HISTORIA | Cuando en Sevilla no salieron las cofradías (y III)

Capítulo final del recorrido por la Semana Santa republicana de 1933, el último año hasta hoy en que no hubo pasos por las calles y que vino a coincidir con una apasionante eliminatoria de Copa que enfrentó el Betis con el Barcelona

Por Manolo Rodríguez


En la Semana Santa de 1933 no habían salido las Cofradías a la calle. Se negaron las Hermandades ante la tensa situación que se vivía en la ciudad y por el sordo enfrentamiento que mantenían con las autoridades republicanas.

Pero en los días santos sí abrieron las iglesias, se celebraron cultos y quedaron expuestas las imágenes. Miles de sevillanos visitaron los templos e incluso en La Macarena "las puertas del templo tuvieron que cerrarse varias veces por la afluencia de público y las saetas fueron constantes".

 Así se llegó al domingo 16 de abril, Domingo de Resurrección, en que volvía la pasión por el fútbol. Y por el Betis. Ese Betis que traía dos goles de desventaja de la Ciudad Condal. Se presentaba apasionante la vuelta copera en el Patronato

Antes, sin embargo, la ciudad se conmociona al conocer que había llegado en avión al aeródromo de Tablada el gran Paulino Uzcudun, probablemente el deportista más famoso y conocido del país. Dos veces campeón de Europa de los pesos pesados y legendario por sus combates contra los gigantes de la época: el alemán Max Schmeling (nada más y nada menos que en el Yankee Stadium de Nueva York), el italiano Primo Carnera y el americano Max Baer.

Uzcudun venía a participar en una velada que se celebraría en el Frontón Betis a la anochecida del Domingo de Resurrección y en la que tendría como rival al teutón Hans Schonrat. Se hallaba preparando un nuevo asalto a la corona continental (que volvería a ceñirse un mes más tarde) y este combate junto al campo del Patronato se intuía como una magnífica posibilidad de aquilatar su estado de forma. Por ello, se vendieron todas las entradas.

El boxeador aterrizó en Sevilla el Viernes Santo y al día siguiente llegó a la ciudad el FC Barcelona. Pero la expedición catalana lo hizo en tren. Según los periódicos, tuvieron dificultades para encontrar alojamiento, "porque todos los hoteles se hallaban abarrotados del mucho público venido a Sevilla con motivo de las fiestas de Semana Santa y de Pascua", y solo tras muchas gestiones pudieron establecerse en el Hotel Cristina. Viajaron 14 futbolistas, el entrenador Greenwell y el directivo, señor Mir.

En el Betis, por supuesto, la nota más destacada era la reaparición de García de la Puerta, a quien el periodismo seguía citando siempre como "Maravilla". Volvía el genio inspirador de este gitano catalán, "pinturero sobre el césped y con una vida privada lastimosa, lindante en la delincuencia, capaz de alternar exhibiciones espléndidas con petardazos espectaculares, cuando no con espantadas vergonzosas", al decir de un artículo firmado por José Ignacio Corcuera en la revista del Centro de Investigaciones de Historia y Estadística del Fútbol (CIHEFE).

O como lo explicó más sevillanamente el mítico Pepe Valera, que coincidió con García de la Puerta en la plantilla del Betis al año siguiente: "Ahora no hay quien haga lo que hacía él. Se ponía el tío a cantar ópera en los entrenamientos. Un majareta".

El campo del Patronato se llena hasta la bandera aquella calurosa tarde abrileña. Como pocas veces se había visto y con "los ánimos caldeados a la máxima presión", según refieren los periódicos. Hay ovaciones para todos y los equipos intercambian ramos de claveles en el terreno de juego. De pronto, aparece Paulino Uzcudun y el rugido del público es ensordecedor. El púgil avanza ceremoniosamente hacia el centro del campo, abraza a los capitanes y hace el saque de honor entre el delirio. El mismo que lo acompaña cuando se retira entre saludos.

Dirige el partido el colegiado vasco Periko Vallana, un nombre de prestigio del fútbol español. Internacional con la selección pionera en los Juegos Olímpicos de Amberes, Paris y Amsterdam y figura máxima de aquel Arenas de Guecho de los orígenes. Una vez retirado, se convirtió en un árbitro reconocido y durante la Guerra Civil sería entrenador de la selección de Euskadi, lo cual lo obligó a exiliarse a Uruguay.

A sus órdenes, los equipos presentan las siguientes formaciones:

Betis: Urquiaga; Areso, Aranda; Pedral, Soladrero, Roberto; Timimi, Lecue, Capillas, García de la Puerta y Enrique.

FC Barcelona: Lloréns; Zavalo, Alcoriza; Martí, Guzmán, Font; Goiburu, Bestit, Arocha, Ramón y Parera.

El Betis sale en tromba y enseguida se encuentra con un penalti a favor. Manos claras de Alcoriza que sanciona el colegiado. Lo lanza Lecue, pero falla. Intenta ajustar tanto la pelota que se le va fuera.

Antes del descanso, sin embargo, llega el primer gol verdiblanco. Cabezazo prodigioso de García de la Puerta tras jugada coral de todo el ataque bético. Escribe el cronista del Mundo Deportivo que "ha sido un goal magnífico, de bandera, que el público aplaude con loco frenesí".

En la segunda parte la superioridad bética alcanza niveles imponentes. "Una masacre", dirán en la Ciudad Condal días más tarde cuando el Consejo Directivo del Barcelona estudie incluso la posibilidad de sancionar a sus jugadores por el pobrísimo rendimiento ofrecido en el Patronato.

Tras el descanso, el Betis de O´Connell arrasa a sus rivales. Con un juego codicioso, fluido y vibrante van cayendo los goles uno tras otro. El segundo lo hace Capillas en el minuto 55 y el tercero, Timimi, tras una espectacular internada en la que va sorteando contrarios hasta batir sutilmente a Lloréns en el mano a mano.

Aquello es el acabóse. Ya sólo juega el Betis. El Barcelona se ha rendido. En pleno éxtasis

sobreviene el definitivo 4-0, marcado de nuevo por Capillas. Citemos de nuevo la crónica del Mundo Deportivo: "La ejecución de este tanto ha sido de verdad magnífica, habiendo cambiado el balón los béticos de uno a otro sin que los jugadores barcelonistas hayan podido tocarlo".

 

Cabría pensar, decimos nosotros, que algo así como un antecedente lejano del tiquitaca.

 

Delirio en puertas de la Feria

 

El final se vive en medio del delirio. Ovaciones y vivas por doquier. Saludan los jugadores del Betis, estrecha manos O´Connell y hasta se lanzan algunos sombreros a la hierba. Los críticos ponderan el gran partido de Timimi y de Enrique en las bandas, así como el oportunismo goleador de Capillas.

Pero los elogios más encendidos se los lleva García de la Puerta. Esto dice el diario ABC de Sevilla en su crónica: "El auténtico "Maravilla" no tan sólo no acusó el desentrenamiento inherente a su dilatada ausencia de los céspedes, sino que en todo momento se produjo como jugador de clase extraordinaria. Sobre todo, pasó el balón con una finura y una elegancia no vistas hace tiempo, todo el de su permanencia en el "destierro".

Al acabar el partido, el mítico Andrés Aranda está exultante: "Hemos vencido al Barcelona cuando parecía más difícil". Mister Patricio O´Connell, lacónico como siempre, se limita a decir: "Este es un gran triunfo. No quiero decir más. Ahora pasaremos una buena Feria".

Esa Feria que ya está a la vuelta de la esquina y que se inaugurará en pocos días. Estrenará una portada de dos arcos con símbolos republicanos en la entrada y, de hecho, ya están prácticamente montadas todas las casetas. Entre ellas la del Betis, donde los directivos del club verdiblanco obsequian con un vino de honor a sus colegas barcelonistas.

Esa misma noche del Domingo de Resurrección Paulino Uzcudan derrota al alemán Schonrath en el Frontón Betis. Vence a los puntos en diez asaltos, aunque el público hubiera querido más.

Durante los días de Feria la caseta del Betis rebosa de animación. "Sin carácter oficial (como precisa la prensa), se celebran almuerzos en honor de los jugadores y entrenador por sus recientes triunfos e incluso lucen los trofeos ganados en memorables jornadas, adornados con mucho gusto en blanco y verde". Allí, entre el gentío del Real, conocen los aficionados béticos que su próximo rival en la Copa será el Hércules de Alicante, al que también eliminarán.

La Feria la visitan destacas personalidades de la política española, sobresaliendo entre ellas el socialista moderado, y presidente de las Cortes, Julián Besteiro, quien declaró que "la República ha tratado con estridencia algunos problemas y el PSOE debería retornar a sus posiciones de partida".

Pero, al parecer, nada podía parar aquel estado de cosas. A principios de mayo los anarquistas pusieron una bomba en la casa de José María Ibarra, presidente de la Junta de Obras del Puerto y prócer ciudadano, y apenas unos días después acudió a Madrid una representación de las instituciones económicas de la ciudad para denunciar ante el Presidente de la República: "la insostenible situación social y de orden público en que se encuentra la capital sevillana".

En dicha delegación figuraba Pedro Caravaca Rogé, secretario de la Comisión Permanente de la Federación Económica de Andalucía, quien fue abatido a balazos dos semanas más tarde en la calle Recaredo, según parece por pistoleros de la CNT.

La ciudad se sobrecogió, pero tras este jalón vendrían otros. La suerte parecía echada. En noviembre de 1933 se celebraron elecciones generales y vencieron las derechas, dando comienzo al bienio radical-cedista que paralizó todas las reformas anteriores.

Y en 1934 volvieron las cofradías a la calle. Aunque sólo trece Hermandades, que desfilaron el Domingo de Ramos, el Jueves Santo, La Madrugada y el Viernes Santo. Pero hubo procesiones, y nazarenos, y oraciones en la Catedral, y júbilo en los barrios, y bullas en las calles.

 Este año, no. Como en 1933, aunque por una causa muy distinta.

 Y esta semana tampoco juega el Betis.