Amadeo, Ayestarán, Marculeta; Mariscal, Custodio Bienzobas, Cholín, Paco Bienzobas y Garmendia.

Betis Balompié: Jesús; Tondo, Jesusín; Adolfo I, Soladrero, Peral; Altuna, Adolfo II, Romero, Aranda y Sanz.

El Betis lleva cuatro goles de ventaja, pero sufre. Sufre mucho. Es natural. Los locales son entonces una potencia y en Atocha se convierten en un martillo pilón. Abren el marcador en el minuto 1 y en el 25 ya ganan 2-0. Menos mal que Sanz acorta distancias en un rápido contraataque. Pero en el 42 vuelven a marcar los donostiarras. 3-1 al descanso.

La segunda parte no empieza mejor. A los 48 minutos sube al marcador el 4-1 (los cuatro goles blanquiazules anotados por Paco Bienzobas) y el Betis se ve obligado a parapetarse para soportar el temporal. Hace frío y sopla el viento. Se juega casi todo el tiempo en el área bética, donde el portero Jesús ha de emplearse a fondo. Está inmenso, impresionante, según quienes lo vieron. Con él destacan los backs (expresión muy de la época) Tondo y Jesusín.

Apretando los dientes, el Betis sobrevive y pasa ronda, algo que deja perplejos a los opinadores oficiales. Nadie contaba con eso. Y menos aún con que esa resistencia en Atocha se acabe convirtiendo en el primer capítulo de una aventura extraordinaria que llevará a aquel Betis republicano hasta la mismísima final de Copa. Una final que acabará sembrando la simiente del ascenso a Primera División, que llegará un año después.

Pero esa ya es otra historia.