Javier López marca el primer gol verdiblanco en el Camp Nou la tarde que el Real Betis se clasificó por primera vez para disputar la Copa de la UEFA.

Recordando a Pedro Buenaventura

En 1982, siendo entrenador este bético ejemplar, un empate a dos ante el FC Barcelona en el Camp Nou clasificó al Real Betis por primera vez para la Copa de la UEFA

Por Manolo Rodríguez

 

El Real Betis se clasificó por primera vez en su historia para disputar la Copa de la UEFA en la temporada 1981-82. Un éxito que se confirmó en la última jornada de aquella campaña tras un brillante empate en el estadio del Camp Nou. Fue el 25 de abril de 1982, domingo de preferia.

Aquella tarde, al concluir el partido, Pedro Buenaventura, entrenador verdiblanco, entró en la sala de prensa con un escudo de la UEFA en la solapa. El gesto natural en alguien tan iniciado en los misterios béticos. Un símbolo del orgullo que ello representaba para la afición.

La vuelta a las competiciones europeas llegaba tras 18 años de abstinencia (desde que se jugara la Copa de Ferias en 1964) y nadie tuvo dudas de que el gran artífice de la conquista había sido Pedro Buenaventura. El hombre juicioso que derrochaba sentido común y que siempre hablaba por boca del Betis.

Justo los valores que lo convirtieron en una referencia del beticismo y que provocan que se le eche tanto de menos al inicio de una nueva temporada. La razón de que se siga venerando el ejemplo de lealtad que siempre ofreció este gran militante de la causa bética. Una historia que principió entrenando juveniles y que después lo llevó por todas las trincheras que precisaban de su auxilio.

En 1981, Pedro Buenaventura era secretario técnico. Aquel verano vino Luis Aragonés para hacerse cargo del banquillo, pero se marchó enseguida aquejado de una enfermedad cervical que le provocaba unos violentos dolores de cabeza. No llegó a empezar la temporada y la directiva que presidía Juan Mauduit recurrió de nuevo a la figura venerable de Rafael Iriondo.

A partir de ese momento, la cosa empezó a ir por una senda razonable. En la mitad de la tabla, con la plantilla (aún nutrida por los héroes del 77) muy de parte de su antiguo mentor y mirando más hacia arriba que hacia abajo. Hasta que llegó el tramo final de la campaña. En el mes de marzo se paró el equipo y asomó un negativo. Entonces, Mauduit y el vicepresidente León se acordaron del descenso del 78 y de cómo a Iriondo se le fue a pique una nave que no parecía en peligro.

Y lo cesaron. De un día para otro. Sin dudarlo un momento. El entrenador vasco recibió la noticia con perplejidad, más tarde mostró su desolación y después se enfadó muchísimo. Como nunca se le había conocido.

Faltaban cinco jornadas para que concluyera el campeonato y el equipo se lo dieron al leal Pedro Buenaventura para que evitara cualquier contingencia.

Y ello se puso con su proverbial serenidad. Diciendo lo justo y siempre con sentido. De hecho, ni modificó el sistema ni cambió a los futbolistas e incluso mantuvo su apuesta por dos muchachos muy jóvenes: el central Francis (al que fichó en Japón dos años antes cuando disputaba el Mundial sub-20) y el delantero Melchor, un extremo de Linares con picardía y mucho gol.

Su Betis debutó en el Carranza ganándole al Cádiz por 0-2 y una semana más tarde goleó a la UD Las Palmas en el Villamarín, con dos goles de cabeza de Rafael Gordillo. Vino más tarde una derrota mínima en Gijón a la que siguió una nueva victoria en casa, esta vez ante el Castellón por 3-1. Seis puntos de ocho posibles.

Total, que llegada la última jornada del campeonato el Real Betis visitaba al Nou Camp ocupando la sexta plaza en la clasificación (que ese año, por primera vez, daba derecho a jugar la Copa de la UEFA), pero con la obligación de puntuar para no ser alcanzado por dos de sus inmediatos perseguidores, Zaragoza y Osasuna, ya que ante el Sevilla y el Atlético de Madrid se hallaba a salvo al tenerles ganado a ambos el gol average.

El Barça, por su parte, entrenado por el alemán Udo Lattek, aún contaba con la posibilidad de ser campeón de Liga, aunque para ello se hacía obligado que los blaugrana vencieran a los verdiblancos y que la Real Sociedad perdiera su partido en casa contra el Athletic de Bilbao.

Con ese ambiente, saltó el Betis al coliseo barcelonés el 25 de abril de 1982. Con dos bajas importantísimas, las de Esnaola y Diarte, quienes hubieron de permanecer en Sevilla aquejados de sendas lesiones.

Los verdiblancos lucieron brazaletes negros en memoria de Antonio Tenorio, aquel mítico defensa de los tiempos pretéritos, que durante la etapa más negra del club fuera uno de los grandes luchadores de la resistencia bética. Vinculado al club durante más de cincuenta años, utillero y conserje en el Patronato y Heliópolis, célebre por haberse negado a abandonar el estadio durante las obras de 1980, Tenorio había fallecido cuatro días antes. Otro recuerdo enternecedor.

Buena entrada en el Camp Nou y pésimo arbitraje del mallorquín Riera Morro, quien anuló incomprensiblemente un gol de Rincón que hubiera determinado el justo triunfo bético. Las alineaciones fueron las siguientes:

FC Barcelona: Urruti; Ramos, Alesanco, Olmo, Manolo; Gerardo (Esteban, m.46), Sánchez (Martínez, m.79), Moratalla; Simonsen, Quini y Carrasco.

Real Betis: Barroso; Benítez, Biosca, Francis, Gordillo; López (Casado, m.75), Ortega, Cardeñosa, Parra; Melchor (Tello, m.81)  y Rincón,

El encuentro arranca bajo los peores augurios. A los 3 minutos, un centro del Lobo Carrasco lo cruza por bajo Quini y, diez más tarde, es de nuevo el 'Brujo' quien materializa el 2-0 a centro de Ramos.

El Barça es un vendaval y el Betis tarda en encontrar el rumbo. Hacia la media hora se igualan las fuerzas y en el último suspiro del primer tiempo llega el gol que mete a los verdiblancos en el partido. Corre el minuto 46, cuando Cardeñosa lanza un córner desde el lado derecho de Urruti, lo toca de cabeza Biosca, el balón se queda prendido en el área local y López, muy oportuno, mete la puntera para mandar el balón a las mallas.

En la continuación, todo cambia bruscamente. De un parte, porque la Real Sociedad se adelanta en Atocha y eso hace que decaiga el ánimo de los barcelonistas. De otra, porque los azulgrana comienzan a sentir el cansancio derivado del exigente partido disputado el miércoles anterior, en el que habían conseguido la clasificación para la final de la Recopa tras derrotar por 1-0  al Totenham inglés.

Pero, sobre todo, porque el Betis juega muy bien al fútbol. Principalmente, Cardeñosa, que se erige en amo y señor de la parcela ancha.

Se suceden las ocasiones ante la puerta y, por fin, en el minuto 76, un centro de Parra desde la línea de fondo lo introduce en el marco Hipólito Rincón con un escorzo propio de goleador.

Poco después, el propio Rincón, con un testarazo impresionante, pone el balón en la escuadra izquierda de Urruti, a centro preciso de Gordillo. Sin embargo, no sube al marcador. Lo anula el colegiado, señalando un fuera de juego inexistente que priva al Betis de su merecida victoria.

De cualquier modo, el punto basta para alcanzar matemáticamente el objetivo de la Copa de la UEFA, torneo continental que por primera vez en su historia disputarán los verdiblancos.

En la caseta todo es satisfacción. Pedro Buenaventura, en su primera experiencia en el banquillo bético, en apenas cinco partidos, ha metido al equipo en Europa. Es lógico, por tanto, que todos canten las sevillanas que ha preparado para la ocasión. Esas que dicen: “Vaya grandeza / que nuestro Betis bueno / ya está en la UEFA”. Un estribillo que en el avión que devuelve a la expedición a Sevilla encuentran el eco mágico de la guitarra de Ricardo Miño.

El eco eterno que mantendrá por siempre a Pedro Buenaventura en el corazón de los béticos.