Año 1959. Luis Suárez se enfrenta al Real Betis en el Camp Nou en partido de Copa. Le disputan el balón los jugadores verdiblancos Oliet e Isidro.

HISTORIA | Luis Suárez y el Real Betis

El único "Balón de Oro" del fútbol español, recientemente fallecido, visitó Heliópolis como jugador del Barcelona y entrenador del Depor y dirigió tres veces a la selección en el Villamarín

Por Manolo Rodríguez 

El mes de julio de 2023 será ya para siempre aquel en el que nos dejó Luis Suárez Miramontes, el único jugador español que ha sido premiado hasta el momento con el "Balón de Oro", la más importante distinción que se concede en el fútbol mundial. 

Aquel galardón se lo entregaron en diciembre de 1960 y, para esa fecha, "Luisito", "El gallego sabio" o "El Arquitecto", como era llamado indistintamente por el periodismo, ya había jugado contra el Real Betis en 4 ocasiones (las únicas en que lo hizo), vistiendo siempre la camiseta del FC Barcelona y, por cierto, ganando todos y cada uno de los partidos que lo enfrentó a los verdiblancos. Después, pasados los años, visitó el Villamarín como entrenador del Deportivo de La Coruña y hasta en tres ocasiones dirigió a la selección española de fútbol en sendos partidos jugados por el combinado nacional en el estadio bético. Esos fueron sus cruces de camino con el Real Betis a lo largo de la vida que, dolorosamente, se terminó apagando el pasado domingo 9 de julio. 

Luis Suárez, como otros muchos futbolistas rutilantes de la época, tardó en llegar a Heliópolis por la sencilla razón de que el Betis no se pudo sentar en la mesa de los elegidos hasta 1958, cuando concluyó la travesía del desierto y alcanzó, por fin, la tierra prometida de la Primera División. Por tanto, la primera campaña en la que se midió al Barça del mago Helenio Herrera y del gran Kubala fue la 1958/59. Una buena temporada para el equipo que entonces dirigía Antonio Barrios. 

Luis Suárez estaba en aquel Barça desde hacía un lustro, era figura, y ya había vestido la camiseta de internacional absoluto con España, a pesar que sólo contaba 23 años. Su estreno contra el Betis tuvo lugar el 23 de noviembre de 1958 en el flamante Camp Nou. Se impusieron los azulgranas por 4-1, pero basta leer las crónicas de la época para comprobar que el arbitraje de un tal Caballero Camacho, toledano él, fue determinante para la victoria local. Se inventó un penalti que nadie vio cuando el partido iba 1-1 (gol bético del brasileño Wilson Moreira) y después expulsó a Isidro. Faltaba menos de un cuarto de hora y el Betis bajó los brazos. En el último minuto, Suárez hizo un gol extraordinario tras driblar a varios jugadores béticos. 

Igual de caliente estuvieron las cosas en el partido de la segunda vuelta en terreno bético, el primero de Luis Suárez en Heliópolis. Antes que nada, por el tórrido calor de aquel día de marzo, Domingo de Ramos a las cuatro de la tarde, a fin de que los aficionados pudieran acudir después a los desfiles procesionales. El Betis en aquel momento de la temporada iba muy bien (cuarto en la tabla) y convertido en lo que se llamaba entonces "el equipo revelación". Unas circunstancias que llenaron el campo hasta la bandera, a pesar de que los precios fijados por la directiva de Villamarín eran los más caros que se habían conocido nunca. 

Este partido, además, llegó caldeado porque, según dijo alguien, y todo el mundo creyó, Helenio Herrera había declarado: "que le ganarían al Betis sin bajarse del autobús", frase que el excéntrico técnico negó hasta su muerte haber pronunciado. "He dicho cosas mucho peores -confesó años más tarde- y nunca me he escondido, pero es que eso no lo dije nunca". 

Sea como fuere, es el caso que el choque salió bravo y que el Betis estuvo extraordinario hasta que el Barça marcó su segundo gol (iban 1-1) en una jugada muy protestada. Los jugadores verdiblancos se quejaban de una falta previa y el juez de línea les daba la razón. Pero no el árbitro, el "anticasero" Zariquiegui, que mantuvo inflexible la validez del tanto. Aquello lo disparató todo, y en especial a Luis del Sol, que en la siguiente jugada le dio una patada tremenda a Tejada y lo mandaron a la caseta. Al final, el Barcelona acabó ganando 2-5 (los tantos verdiblancos de Lasa y Castaño) y dio un paso decisivo para adjudicarse la Liga de aquel año. Sólo quedó el lamento del entrenador bético Antonio Barrios, quien dijo visiblemente molesto y retador: "Sin la expulsión de Del Sol, ya habríamos visto". 

Más versallesco fue todo lo ocurrido la segunda vez que Luis Suárez jugó en el campo del Betis, apenas dos meses después del partido anterior, pero ya en los cuartos de final del torneo de Copa. De la Copa del Generalísimo, como se llamaba entonces. Era mayo del 59 y no hubo color porque los azulgranas pasaron como un rodillo sobre los jugadores béticos. Tituló el diario Marca: "El Barcelona, goleador y malabarista, produjo estupor en Heliópolis". El resultado fue escandaloso, 0-6, y cavó la fosa del técnico bético, José Seguer, que se había hecho cargo accidentalmente del equipo tras una bronca formidable entre Benito Villamarín y Antonio Barrios al acabar la Liga. 

La vuelta de aquella eliminatoria en el Camp Nou también la jugó Luis Suárez, que volvió a marcarle al Betis. El resultado final fue de 4-3, con tantos béticos de Paqui, Del Sol y Kuszmann. Esa Copa de 1959 también se la anotó el Barcelona, goleando al Granada en la final y al Real Madrid en las semifinales. 

En la temporada 1959/60, Suárez no jugó ninguno de los dos partidos ligueros contra el Betis y en la campaña siguiente, septiembre de 1960, saltó por última vez al césped de Heliópolis. Era la 3ª jornada y Luis Suárez completó una actuación excepcional que fue la que desniveló el partido y el marcador, ya que hizo el segundo gol visitante a 20 minutos para el final. El único tanto verdiblanco lo anotó Yanko, hijo del entrenador del Real Betis, Fernando Daucik. 

Entrenador del Depor 

Suárez marchó en 1961 a Italia, al Inter de Milán, donde se reencontró un año más tarde con Luis del Sol, fichado por la Juventus de Turín. Allí fue grande entre los grandes y una vez retirado de los terrenos de juego comenzó una carrera de entrenador en el "Calcio", primero en el propio Inter y después en la Sampdoria, Spal, Como y Cagliari. 

A los banquillos españoles llegó en 1978, ya con la temporada empezada, para echarle una mano al equipo de su tierra y su juventud, el Deportivo de la Coruña. El Depor estaba en Segunda y el Betis, también. Por eso, el 18 de febrero de 1979 visitó el Villamarín al frente de los herculinos. Aquellos eran malos tiempos para la lírica en la casa de los béticos y eso estaba en el ambiente. La afición no perdonaba el incomprensible descenso del año anterior y, más allá de que nada le gustara, le disgustaba profundamente el nivel tan pobre de juego que exhibía un equipo cuajado de figuras e internacionales. 

Para más inri, la lluviosa tarde en que el equipo gallego jugó en el Villamarín, el Betis venía de que le hubiera metido cinco goles el Alavés en Vitoria. El graderío era un polvorín y a los verdiblancos, dirigidos entonces por José Luis García Traid, les costó Dios y ayuda acabar ganando por 2-1, con goles de Ortega y Del Pozo. 

Suárez llegó y se fue diciendo que el Betis era el mejor equipo de la categoría, quedó claro que su figura estaba muy por encima de la modesta plantilla que dirigía, y el periodismo sevillano, como le ocurría en todas partes, le dio un tratamiento de gran señor del fútbol que, circunstancialmente, transitaba por una categoría que no le correspondía. 

Como moraleja agradable, digamos que aquella campaña terminó con bien en Heliópolis y en Riazor. El Betis ascendió y el Depor se mantuvo en Segunda con holgura. 

Las selecciones inferiores 

A partir de la década de los 80 inició un trabajo formativo en las selecciones de España sub-20, sub-21, Olímpica y B, en la que tuvo a sus órdenes a futbolistas béticos como Morán, Parra, Diego y, sobre todo, a Gabino Rodríguez, quien formó parte del combinado nacional que el 30 de octubre de 1986 se proclamó por primera vez campeón de Europa sub-21 al derrotar en los lanzamientos de penaltis a Italia, en el partido de vuelta de la final, que se disputó en el estadio Nuevo Zorrilla, de Valladolid. 

Gabino, que atravesaba un excelente momento de forma en aquel momento, fue titular en ese encuentro, así como en otro de los jugados en las eliminatorias previas que llevaron al conjunto español a esta conquista. Desgraciadamente, la carrera internacional del rápido y genial delantero bético no dio para más y en esto, como en otras muchas cosas, se quedó a medio camino. De hecho, Gabino fue el único jugador de todos cuantos aquella noche de octubre del 86 se proclamaron campeones de Europa sub-21 que no llegó a debutar en la selección absoluta. 

Seleccionador en Heliópolis 

Luis Suárez siempre manifestó que esa etapa al frente de las selecciones inferiores de España fue la más feliz de su vida como entrenador, pero en agosto de 1988, acabada la era de Miguel Muñoz con la Eurocopa de ese año, le dieron la responsabilidad de dirigir al primer equipo nacional. Su autoridad moral era impresionante y al tercer partido bajo su mando comenzó la fase de clasificación para el Mundial Italia-90. Fue la primera vez que se sentó como seleccionador en el banquillo del Villamarín. 

Las cosas se dieron bien aquel 16 de noviembre de 1988 y España ganó por 2-0 con goles de Manolo y Butragueño. Lleno total en Heliópolis y ambiente entregado, a pesar de que hacía muy poco tiempo que faltaba de la selección Rafael Gordillo, el gran emblema que, pese a estar aún en el Real Madrid, unía a todos los béticos con la roja. 

Su segundo partido como seleccionador en el Benito Villamarín llegó en marzo de 1989 en un marco insólito, Jueves Santo por la mañana. Como ya contamos en su momento, la conmoción fue enorme. Aquí no estábamos acostumbrados a eso. La Semana Santa era un tiempo que únicamente le pertenecía a la ciudad y nada ni nadie podía perturbar el ritmo de las cosas. Junto a eso, estaban todos los demás problemas: la seguridad, la movilidad de los espectadores, el miedo a que el campo estuviera vacío. En fin, un problemón que hizo correr ríos de tinta. Pero no hubo manera de modificar la fecha y todo lo más que se consiguió fue que el partido se programara a las doce de la mañana. Así, al menos, no se verían afectados los desfiles procesionales. 

A pesar de todo, el campo se llenó hasta la bandera. España se enfrentó a Malta con el recuerdo del 12-1 de seis años antes y de nuevo ganó por goleada, aunque esta vez más suave, 4-0, con goles de Michel y Manolo, a dos por cabeza. 

En ese encuentro, por cierto, no pudo sentarse en el banquillo Luis Suárez, castigado por una expulsión en Irlanda del Norte un mes antes. Vio el choque entre el palco y la bocana del túnel, mientras que Chus Pereda, su segundo, dirigía las operaciones a pie de campo. 

Para esas fechas, España ya estaba clasificada para el Mundial, en el que fue abatida por Yugoslavia en octavos. Aun así, se mantuvo la confianza en Suárez, que en octubre de 1990 inicio la fase de clasificación para la Eurocopa Suecia-92, también en Heliópolis. El partido que abrió este nuevo reto fue contra Islandia, imponiéndose España por 2-1, con goles de Butragueño y Carlos. Fue la última vez que, a las órdenes de Luis Suárez, jugó la selección en el campo del Betis, ya que apenas 6 meses más tarde fue cesado y relevado en el cargo por Vicente Miera. 

Así se le ponía punto y final a la relación histórica del Real Betis con la fecunda vida futbolística de Luis Suárez Miramontes, "El Arquitecto", según lo bautizó Alfredo di Stéfano. Esa vida que se apagó en el mes de julio de 2023.