HISTORIA | Cuando en Sevilla no salieron las cofradías (II)

Recorrido por la Semana Santa republicana de 1933, el último año hasta hoy en que no hubo pasos por las calles y que vino a coincidir con una apasionante eliminatoria de Copa que enfrentó al Betis con el Barcelona

Por Manolo Rodríguez

Decíamos ayer que en 1933 las cofradías de Sevilla decidieron no salir a la calle. Dada la convulsa situación que se registraba en la ciudad, existía entre las hermandades el temor real de que se produjesen incidentes y, junto a ello, la derecha conservadora, representada por muchos de los más significados representantes de las cofradías, tenía claro que una medida así desprestigiaría al gobierno de la República.

En puertas de la Semana Santa se habían recrudecido los conflictos laborales y de orden público con huelgas, atentados y pistolerismo. Un brutal choque de modelo social en el que las derechas se enfrentaban a las izquierdas, donde comunistas y anarquistas devastaban los símbolos religiosos y en el que, para mayor conflicto, estos últimos resolvían sus contradicciones a tiros. 

Al Betis todo esto le cogió fuera de Sevilla, ya que tras jugar contra el Espanyol el último partido de Liga se quedó durante dos semanas en Cataluña esperando el duelo de ida copero contra el Barcelona. El domingo 2 de abril disputó un partido amistoso contra el Nastic de Tarragona (que ganó por 2-3, siendo la primera vez que un equipo andaluz actuaba en dicha ciudad) e incluso recibió un caluroso homenaje un par de días más tarde en el Teatro Tarragona. Un festival con orquesta y actuaciones de tanguistas, bailarines, imitadores y payasos y en el que se eligió a "Miss Gimnástic 1933", honor que, al decir de los periódicos, recayó en la señorita Manolita Ramírez.

Después, los jugadores quedaron recluidos en la playa de Salou. Hasta allí fue el periodismo de la época para hablar con míster O´Connell, con el capitán Aranda y con el resto de jugadores. Se respiraba optimismo. En un momento dado le preguntaron al entrenador si los futbolistas estaban aprovechando esos días para darse unos baños en la playa y la respuesta del técnico irlandés fue muy elocuente respecto a cómo se entendía en aquel tiempo la preparación física: 

- "Sí, pero sólo de impresión. Entrar y salir del agua. Si se prolonga sería fatal para su preparación futbolística. Aquí nada de entrenamiento fuerte. Descanso, y por las tardes, a esta hora, este mismo paseo de hoy. Ahora regresamos al hotel de Salou, juegos sedentarios, cenar y dormir. El sábado a Barcelona y el domingo el partido.
Y llegó el domingo. El Domingo de Ramos. A las cuatro y media de la tarde en el campo de Las Corts. Se llena el estadio y el Barcelona, a quien entrena el inglés Jack Greenwell, sale con todo su arsenal. También los blaugrana llevan varios días concentrados en el hotel Bellaterra de Cerdanyola del Vallés, a 12 kilómetros de la capital. 

Arbitra el muy reputado Pedro Escartín y los equipos salen con las siguientes alineaciones:

FC Barcelona: Nogués (Lloréns); Zavalo, Alcoriza; Martí, Guzmán, Pedrol; Artigas, Bestit, Arocha, Ramón y Parera.

Betis: Urquiaga; Areso, Aranda; Pedral, Soladrero, Roberto; Timimi, Rocasolano, Capillas, Lecue y Gabella.

El partido se decide en los últimos minutos 20 minutos, cuando llegan los dos goles barcelonistas, marcados ambos por Arocha. El segundo muy discutido por entender los béticos que Urquiaga ya tenía el balón atrapado cuando lo acabó rematando el centro delantero local.

De ello se quejan los jugadores del Betis. Aranda, rotundo, le dice al Mundo Deportivo: "No debería haberse concedido ese gol. Tres jugadores acosando al portero en el suelo y dándole puntapiés hasta que uno consiguió colar la pelota. El resultado verdad debió ser el 1-0". O´Connell, por su parte, no habla. De hecho, les dice a los periodistas: "No acostumbro a decir nada al final de los partidos. Creo que un entrenador no debería hablar nunca". 

Quien sí expresa su punto de vista es el delegado bético Carlos Fernández del Pando, secretario de la directiva y hombre fuerte del club. Todo caballerosidad, dice llevarse una excelente impresión del comportamiento del público, "pero del árbitro no tan buena. Escartín no ha tenido hoy un día de aciertos". Confiado en la vuelta declara: "Dos tantos no son un margen exagerado. Aún quedan esperanzas de jugar un desempate por lo menos".

El Betis vuelve en "El Catalán" esa misma noche. En el tren de asientos de madera que cuando subía desde el Sur recibía ese nombre y que cuando bajaba hacia Andalucía era conocido como "El Sevillano". Entre 15 y 17 horas de trayecto.

Iglesias abiertas

Para entonces, la ciudad está despidiendo el Domingo de Ramos. Un extraño domingo sin pasos, aunque las Iglesias han abierto sus puertas y el Ayuntamiento ha instalado un sistema de megafonía por las calles céntricas para la audición de marchas procesionales. 

Así, ha podido contemplarse a la Virgen del Subterráneo en Omnium Sanctorum; a la Estrella en San Jacinto y a la Amargura en su palio, mientras que Nuestro Padre Jesús del Silencio en el Desprecio de Herodes aparece situado en unas pequeñas andas exornadas con lirios morados.

El Lunes Santo, según refiere el investigador Juan Pedro Recio en su libro "Las Cofradías de Sevilla en la II República", numeroso público visitó la capilla del Museo, donde se celebró un vía crucis. "Un grupo de hermanos vistiendo la túnica, sin el capirote de cartón, acompañaron al Cristo de la Expiración y a la Virgen de las Aguas en turnos y por parejas".

El Martes Santo hubo cultos en las distintas hermandades y el Señor del Gran Poder estuvo expuesto en su habitual besamanos en San Lorenzo. La Hermandad de Los Estudiantes celebró una función ante dos cuadros con sus titulares en el altar mayor del Salvador y la Virgen del Dulce Nombre estuvo expuesta en besamanos en San Antonio de Padua.
El Miércoles Santo permanecieron asimismo abiertas todas las Iglesias. En la capilla de San Andrés, sede canónica de la Hermandad de los Panaderos, los hermanos nazarenos hicieron turnos de vela ante las imágenes y en el Baratillo pudo contemplarse a la Virgen de la Caridad en su paso de palio. En San Vicente se expuso el paso de las Siete Palabras, aunque el Crucificado estaba tendido sobre el suelo, y en la Catedral según cita Juan Pedro Recio, tuvo lugar por la tarde "un sermón que conmemoraba el XIX centenario de la Institución de la Eucaristía con la asistencia de ocho concejales, portando las varas del palio de respeto". Al igual que en 1932, las cofradías acudieron a los turnos de adoración del Santísimo reservado en el monumento.
Pero fuera de los templos las hostilidades no se daban tregua. En la calle Alfarería estalló una bomba en la casa que habitaba el concejal de Acción Popular, Jacinto Flores Gómez; en la calle Adriano fue rociado con gasolina e incendiado un local tradicionalista; en el horno de Santa Marina fue muerto a balazos un obrero panadero y también un sargento del Ejército resultó herido por los disparos de un pistolero. 
Por todo ello, a mitad de semana hubieron de llegar a la ciudad, procedentes de Madrid, 190 Guardias de Asalto al mando de un comandante para reforzar a las Fuerzas de Orden Público de Sevilla. 
En los mítines, que no se cesaban, se mantenía el lenguaje incendiario. En el Frontón Betis, en un acto promovido por Acción Ciudadana de la Mujer, la líder derechista Pilar Careaga (alcaldesa de Bilbao durante el franquismo y primera ingeniera titulada de España) fue particularmente dura con las autoridades republicanas. 

En ese mismo encuentro el intelectual monárquico José María Pemán dejó para la posteridad la letra de una saeta con la que pretendía resumir lo que estaba pasando aquellos días. Y que decía así: "No las busques que este año / no salen las cofradías, / que este año "tie" Jesús / más abiertas las "herías".

Todo lo cual no fue óbice, para que, como señala Juan Pedro Recio, a medianoche del Viernes Santo dieran comienzo en San Gil los cultos de la Macarena, donde "las puertas del templo tuvieron que cerrarse varias veces por la afluencia de público y las saetas fueron constantes". También la Esperanza de Triana celebró sus cultos, con la Virgen en su paso y con el altar de insignias montado, así como también pudieron verse en San Román los pasos de los Gitanos.

Por último, en la tarde del Viernes Santo, la Carretería, la Soledad de San Buenaventura, San Isidoro y el Cachorro celebraron ejercicios de pasión, al igual que la O, que expuso al Nazareno en besapiés. También la capilla de Montserrat estuvo abierta toda la semana con el Cristo expuesto. En Santa Marina, la Mortaja celebró el Sermón de las Tres Horas y un vía crucis, mientras que el Cristo Yacente del Santo Entierro estuvo en besapiés en San Antonio Abad. La Soledad de San Lorenzo, por último, permaneció en su capilla y celebró el ejercicio de la Soledad.
Así se fue aquella Semana Santa sin cofradías en la calle. Tan extraña, tan insólita, tan pesarosa. Pero enseguida, llegó el domingo 16 de abril, Domingo de Resurrección, en que volvía la pasión por el fútbol. Y por el Betis. Ese Betis que traía dos goles de desventaja de la Ciudad Condal.

(Continuará)