Faruk Hadzibegic le da órdenes en la banda a Risto Vidakovic la tarde de su debut como entrenador en Valladolid.

HISTORIA | Hadzibegic, en el banquillo de Valladolid

Este gran defensa, jugador del Real Betis de 1985 a 1987, debutó como entrenador verdiblanco en el estadio Nuevo Zorrilla en el dramático mes de mayo de 2000

Por Manolo Rodríguez


El 7 de mayo de 2000 debutó en Valladolid como entrenador del Real Betis Faruk Hadzibegic, aquel extraordinario defensa que había llegado a Heliópolis a principios de agosto de 1985. 


Un central elegante y sobrio que se hizo un hueco en el corazón de los béticos, a pesar de que solo militara dos años en la entidad. Un grandísimo futbolista, titular en la selección de Yugoslavia.


En las dos temporadas en las que permaneció en el club, Faruk Hadzibegic deslumbró por su calidad futbolística y por su cercanía a los béticos. Disputó la final de la Copa de la Liga en 1987 y abandonó la entidad ese mismo año tras un desencuentro económico con la Junta Directiva. 


Un sonoro "affaire" que ya hemos referido alguna vez en este cuaderno de historias y que tuvo como detonante un documento manuscrito (para la leyenda quedó que fue en una servilleta) en el que se venía a decir que las cantidades de su nuevo contrato serían "libres de impuestos", cosa que después no aprobaron los mandatarios.


Tras su marcha, fichó por el Sochaux francés y allí permaneció hasta 1994, obteniendo una clasificación para la Copa de la UEFA y disputando la final de Copa de 1988, que su nuevo equipo perdió a los penaltis ante el Metz en el Parque de los Príncipes de París 


En 1990 defendió la camiseta número 5 de Yugoslavia en el Mundial de Italia, donde la escuadra balcánica eliminó a España en octavos de final, antes de caer en cuartos ante la selección argentina en la que jugaba su viejo amigo y compañero Gabriel Humberto Calderón.


Su carrera como futbolista se cerró en 1994 en el Toulouse, aunque sólo estuvo seis meses en este club antes de retirarse e iniciar su etapa como entrenador. Ya en los banquillos, dirigió al Sochaux, al que ascendió a Primera División, y luego, en 1999, a la selección de Bosnia, antes de hacerse cargo del Betis en mayo de 2000.


Y en todo este tiempo su vida estuvo dramáticamente marcada por los horrores de la Guerra de los Balcanes, iniciada en 1991, y que se saldó con el impresionante balance de 200.000 muertos y la diáspora de millones de personas que perdieron sus hogares y su futuro.


Faruk Hadzibegic, nacido en Sarajevo y de religión musulmana, se entregó desde el comienzo del conflicto a la tarea de ayudar a huir de la masacre a sus hermanos bosnios. 


Llegó a tener a 32 compatriotas a su cargo, repartidos entre su casa de Francia y las de otros amigos, en Viena y Sevilla. En concreto, en la capital hispalense siempre recibió la generosa ayuda de la familia Moyano, con la que tuvo vínculos muy sólidos desde su llegada al Betis. De hecho, siempre consideró a Pepe Moyano como su segundo padre y él mismo se reconocía como su quinto hijo.


Organizaba viajes especiales para refugiados desde Sarajevo a París que duraban siete días y que incluían un "corredor de seguridad" que pasaba por Belgrado, Viena y la capital francesa. Conoció muy de cerca las matanzas de Srebrenica y Gorazde y nunca reprimió su profundo rechazo a los serbios.


Pero junto a todas estas consideraciones, Faruk Hadzibegic siempre soñó con volver a Sevilla, la ciudad donde, según declaró una vez: "Aprendí a amar a la gente". Esa ciudad de la que estuvo a punto de huir cuando llegó en 1985, "porque me moría de calor", y en la que todo el mundo se acostumbró a llamarlo "Pepe". 


Y en 2000, casi tres lustros después, se le ofreció la posibilidad de retornar a la casa común de los béticos, sepultadas ya en el recuerdo las turbulencias de aquella servilleta que firmó en 1987.


Pero el momento de su vuelta no podía ser peor. Restaban tres jornadas para que acabara el campeonato de Liga y la situación del Betis era desesperada. Tan agónica que estaba a cinco puntos de la salvación. Casi un imposible.


Dolorosamente, a nadie le cogió por sorpresa tanto quebranto, por más que en aquel Betis jugaran futbolistas como Alfonso, Finidi, Denilson, Alexis, Prats, Filipescu, Oli o Benjamín. El desangramiento se había ido viendo venir desde el principio. 


Casi desde el momento mismo en que a la errática dirección de la entidad se le unió el fichaje como entrenador de Carlos Timoteo Griguol, un hombre bajo una gorra, que jamás había dirigido en nuestro país, que desconocía lo fundamental del fútbol español y que se fue llorando por el dinero que le debían desde hacía mucho tiempo.


A Griguol lo reemplazó Guus Hiddink, un técnico holandés de brillantísimo palmarés, pero que se aburrió al poco de llegar. Entendió que esta no era su guerra y acabó por superarlo la violenta discusión que presenció entre algunos jugadores y el presidente Lopera en una concentración en Chiclana. Los futbolistas se quejaban de que se les debía dinero y Hiddink llegó a la conclusión de que la situación era ingobernable.

Allí mismo dijo que se iba, abandonó la sala, y los capitanes Alexis y Merino se fueron tras él. Lo abordaron en el hall del hotel, le pidieron que reconsiderara su situación y, al final, consiguieron que se quedara.

Pero sólo aguantó un mes más. Lo acabaron echando y el hombre pudo respirar. Además, todo el mundo sabía que desde hacía semanas estaba fuera de la pelea, jugando al golf y escuchando ofertas.

Y entonces llegó Faruk Hadzibegic. Tomó los mandos recién iniciada la Feria, el martes 2 de mayo, y su recuerdo y su calidez levantaron ligeramente la moral. De él dijo el presidente con su peculiar estilo: "Llamar a Hadzibegic a tres jornadas del final del campeonato, y en la situación que estamos, no es darle una "patata caliente", sino darle una enorme bola de acero para que la lleve desde aquí a La Macarena".


Con su sonrisa permanente y su rostro de niño grande, Faruk vino predicando la ilusión que casi nadie tenía. Pidió que los futbolistas lo consideraran como "un amigo" y soñó que fuera posible lo que no pudo ser. "El que no crea en la salvación que no salga al campo. El que no tenga dos cojones, que se quede en casa", dijo tras su primer entrenamiento.


Pero más allá de estas cuestiones, el beticismo celebró el feliz reencuentro con un ídolo que formaba parte de su imaginario. Un nombre cercano que jamás se fue del todo del Betis y de Sevilla. De hecho, esa misma semana había estado en la Feria dos días antes.  Volvió a Francia, y estando allí lo llamó Luis del Sol para que regresara y se hiciese cargo del Betis. El sueño de su vida.


Un sueño que empezó a hacerse realidad la tarde del domingo 7 de mayo de 2000 en el estadio Nuevo Zorrilla de Valladolid, donde al Betis fue recibido con enorme hostilidad, recordando lo ocurrido un año antes en el partido de la alineación indebida que también contamos aquí. Esta fue la primera alineación dispuesta por el nuevo entrenador: Prats; Otero, Filipescu, Vidakovic, Luis Fernández; Finidi, Alexis, Benjamín (Romero, m.67), Denilson (Bornes, m.73); Gálvez (Merino, m.60) y Alfonso.


Los béticos salieron al ataque con su camiseta verde agua y ganaron de modo incontestable por 0-3 con goles de Gálvez, Denilson y Finidi. En las casetas, Hadzibegic declaró: "Aún queda mucho por hacer".


Pero no pudo hacerse. Una semana más tarde el Real Madrid se impuso en el Villamarín por 0-2 y el Betis se fue a Segunda esa misma tarde, porque todos los demás resultados le dieron la espalda. Faruk Hadzibegic confesó con enorme dolor: "La tristeza que siento ahora mismo es muy difícil de explicar". 


El último partido de Liga lo ganó el Betis en el campo del Numancia de Soria y ahí terminó el efímero paso de Hazdibegic por el banquillo verdiblanco. A la temporada siguiente se hizo cargo de la dirección deportiva, abandonando el club al final de esa campaña en la que el equipo verdiblanco retornó a la máxima categoría del fútbol español.


Pero siempre estará en el recuerdo aquella tarde de Valladolid en la que debutó como entrenador Faruk Hadzibegic, el futbolista venido de los Balcanes que alcanzó el favor de los béticos y llegó a ser un ídolo querido y admirado por la afición.


El mismo campo en el que el Real Betis cierra hoy esta desangelada y extraña Liga de la pandemia y el fútbol en julio.