Kuszmann pisa por primera vez el estadio de Heliópolis y posa flanqueado por los artífices de su fichaje: José Benítez y el ex futbolista húngaro György Nemes.

Janos Kuszmann, el primer extranjero en la historia del Real Betis

Historias del Betis

El jugador húngaro, con apenas 19 años, llegó al Betis en abril de 1958 tras negarse a regresar a su país después de la invasión rusa de Budapest

Kuszmann hizo un par de tantos el día de su debut en Heliópolis y a la semana siguiente marcó dos de los cuatro goles con los que el Betis ganó en el estreno del Sánchez Pizjuán

En septiembre de 1958 Benito Villamarín fichó al brasileño Wilson Moreira, delantero del Vasco de Gama, figura importante en su país, que se convirtió en el segundo extranjero en la historia del club.

Kuszmann estuvo en el Betis seis temporadas, disputó más de cien partidos oficiales, marcó por encima de la veintena de goles y terminó jugando como defensa central y medio de cierre

El húngaro dejó el Betis en 1964 para marchar al Espanyol de Barcelona y cerró su carrera en Turquía defendiendo la camiseta del Besiktas de Estambul

 

Por Manolo Rodríguez 

El verano de 1958 fue muy especial para el Betis. Sobre todo, porque la entidad había vuelto a la Primera División después de 15 años de ausencia. La mayor alegría para toda una generación de béticos. Pero junto a eso, Benito Villamarín había puesto en marcha la ampliación del estadio y anunciaba importantes fichajes para consolidar la presencia verdiblanca entre los grandes. El presidente tenía ambiciones y proclamaba solemnemente en la prensa que “traeremos a quien haga falta, gente que juegue, que dé el pecho, lo mismo da que sean extranjeros o nacionales”.

Y de hecho, a esas alturas, ya había fichado al primer extranjero. Algo ocurrido en el mes de abril de 1958. Antes incluso de que se consumara el ascenso. Se trataba de un jugador húngaro de apenas 19 años. Un tipo espigado y atlético, que medía por encima del 1,80, y cuyo apellido escribían los periódicos entonces como Kuczman. El primer jugador foráneo en la historia verdiblanca.

Su nombre completo era Janos Kuszmann Erwin y le había cambiado el destino la invasión rusa de su Budapest natal. Como le ocurriera a otros muchos compatriotas, entre ellos Puskas, Czibor, Csoka o Kocsis. La revuelta del pueblo húngaro en 1956 había sido aplastada a sangre y fuego por los tanques soviéticos y eso condenaba a su población a vivir sin remedio bajo la dictadura comunista. 

A Kuszmann le sorprendió la revuelta en Inglaterra. Jugando con la selección juvenil. Disputó más tarde algunos partidos en Austria y al llegar a Viena renunció a  volver a su país. Decidió quedarse en el mundo occidental, ignorando las órdenes de la Federación de húngara para que regresara.

Por ello, estuvo suspendido un año y en septiembre de 1957 se enroló en Sport Klub de Viena. Se había formado en el Voros Lobogo (actual MTK de Budapest) y jugaba indistintamente de delantero centro e interior. Tenía fama de goleador.

A Benito Villamarín y a los técnicos del Real Betis quien primero les habla de Kuszmann es el ex futbolista húngaro György Nemes, convertido en aquellos años en cazatalentos de la enorme diáspora de jugadores magiares. El presidente del Betis le da carta libre para que gestione el fichaje y pone al frente de las operaciones a José Benítez, uno de sus hombres de confianza en materia futbolística. Negocian en Viena y alcanzan  pronto a un acuerdo.

Kuszmann llega a Sevilla el 12 de abril de 1958 y cuatro días más tarde ficha por el Betis. El primer partido con galones lo juega el domingo 8 de junio: amistoso contra el Granada en Heliópolis, que gana el Betis por 6-1, con gol incluido del húngaro, el quinto. Al equipo lo dirige el ex jugador José Seguer, por hallarse Antonio Barrios viendo los partidos de la Copa del Mundo en Suecia.

En las siguientes semanas disputa otros amistosos, entre los que destaca el celebrado el 22 de junio en el estadio de Mestalla frente al Valencia. Incluso en una cita tan exigente los periódicos dicen que Kuszmann ha jugado bien y que su movilidad permite que en el ataque haya más espacios.

Un mes más tarde, el 25 de julio de 1958, se recibe en la secretaría del Real Betis la noticia de que el Gobierno ha resuelto favorablemente su petición y expediente de nacionalización. O sea, que ya es español, como lo serán todos los húngaros huidos de su país que lo soliciten. Franco y el Régimen quieren escenificar que España es tierra de acogida para todos aquellos que renuncien al paraíso comunista.

Parece, pues, que Kuszmann ha caído de pie en el Betis. Una impresión que se hace certeza la tarde de su debut en partido oficial: el 14 de septiembre contra el Granada en Heliópolis. El día del retorno a la Primera División, cuando Portu, como capitán, “es testigo de mayor excepción entre el pasado y el presente”, según quedó escrito en la crónica del diario ABC.

Kuzmann hace los dos goles del triunfo verdiblanco, el segundo bellísimo, y se lleva las mejores ovaciones de un público que se le rinde incondicionalmente. Otra gran tarde. Pero lo mejor está por llegar.

Y llega una semana después. Cuando el Betis visita el estadio Ramón Sánchez Pizjuán. Es el primer partido oficial que se juega en el nuevo campo construido por el eterno rival y son miles los béticos que acompañan a su equipo al barrio de Nervión. Al frente de ellos marcha Benito Villamarín que, sin embargo, no se acomoda en el palco presidencial, sino en la grada. Con los suyos.

Por última vez en su historia el Betis viste camisolín a rayas verdiblancas –a la semana siguiente ya luciría una camiseta elástica- y lo acompaña con calzonas negras. Hace mucho calor y el campo está prácticamente lleno. Antonio Barrios alinea a Otero; Isidro, Rios, Portu; Paqui, Valderas; Castaño, Azpeitia, Kuszmann, Areta y Del Sol.

A los dos minutos abre el marcador Luis del Sol, pero antes del descanso el Sevilla le da la vuelta al tanteo. Sin embargo, todo cambia tras la continuación. El Betis se desata y termina ganando por 2-4, el segundo tanto y el cuarto marcados por Janos Kuszmann.

Al concluir el partido, Villamarín entra en la caseta y les ofrece a los jugadores 25.000 pesetas de prima  por la victoria –la mayor que se había pagado nunca en el fútbol español- y mil más por cada gol de ventaja. Es el 21 de septiembre de 1958. Se ha consumado lo que ya, para siempre, será conocido en el imaginario bético como el pizjuanazo.

A partir de ese momento, Kuszmann se consolida como titular indiscutible y de ahí ya no lo bajará nadie. De hecho, juega todos los minutos del campeonato.

 

Los otros extranjeros del 58

Pero aquel verano del 58 hubo más nombres extranjeros vinculados al club de Heliópolis. Antonio Barrios quería prioritariamente un central que supliera a Seguer y un centrocampista de creación que mejorara lo habido el año del ascenso. Para reforzar el eje de la zaga, György Nemes ofreció enseguida una alternativa similar a la de Kuszmann. Otro húngaro que huía de su país. Un muchacho de 22 años llamado Miklos Hennei, también procedente del Voros Lobogo, que había sido cuarenta veces internacional juvenil con Hungría.

La mecánica del fichaje es la misma. Intervienen de nuevo José Benítez y Nemes. El futbolista llega al puerto de La Coruña el jueves 5 de junio, a bordo del mercante “Díaz de Solis”. Allí cuenta una historia conmovedora. Refiere que escapó de Budapest a pie, acompañado de Csabay (que jugó en el Recreativo de Huelva y el Zaragoza), y que al llegar a Viena marchó a Estados Unidos donde residió en Nueva York con su hermano.

Una vez en Sevilla es sometido a prueba en varios partidos menores. Los técnicos lo ven muy tierno y sólo lo alinean con el equipo amateur en el Trofeo Torre del Oro. Barrios corrobora dicha impresión cuando vuelve de Suecia y en el mes de septiembre lo pasaportan de nuevo a USA. El segundo Kuszmann no ha podido ser.

Más tarde llega un portugués llamado Walter. También lo prueban y tampoco gusta. Así las cosas, Barrios sólo consigue respirar cuando Villamarín le confirma el fichaje de Eusebio Ríos, un formidable central vasco de 23 años, que ha jugado en el Indauchu de Bilbao y viene de pasar varios meses en Ceuta haciendo la mili. Una elección que se revelará como providencial, ya que pasados los años Eusebio Ríos terminará erigiéndose en uno de los futbolistas de leyenda de la entidad.

Para el mediocampo, la directiva bética se decide por un jugador portugués de larga zancada y buen pie. Quizá algo lento. Se llama Mario Torres, viene del Académica de Coimbra, y apenas unos meses antes ha debutado con la selección lusa en un partido contra España en Madrid.

Ficha en septiembre por tres años, pero se va antes de que acabe el año. Comprueba que no cuenta para el entrenador y prefiere volver a su ciudad natal donde, además, tiene la posibilidad de ejercer como doctor en Medicina.  

También en el agitado y feliz mes de septiembre, el jueves 18 para mayor precisión, Benito Villamarín protagoniza un golpe de efecto de esos que tanto encandilan a la afición que lo idolatra. Inopinadamente, anuncia el fichaje de un auténtico crack brasileño: Wilson Moreira, delantero del Vasco de Gama, quien con apenas 23 años ya había compartido camiseta con futbolistas como tan imponentes como Didí, Vavá o Garrincha, tres campeones del mundo en Suecia. La guinda al pastel en ese verano que todos los equipos pretendían contratar a jugadores brasileños.

Hijo del ex seleccionador carioca Zeze Moreira, quien lo acompaña en su viaje desde Río de Janeiro, Wilson Faria Moreira se convierte en el segundo extranjero de la historia verdiblanca. Debuta ante su público el 28 de septiembre de 1958. Betis-Athletic de Bilbao, la última vez que Gainza jugó en Heliópolis. Tercer partido de liga y tercera victoria consecutiva de los verdiblancos. Esta vez por un contundente 4-0, el último gol con su firma. El Betis es líder.

Moreira completará una excelente campaña. Anota siete goles y compone una demoledora dupla con Kuszmann. Después se irá para no volver y durante un año será protagonista de un duro pulso con el club. Otra historia.

Pero de vuelta a la temporada 1958-59, Villamarín seguía sin resolver el problema del centrocampista que demandaba su entrenador. A pesar de que el equipo iba como un cohete. Por ello, retoma la vía brasileña. Y a principios de octubre se trae a Emílson Pessanha, un volante de 26 años que había sido importante en el Fluminense, pero que en aquel momento defendía la camiseta del Internacional de Porto Alegre. Aunque ilusiona a su llegada no termina de convencer a Barrios, que jamás lo pone. Y menos que nunca cuando en noviembre de 1958 el Betis encuentra al hombre que lleva meses buscando: Andrés Bosch, un extraordinario futbolista que ya había sido grande en el FC Barcelona y que en Heliópolis completaría toda una época.

Pessanha será convocado para algunos encuentros, viajará a veces, pero no jugará nunca. No llega a debutar y en el mes de marzo de esa misma temporada marcha cedido al Sabadell, equipo con el que juega la promoción de ascenso a Primera. Al terminar la campaña vuelve a Brasil. Según explicó años más tarde, afectado por la saudade, esa palabra de la lengua portuguesa que intenta explicar la melancolía.

 

Los años de Kuszmann

Janos Kuszmann, el primer extranjero, estuvo en el Betis seis temporadas. De 1958 a 1964. Jugó más de cien partidos oficiales, marcó por encima de la veintena de goles y se integró plenamente en la vida de la ciudad, en compañía de su esposa, la actriz austriaca Jutta Braun. En sus primeras dos temporadas se alineó como delantero o interior, pero la llegada al banquillo de Fernando Daucik en 1960 retrasó su posición en el campo como nunca hubiera podido pensarse. Fue defensa central en muchos partidos, actuó también como medio de cierre y ahí se quedó desde entonces, incluso hasta aquellas veces en que Daucik hizo la extravagancia de colocar a Eusebio Ríos en posición de ariete.

En la campaña 62-63 sólo intervino en dos partidos y ese verano pareció que su salida estaba próxima. Disputó un trofeo en Santander defendiendo la camiseta de la Lazio de Roma, pero la prueba no cuajó. Volvió al Betis y a las órdenes de Domingo Balmanya participó en cinco partidos de la exitosa temporada 64-65, alguno de ellos tan recordados como el empate a uno en el Bernabéu.

En mayo del 64 fichó por el Espanyol y con los blanquiazules ya jugó la Copa de aquel año. En Sarriá estuvo tres años, donde coincidió con Di Stéfano, actuando siempre como defensa y dejando un grato recuerdo entre la afición periquita.

En 1966 abandonó definitivamente España. Marchó a Turquía para jugar en el Besiktas, club al que volvió dos años después tras una breve estancia en equipos norteamericanos como el Philadelphia Spartans o el Cleveland Stokers. De ahí pasó al Boluspor y su última temporada como profesional la disputó en Grecia, en el Panachaiki de Patras.

Colgó las botas con 34 años.