Joaquín celebra la clasificación verdiblanca en San Mamés en el año 2005.

HISTORIA | Cuando más difícil parecía

Las cuatro semifinales de Copa ganadas por el Real Betis siempre estuvieron marcadas por la épica, la incertidumbre, la tensión y la angustia

Por Manolo Rodríguez

 

Ninguna de las cuatro semifinales de Copa ganadas por el Real Betis estuvo exenta de épica, incertidumbre, tensión y angustia. En todas ellas hubo de remar contra el viento. Cuando más difícil parecía. En algunos casos, remontando resultados adversos y en otros sufriendo por mantener una ventaja que permitiera llegar a ese día solemne en que suena el himno nacional antes de que comience a rodar el balón.

Así fue desde 1931, cuando el Betis (entonces a secas por ser tiempo republicano) se convirtió en el primer equipo de Segunda que jugaba una final. Para ello, debió eliminar en semifinales al Arenas de Guecho, uno de los históricos fundadores de la Liga, que ya había ganado una Copa y disputado cuatro finales.

El partido de ida tuvo lugar en el campo de Ibaiondo y ganó el Arenas por 2-1. El tanto bético lo anotó Adolfo y los dos goles vizcaínos los hizo Angel Martín "Saro", quien un año después ficharía por el Betis, con quien ganaría la Liga del 35 y jugaría, hasta 1949, un total de 286 encuentros.

La vuelta fue en el Patronato el domingo 14 de junio y el Betis levantó la desventaja. Ganó 1-0, gol de Romero. Entonces no había prórrogas ni penaltis, sino que las eliminatorias igualadas se dilucidaban con un tercer partido de desempate. Y se fijó que éste se disputara en Madrid. El Betis salió esa misma noche en el tren expreso, mientras que el Arenas viajó en autobús.

El duelo decisivo arrancó en el campo de Chamartín en la tarde del martes 16. Calor achicharrante dijeron las crónicas. Expectación tremenda. Tanta, que las incidencias del partido fueron trasmitidas en Sevilla por la radio, aquel invento tan incipiente. En diversos establecimientos del centro se establecieron altavoces donde se congregaron los aficionados. También en el bar de Heliópolis, lugar de reunión de significados béticos, se instaló un altavoz.

Y todos fueron felices oyendo los goles de Adolfo y Sanz. Los que le dieron la victoria por 2-0. Otro día de júbilo en aquella Copa donde ya había eliminado a equipos tan grandes como la Sociedad de Fútbol de San Sebastián y el Madrid.

La siguiente semifinal exitosa fue en 1977. La contamos aquí recientemente. Aquella contra el Espanyol. Derrota en la ida por 1-0 en Sarriá y remontada en el Villamarín con los dos goles de Biosca. Después llegaría el gran triunfo en la final contra el Athletic de Bilbao. La de los penaltis y la leyenda.

La tercera vez que el Real Betis alcanzó la final fue en 1997. Contra el Celta de Vigo. El primer partido se jugó en Heliópolis un Martes Santo y se impusieron los verdiblancos por 1-0, gol del croata Nenad Bjeliça. Un choque que se afeó por las reiteradas pérdidas de tiempo de los gallegos, que continuamente echaban el balón fuera solicitando asistencia para jugadores que se dolían de algún golpe. En una de ellas, colmada ya la paciencia de los béticos, estos no devolvieron la pelota y de esa jugada nació el único gol del partido.

Esta circunstancia caldeó mucho las vísperas y en Balaídos todo resultó áspero y desagradable. Mucho, la verdad. El Real Betis, además, hubo de afrontar el encuentro de vuelta sin sus jugadores foráneos, todos ellos convocados por sus respectivas selecciones en una fecha del calendario internacional que, sorprendentemente, coincidía con tan importante cita copera. Así pues, en Vigo no pudieron estar ni Finidi, ni Jarni, ni Vidakovic, ni Kowalczyk. Mucha tela.

Aún así, el Betis fue capaz de salir airoso del trance. Marcó primero el Celta con un tanto de Ratkovic, pero faltando cinco minutos para la llegada de la prórroga Alexis Trujillo hizo el gol salvador a pase de Alfonso. Empate a uno en aquel partido de hombres que todavía se recuerda. Los aficionados béticos agradecieron, sobre todo, el orgullo de sus futbolistas, su casta y su entereza y, por ello, esa noche fue apoteósico el recibimiento en el aeropuerto.

La última semifinal ganada se fechó en 2005. Estando en el banquillo el mismo entrenador que culminó la de 1997: Lorenzo Serra Ferrer, el nombre más importante en la contemporaneidad bética. La eliminatoria enfrentó a los verdiblancos contra el Athletic Club de Bilbao y empezó a disputarse en Heliópolis el jueves 21 de abril. Lleno total y partido poco vistoso con muy escasas ocasiones. Fue natural, por tanto, el empate a cero que dejaba las espadas en alto para San Mamés.

Y a la Catedral llegó el Real Betis el miércoles 11 de mayo vestido con camiseta verde y calzón blanco. Cuando apenas se había iniciado ese ciclo virtuoso que lo llevó a encadenar, entre Liga y Copa, siete partidos sin conocer la derrota. Aquellos 35 días que ya están en la historia.

En Bilbao el encuentro fue tremendo. El ambiente, indescriptible y las embestidas de los "leones", desesperadas. El Athletic atacó y atacó de salida, mientras que el Betis repelía todas las llegadas. Después se estabilizó el pleito, los verdiblancos agarraron el balón, y la primera parte acabó con buenas vibraciones.

Los compases iniciales de la continuación trajeron el mismo perfil hasta que se fue la luz. Apagón en San Mamés que tuvo detenido el juego durante 13 minutos. De ahí hasta el final, el Athletic volvió a apretar, aunque el Betis, apoyado en la excelente actuación de Doblas, capeó el temporal sin grave quebranto.

En la prórroga la ocasión más clara la tuvo Ricardo Oliveira en el minuto 110, pero su cabezazo se fue a la madera. Una lástima. Nos hubiéramos ahorrado toda la angustia que vino después. Porque los penaltis fueron un sinvivir a la medida de las cosas del Betis. Una tortura gozosa.

En la primera tanda transformaron sus lanzamientos Assunçao, Joaquín, Denilson y Lembo y sólo falló Oliveira, precisamente un chutador del que no se podía dudar a priori. También los vizcaínos se dejaron uno detrás y ello desembocó en la "muerte súbita". Al borde del infarto.

Tiró entonces el bilbaíno Ezquerro y Doblas hizo una gran parada. A partir de ahí, el tiempo se detuvo cuando Luis Fernández cogió aquel blanco con círculos azules. Lo posó en el punto. Se retiró seis pasos. Y tras una breve carrera la clavó con la zurda en la escuadra derecha del portal de Lafuente. Todo se había consumado.

Al día siguiente, el diario ABC dijo en la crónica del partido que: "La épica está asociada al Betis y sólo con ella sabe caminar a la gloria". Una verdad que se ha ido repitiendo desde que el mundo es mundo. La misma épica que será necesaria este jueves para que los béticos puedan ser felices en el viejo campo de Mestalla.

Y para que Joaquín, el único superviviente de 2005, siga alargando la leyenda que ya le acompaña.