La expedición del Betis Deportivo, en el estadio Benito Villamarín, al pie del autobús en el que viajarían hasta Murcia.

HISTORIA | Cuando el filial fue el Betis

En 1984 una huelga de los futbolistas profesionales obligó a los muchachos del Betis Deportivo a jugar en Murcia un partido de Primera División, que ganaron por 0-1

Por Manolo Rodríguez

La Liga 1984-85 nació torcida desde el principio. Muy principalmente por razones económicas. La sombra del fracasado Mundial-82 continuaba siendo larga y ahora ahogaba a la Federación y a los clubes con unas deudas que los dirigentes del momento no eran capaces de gestionar.

El origen de tanto quebranto se remontaba al principio de la década, cuando el gobierno de aquel entonces, el de la Unión de Centro Democrático, instó a gran parte de los clubes españoles a remodelar sus estadios de cara al Mundial, ya que el interés político del momento fue que los partidos del M-82 pudieran celebrarse en el mayor número de ciudades posibles.

Para tal fin, los clubes contrajeron deudas muy importantes con el Banco Hipotecario. Nadie les dijo entonces que estos compromisos no hubiera que liquidarlos, pero las explicaciones que les dieron fueron lo suficientemente ambiguas como para que pensaran que ese dinero se pagaría con grandes facilidades y, posiblemente, nunca.

Sin embargo, el nuevo gobierno del PSOE se mostraba ahora inflexible. Tanto para exigir el cobro de esas cantidades, como para desmontar el reino de Taifas en que el presidente de la Federación Española, Pablo Porta, había convertido el fútbol español desde hacía años. Por ello, promulgó el Real Decreto que lo removía de la presidencia federativa, al tiempo que se negó a aumentar la aportación de las quinielas y a que la televisión abonara las cantidades que demandaban los clubes.

Un paisaje desolador al que vino a sumarse la tercera huelga de futbolistas. La que estalló el lunes 3 de septiembre de 1984. Recién concluida la primera jornada, que esa sí se jugó. El Betis arrancó el campeonato en casa contra la Real Sociedad y empató a cero en un partido donde no pasó casi nada. Todo lo más, el debut de Valdo, el único fichaje del verano. Un delantero que venía del Granada y al que se consideraba un suplente.

Al día siguiente, más de 600 futbolistas profesionales agrupados en la AFE deciden parar el campeonato. Sus reivindicaciones las desglosan en 10 puntos, pero todo el mundo sabe que, básicamente, pretenden que los clubes les paguen el mucho dinero que les deben y que puedan intervenir en los convenios con las televisiones para hacer valer sus derechos de imagen. Y, como es normal, también incluyen otras necesarias mejoras en cuestiones laborales y fiscales.

Esta era la tercera huelga de los futbolistas españoles. La primera había tenido lugar el 4 de marzo de 1979, en protesta por el derecho de retención (aquella en la que a Heliópolis sólo fue el árbitro), y la segunda en 1981 para exigirle a los clubes los más de 350 millones que le adeudaban a los jugadores.

La reacción de los clubes

Tras el anuncio del paro, Pablo Porta, que vivía sus últimos estertores al frente de la Federación Española, cedió cualquier responsabilidad e iniciativa a la Liga Profesional, organismo del que era vicepresidente el presidente del Real Betis, Gerardo Martínez Retamero.

La patronal, o lo que es lo mismo, los clubes afiliados a la Liga Profesional, se mostró radical y respondió a la huelga con la obligatoriedad, incluso para los jugadores que cumplen el servicio militar, de que fueran los amateurs o juveniles quienes suplieran, como empleados de la misma "empresa", a los profesionales.

Aquello suena a disparate, pero los clubes no quieren parecer débiles. Sin embargo, el sindicato de los jugadores no cede ni un metro. La AFE la preside Juan José Iriarte, ex futbolista del Sabadell y del Mallorca, y en ese momento en el Manacor, y para que no parezca que un personaje tan menor se mide al poderoso mundo de los directivos, se le rodea de un comité de huelga de indudable peso. Nada más y nada menos que compuesto por Juanito, Zubizarreta, Señor y Gordillo. O sea, que el Betis está representado al máximo nivel en los dos lados de la mesa.

Retamero tiene un papel muy activo en las negociaciones, pero el jueves 6 de septiembre cancela todas sus reuniones para acudir al entierro de Rafael Padura, el presidente de la Confederación Sevillana de Empresarios asesinado un día antes por unos pistoleros del Grapo. La conmoción en la ciudad es enorme y todos lloran a un hombre bueno y cabal. Una muerte que fue una sinrazón y que aún sigue presente en el imaginario de los sevillanos, perpetuado en el tiempo por el premio con su nombre que cada año concede la organización que agrupa al empresariado de Sevilla.

Respecto a la huelga, corren ríos de tinta, se suceden las tertulias radiofónicas y los programas televisivos, pero hacia final de semana queda claro que nadie dará su brazo a torcer. Los futbolistas profesionales no van a jugar y los clubes tienen decidido alinear a los muchachos de las inferiores.

El Betis, como todos los equipos, está sometido a la provisionalidad del momento. Esa segunda jornada le corresponde jugar en Murcia y aunque el secretario técnico de la entidad, Pedro Buenaventura, declara el jueves que "el plan de trabajo se ha mantenido como si fuéramos a jugar", la primera medida que se adopta es la de realizar el viaje a tierras murcianas en autobús, "ya que no podemos hacer una reserva sin saber cómo se solucionará la huelga o quiénes van a viajar".

Al día siguiente, viernes, se anuncia que en el caso de que no jueguen los profesionales serán los futbolistas del Betis Deportivo quienes defiendan la camiseta verdiblanca y que su partido de Liga de la Tercera División lo disputarán los juveniles a las órdenes de Luis del Sol.

Pero como todavía se mantiene la incertidumbre, el entrenador bético, Pepe Alzate, cita para la mañana del sábado en el estadio a dos grupos expedicionarios. Uno con los convocados del primer equipo y otro con los muchachos del filial.

A la plantilla del Betis Deportivo se le comunica ese mismo viernes que probablemente hayan de acudir a Murcia. Todos deciden jugar. Lo entienden como una gran oportunidad y su mundo futbolístico está aún muy lejos del de los profesionales.

El filial, esa temporada, milita en Tercera División y lo entrena José Enrique Díaz. Es un buen equipo, tan bueno, que a final de año acabará ascendiendo. Varios de sus integrantes ganaron en 1983 la Copa del Rey de juveniles y hasta 5 de sus jugadores han debutado ya con el primer equipo del Betis, concretamente Perico Medina, Piriz, Reyes, Palomino y Julio.

La noche de Murcia

Los 15 jugadores del Betis Deportivo citados por Alzate llegan a Heliópolis a las siete de la mañana del sábado 8 de septiembre. Van de paisano, sin uniforme. Son los porteros Torrano y Salado; los defensas Riscar, Julio, Marín, Camacho y Vera; los centrocampistas Píriz, Reyes, Cristóbal y Chano y los delanteros Palomino, Rodríguez, Perico Medina y Orozco.

Allí se encuentran con el técnico del primer equipo y con su entrenador. Completan la expedición el directivo Luis Ferrater; el eterno y admirado delegado del filial, Rafael Cruz; el masajista Vicente Montiel; el utillero Alberto Tenorio y el conductor del autobús, Eugenio Ruiz, quien fuera portero del Betis a mediados de los años 50. Un autobús que se pone en marcha a las ocho menos cuarto tras algunas fotos que inmortalizan este insólito momento en el que un grupo de muchachos van a ser el Betis de pleno derecho.

El viaje transcurre en silencio. "La presencia de Alzate imponía mucho", declara uno de los jóvenes. Almuerzan en Baza un menú compuesto por ensalada de lechuga y tomate, arroz con dos huevos y carne de cordero con patatas a lo pobre y llegan a Murcia a primera hora de la tarde. Quedan concentrados en el céntrico hotel "Rincón de Pepe", dan un paseo y cenan pronto.

El domingo llega a Murcia en avión, vía Alicante, el presidente Martínez Retamero. Saluda a los muchachos y les garantiza que si ganan les abonará la prima que le hubiera correspondido a los profesionales. En las calles se celebra ese día la fiesta de moros y cristianos y por ello los expedicionarios apenas salen del hotel. Todos están nerviosos y es natural. Se trasladan al campo de La Condomina a las siete y media de la tarde. El partido es a las nueve.

En la caseta, Alzate habla poco. Sólo les dice que jueguen como suelen hacerlo. El equipo contrario es el filial del conjunto pimentonero, el Imperial de Murcia, también de Tercera, del que no saben mucho. Les hablan de los marcajes, de que tengan personalidad con el balón y de que salgan a ganar.

José Enrique, previa consulta con Alzate, da el equipo, que está formado por: Torrano; Riscar, Julio, Marín, Camacho; Píriz, Reyes, Cristóbal; Palomino, Rodríguez y Perico Medina. Después a lo largo del partido también jugarán Chano (que entra por Perico Medina en el m.78) y Orozo (que suple a Piriz en el m.90).

Las entradas baratas permiten que acuda bastante público y en el banquillo local, como entrenador del Real Murcia, se sienta Eusebio Ríos, una cumbre en la historia del Real Betis, quien saluda con afecto a los representantes verdiblancos y comenta con ellos lo excepcional de la situación.

El Betis juega con calzón verde y desde el primer momento deja claro que es mejor que su rival. Se acerca al área rival, tiene ocasiones e incluso Perico Medina estrella una pelota en el palo tras una brillante jugada personal.

Técnicamente aquel equipo era un prodigio, con futbolistas de enorme calidad que marcaban la diferencia. El gol se resiste, aunque llega por fin en el minuto 70. Reyes suelta un latigazo desde fuera del área que se estrella en el larguero y el rechace lo aprovecha Palomino para clavarlo en la red.

Al final, todos reconocen la justicia del triunfo de los canteranos béticos. Incluso Eusebio Ríos, quien declara: "No oculto la superioridad de nuestro contrario, que ha ganado por merecimientos". Alzate dice estar muy satisfecho y se lo testimonia a los muchachos en el vestuario felicitándolos uno por uno.

Lo que no conserva ninguno es la camiseta de aquel día. Eran otros tiempos y la ropa les fue requerida por Alberto Tenorio apenas acabar el partido. Lo que sí les dieron, y bien que lo celebraron, fueron las 90.000 pesetas de prima que el club pagaba por los triunfos en campo contrario. Un dinero que no olvidan.

Volvieron a Sevilla esa misma madrugada y al día siguiente continuaron su rutina en el filial. Más allá de los ya mencionados, casi todos ellos llegaron a jugar en el primer equipo, en el que también debutaron Camacho, Cristóbal, Palomino, Eduardo Rodríguez y Chano. Y de todos guarda un afectuoso recuerdo la afición.

Aquella victoria hizo felices a los béticos y, al final de temporada, mucho más, ya que esa campaña el Betis mantuvo la categoría por un punto. O lo que es lo mismo: que sin aquel triunfo del filial en Murcia las cosas hubieran sido de otra manera.

Respecto a la huelga, se mantuvo una semana más, aunque sin fútbol, ya que una resolución de la Dirección General de Trabajo determinó que no se podía jugar con equipos filiales o juveniles. Por fin, el 19 de septiembre, tras una jornada maratoniana, la AFE, la Liga y el CSD firmaron la desconvocatoria de la huelga. Un duro pulso que, sin duda, ganaron los futbolistas al conseguir resolver sus demandas más perentorias.