Entrada del partido que enfrentó en el Benito Villamarín al Real Betis y al Cosmos de Nueva York en 1980.

HISTORIA | El partido contra el Cosmos de Nueva York

El 5 de noviembre de 1980 se inauguró oficialmente el nuevo Villamarín que acogería el M-82 con la visita de uno de los equipos más famosos y prestigiados de aquel tiempo

Por Manolo Rodríguez

En noviembre de 1980 inauguró oficialmente el Real Betis el nuevo Benito Villamarín. El estadio que se había levantado para acoger el Mundial de 1982. Una obra magna que tuvo en vilo a la afición durante los meses de verano y que incluso exigió la mediación del club para desatascar una huelga de la construcción que amenazaba con hacer inviables los plazos de ejecución.

Pero lo consiguieron y eso permitió que el Betis ya pudiera utilizar su nuevo campo en octubre de ese año, aunque antes se viera en la obligación de disputar dos partidos como local en el estadio Ramón Sánchez Pizjuán. Algo que no ha vuelto a ocurrir desde entonces.

La primera vez que se jugó en el Villamarín remodelado fue el 19 de octubre, teniendo al Hércules de Alicante como rival. El encuentro comenzó a las cinco menos cuarto de la tarde y en Preferencia sólo se admitió público en el voladizo. Bajo la grada de Fondo se improvisaron unos vestuarios de urgencia y por la esquina que unía esta tribuna con la de Gol Norte salió el Betis a la hierba ese domingo histórico. Los directivos lo vieron desde el graderío, ya que todavía no había palco.

Después se disputó otro partido de Liga contra el Salamanca y, por fin, el 5 de noviembre de 1980 tuvo lugar la puesta de largo oficial del nuevo campo. Una inauguración por todo lo alto contra uno de los equipos más famosos y prestigiados en aquel tiempo. Nada más y nada menos que el Cosmos de Nueva York, la escuadra norteamericana en la que habían jugado Pelé y Beckenbauer. Un invento yanki que en pocos años se había convertido en un fenómeno planetario.

Este partido inaugural venía acompañado, además, de otros elementos de profundo impacto para la afición. Muy principalmente, los que tenían que ver con Rafael Gordillo, la gran figura bética en ese tiempo. Gordillo había sido el mejor futbolista español en la temporada anterior y eso provocó que en el verano del 80 se lo rifaran los clubes más grandes.

Según se contaba a diario en los periódicos, el Real Madrid y el F.C. Barcelona se enfrentaban en una puja titánica por hacerse con los servicios de la gran joya de la corona verdiblanca. El Madrid llegó a ofrecer 100 millones de pesetas, más un lote de jugadores que incluía a futbolistas con proyección como Isidro, Rincón, Agustín o Rocamora. El Barça, por su parte, que llegó a poner sobre la mesa 150 millones de pesetas, terminó por ofertar, simplemente, "un millón más que el Real Madrid", dieran lo que dieran los blancos.

La directiva que presidía Juan Mauduit se hallaba atribulada ante tanto dinero y tanta presión. Pero las peñas y los socios no querían que se fuera. Se sucedieron las reuniones y a tal punto llegó la situación que el mandatario se retiró unos días a reflexionar antes de decir la última palabra.

Y el 8 de agosto anunció su decisión: Gordillo no sería traspasado. Argumentó su negativa afirmando que el lateral era patrimonio del Betis y explicó de dónde iba a sacar el club el dinero que hubiera ingresado con la venta del lateral. Y aportó tres fuentes de ingreso:

1. La inminente apertura de un Bingo en la Avenida de la República Argentina.

2. La recaudación del partido que se disputaría en el mes noviembre contra el Cosmos de Nueva York y que serviría para inaugurar el nuevo estadio.

3. El dinero que le reportaría el contrato recientemente firmado con la firma de prendas deportivas Meyba.

Por tanto, la visita de los norteamericanos y la aparición de las camisetas Meyba en la historia contemporánea del Real Betis Balompié estuvieron claramente vinculadas al nombre de Rafael Gordillo, como dos de las razones que, al final, terminaron garantizando su permanencia en el club.

El Cosmos de la Warner

El Cosmos aterrizó en Sevilla el lunes 3 de noviembre de 1980 en medio de una expectación inusitada. Ya había estado en España dos años antes para disputar el partido homenaje a Luis Aragonés y en aquella ocasión se impuso por 2-3 al Atlético de Madrid en el Vicente Calderón. A los medios informativos les gustaba decir que se trataba de una "ONU del balompié", porque contaba en sus filas con jugadores de muy diversos países. Algo poco conocido entonces y que realmente definía a aquella institución atípica, donde el peso del dinero y de la fama superaba con mucho los valores estrictamente futbolísticos.

El Cosmos había nacido a principios de los años 70 de la mano de Steve Ross, magnate de la compañía Warner Comunications, todo un gigante empresarial en el mundo del cine, la televisión, la industria discográfica y los videojuegos. Ross era un visionario que tenía el sueño de introducir el fútbol en el mercado norteamericano y buscó los más poderosos argumentos publicitarios que lo hicieran posible. Y nadie mejor para ello que el mejor jugador del mundo: el gran Pelé, a quien le pagó en 1975 la fastuosa suma de 4,7 millones de dólares por 3 temporadas.

Desde entonces, el Cosmos saltó a la fama como un ciclón. Pero Pelé sólo sería el principio. Después llegarían otros jugadores tan principales como Giorgio Chinaglia (portentoso goleador italiano) en 1976; el "Kaiser" Franz Beckenbauer y Carlos Alberto (capitán del Brasil-70) en 1977 y el holandés Johann Neeskens en 1980.

En EEUU no consiguieron arraigar ese extraño (para ellos) juego que tanto enloquecía a los europeos y a los sudamericanos, por lo que llegado un cierto momento su gran negocio fue realizar girar inacabables por todos los confines con el propósito de equilibrar las cuentas de aquella multinacional del fútbol.

Y precisamente en el estadio Benito Villamarín estaba previsto que jugaran el último partido de una gira eterna iniciada un mes largo antes. Un maratón de 11 partidos que ya les había enfrentado con el Hadjuk Split, en Yugoslavia; con el Sporting de Lisboa y el Oporto, en Portugal; con el Nápoles, la Fiorentina y en Lazio, en Italia; con el Ahly y el Zamalek, en Egipto y con el Standard de Lieja y La Louviere, en Bélgica.

Cobraban unos 3 millones de pesetas por encuentro y su último compromiso había sido en la Región Valona de Bélgica, donde derrotaron por 3-2 al RAA La Louviere, equipo hoy desaparecido.

Sevilla los acogió con un tiempo lluvioso y desapacible que hizo temer a los dirigentes béticos por una merma en lo que se deseaba que fuera una importante taquilla. Por mor de estos inconvenientes meteorológicos, el equipo americano renunció a entrenarse en Los Palacios, como estaba previsto, y tampoco acudieron a una visita programada a las bodegas de Jerez.

Al frente de la expedición norteamericana venía el vicepresidente Dominick A. Flora y como entrenador figuraba el alemán Hennes Weisweiler, el técnico que había construido el gran Borussia Monchengladbach de mediados de los 70 y al que Johan Cruyff había echado del banquillo del Barcelona cuatro años antes debido a sus malas relaciones personales.

En la plantilla del Cosmos había algunos jugadores extraordinarios. Los ya mencionados Carlos Alberto y Chinaglia (este último capitán y muy influyente en el club por su estrecha amistad con el patrón Steve Ross); el holandés Rijsbergen; el paraguayo Romero (quien llegó a jugar en el Barcelona en 1988); el yugoslavo Bogicevic o el portugués Seninho.

Se alojaron en el hotel Macarena y únicamente hubo que lamentar que nos quedáramos sin ver a Franz Beckenbauer, que una semana antes se había incorporado al Hamburgo, y a Neeskens, lesionado. Todos estaban deseando concluir aquella larguísima gira y, de hecho, al día siguiente iniciarían unas merecidas vacaciones lejos del fútbol y de los viajes.

El primer campo remodelado

Para el Betis también fue una gran fiesta. Acudió al Villamarín a presenciar el partido el presidente de la Federación Española, Pablo Porta, y la empresa constructora que había realizado las obras, Dragados y Construcciones, publicó con orgullo en los periódicos un anuncio publicitario en el que se podía leer: "El Real Betis Balompié ha sido el primer club de España que ha inaugurado y puesto en servicio su Estadio con vistas al Mundial-82. Un Estadio perfectamente acabado y preparado para los Mundiales gracias a Dragados y Construcciones, que en un plazo récord de 120 días ha concluido sus obras de remodelación".

Y era cierto. A pesar de todas las contingencias, el Betis había sido el primer club de España que había remodelado su estadio de cara a la cita mundialista. Un empeño en el que se involucraron muchos béticos ejemplares, pero en el que, obligadamente, hay que recordar con agradecimiento a Antonio Villegas Merino, directivo entonces de la entidad y responsable final de las obras.

El mismo día del partido la directiva verdiblanca ofreció un almuerzo en el hotel Macarena a los representantes del Cosmos, de Dragados y Construcciones, del Banco de Crédito a la Construcción y de los medios informativos en el que la presencia más emocionante fue la de la viuda de Benito Villamarín, Doña Ángeles Guillén, especialmente invitada por el presidente Juan Mauduit para perpetuar el vínculo histórico entre el antiguo campo y el nuevo que ahora nacía.

A las nueve de la noche, en el fútbol, hizo mucho frío. Aún así, se rozó el lleno con una recaudación cercana a los 13 millones de pesetas. Los prolegómenos los animó una banda de majorettes y el saque de honor lo hizo el legendario Antonio Tenorio, ex jugador bético en los años 20 y 30 y, después, conserje de los campos del Patronato y el Villamarín.

Tenorio vivía en los bajos del estadio heliopolitano y había sido noticia muy principal meses atrás al negarse a abandonar el estadio, a pesar de que el club tenía previsto alquilarle un piso amueblado muy cerca del campo. Aquello se resolvió instalándolo en una caravana en la zona de Gol Sur, donde posteriormente se le construyó una vivienda.

La Federación de Peñas Béticas donó un trofeo para el vencedor y en el bando bético la ausencia más significativa fue la de Rafael Gordillo, lesionado, aunque saltó al terreno de juego para recoger el galardón que le concedió el periódico "El Mundo Deportivo" como mejor jugador de la temporada anterior e incluso posó con sus compañeros en la foto protocolaria del equipo.

Arbitró el encuentro el colegiado Manuel Álvarez Margüenda y las alineaciones fueron las siguientes:

Real Betis: Esnaola (Campos, m.46); Bizcocho, Biosca (Francis, m.46), Peruena, Gerardo; López (Parra, m.70), Ortega, Cardeñosa (Ramón, m.35); Morán (Segundo, m.46), Diarte y Benítez.

Cosmos: Birkemeier; Day, Durgan, Carlos Alberto, Wilson; Bogicevic, Rijsbergen, Cabanas; Romero, Chinaglia y Seninho.

El partido acabó con empate a tres, pero quizá lo más sustantivo fue su arranque eléctrico, ya que en 21 minutos se marcaron nada menos que 5 goles. En el 3 y en el 7 se puso el Betis en ventaja con 2-0, gracias a sendos tantos de Morán. El primero tras una pared con Ortega y el segundo con un gran remate parabólico.

Pero enseguida igualó el marcador el Cosmos, que viste completamente de blanco, con goles de Romero y Seninho. Incluso se adelantan los norteamericanos en el 21 con un remate sutil de Chinaglia sobre la salida de Esnaola.

En la segunda mitad, el entrenador bético Luis Carriega mueve el banquillo y el Betis aprieta ardorosamente hasta conseguir el empate a tres en el minuto 78, al cabecear Diarte un centro de Gerardo. En ese tramo final de partido la afición bética tiene la oportunidad de ver a un muchacho del filial llamado Joaquín Parra, que ya ha debutado en la Copa y que a finales de ese mes se estrenará en el campeonato de Liga.

Cuando se cierra la helada gala todos parecen felices. El nuevo Villamarín es ya una realidad, los dineros en taquilla siempre son bienvenidos y para la historia queda que aquella noche del 5 de noviembre de 1980 jugó en el campo del Betis el famoso Cosmos de Nueva York. Un recuerdo para siempre.