Equipo del Real Betis que derrotó al FC Barcelona en Heliópolis en 1968. De pie, de izquierda a derecha: Villanova; Aparicio, Telechía, Grau, Antón y Azcárate; agachados: Macario, Quino, Landa, Frasco y Rogelio.

HISTORIA | Cuando el Betis abatió al todopoderoso Barça

En 1968 el extraordinario recital de Quino y Rogelio culminó una inolvidable victoria verdiblanca por 4-3 que se ha ido contando de generación en generación

Por Manolo Rodríguez

En la temporada 1967/68 se jugó en el Villamarín un Betis-Barça que ha sobrevivido a la memoria y que desde entonces se ha venido contando de generación en generación. Uno de esos partidos que no se apagan jamás. Un duelo enérgico y brillante del que todavía se recuerdan las genialidades de Quino y Rogelio (los grandes iconos de aquel Betis de los 60), y, sobre todo, los 4 goles que esa tarde le hizo el equipo verdiblanco a la todopoderosa escuadra blaugrana.  

Un partido épico, jugado sobre el barro pantanoso de Heliópolis, en el que no hubo tregua ni cuartel. A pecho descubierto. A tumba abierta. Así lo justificaba lo que estaba en juego. Un apasionante espectáculo que pudieron disfrutar los miles de béticos que llenaron el estadio


Fue el domingo 18 de febrero de 1968. Sexta jornada de la segunda vuelta. El momento en que empezaba a tomar su rumbo definitivo el campeonato de Liga, que entonces disputaban 16 equipos y en el que las victorias valían 2 puntos. El Barcelona marchaba segundo, a 3 del Real Madrid, y venía de empatar en casa con el Valencia. Claramente no podía permitirse más tropiezos.


Al Barça lo entrenaba entonces un personaje singular, sin mucho parangón en el fútbol español. Se llamaba Salvador Artigas, un exjugador del Barcelona y del Levante, que había sido aviador en el ejército republicano, con el que combatió en la batalla del Ebro. Estuvo internado en un campo de concentración en Francia, pero las amistades del fútbol le permitieron recuperar su vida anterior y alargar su carrera futbolística en el país galo hasta los 41 años.


A España retornó mediada la década de los 50 y fue entrenador en la Real Sociedad, donde estuvo 5 temporadas. De ahí dio el salto al Barça, con el que se estrenó en la campaña 1967/68. Lo apodaban Míster K.O. por las tremendas palizas físicas que les daba a sus jugadores. Un tipo ligero de carnes, de pelo corto y amabilidad exquisita. Con el correr del tiempo llegaría incluso a ser seleccionador nacional, formando parte de un triunvirato técnico que compartió con Miguel Muñoz y Luis Molowny.  


El Betis, por su parte, luchaba denodadamente por mantener la categoría. Iba muy mal en la tabla, sólo por encima del Sevilla, colista de Primera. En el banquillo verdiblanco se sentaba Sabino Barinaga, tercer entrenador de la campaña, tras los pasos fugaces de César Rodríguez y Pepe Valera. Este sería su quinto partido al frente del equipo y la afición tenía confianza en que pudiera obra el milagro. 


Barinaga no era un desconocido, sino todo lo contrario. Un héroe del ascenso a Segunda en 1954 que ya había estado al servicio del club en etapas anteriores, aunque, curiosamente, venía de entrenar al eterno rival en la campaña 1966/67, donde fue cesado antes de concluir la temporada.


Generosa prima


La presidencia del Real Betis la ostentaba en ese tiempo Julio de la Puerta, un empresario de Osuna, muy conocido en los sectores agrícolas y ganaderos. Un hombre arrojado que en los días previos a la visita del Barcelona quiso buscar grandes remedios que evitaran los grandes males.


Por ello, el lunes 12 de febrero reunió a la Junta Directiva en la secretaría de la calle Conde de Barajas y en ese cónclave decidieron ofrecerles a los jugadores una prima de 1.200.000 pesetas si salvaban la categoría. Un dineral para la época. 


El dinero se repartiría entre los futbolistas que disputaran los últimos 10 partidos del campeonato (12 si jugaban la promoción), de tal modo que, según especuló la prensa, cada uno de ellos podría llevarse la redonda cifra de veinte mil duros, que se añadirían a los premios por primas que ya tenían fijados desde principio de temporada.


En las previas del partido contra el Barcelona, Barinaga hace declaraciones a varios medios en las que explica las mejoras que ha introducido en el equipo desde su llegada. Sobre todo, se siente satisfecho "por haber vitalizado las zonas de cobertura, incorporando la experiencia que aportan Ríos y Grau al magnifico grupo de valores jóvenes". Y dice que ahora trabaja en otros dos importantes menesteres: "en buscar fluidez para la línea delantera y en que el trabajo del equipo sea más compenetrado".


Lo que resultaba indudable era la trascendencia del choque para uno y otro. Por arriba y por abajo. Y así lo dejó dicho en el diario Marca el periodista Mariano Martín Benito a pocas horas del comienzo del duelo: "¿Para qué buscar argumentos sobre la importancia del partido para ambos contendientes? ¿Para qué decir que la derrota para los béticos sería signo de condenación y la victoria rayo de esperanza para alcanzar, al menos, un puesto promocional? ¿Y para qué hablar de lo que el Barcelona se juega en este choque? Para qué, si todos lo sabemos".


Quizá por ello, el Barcelona adelanta su viaje a Sevilla. Vuela en la noche del viernes y queda alojado en el hotel Colón. Llueve a mares y la ciudad es un puro charco. Otro elemento a tener en cuenta. Y por si faltara algo, las manifestaciones de los jugadores catalanes tienen todo el dramatismo del momento. Dice el capitán Zaldúa en el Mundo Deportivo: "Será un encuentro duro, casi cruel".


Cercano el mediodía del sábado, la expedición azulgrana se desplaza al Villamarín. Artigas quiere disponer una postrera sesión de entrenamiento. Poca cosa, apenas algunos estiramientos. Allí lo recibe su colega Sabino Barinaga, paraguas en ristre. Sigue lloviendo y el técnico del Barça suspende pronto los ejercicios. Comprueba que el estado del césped está muy afectado por el temporal. Es consciente de lo que se va a encontrar al día siguiente.


El Betis, por su parte, vela armas en el hotel La Rábida. En pleno centro. Allí va desde que lo dirige Barinaga, ya que en tiempos de César Rodríguez se recluía en Oromana y durante el mandato de Pepe Valera lo hizo en el Seminario de Umbrete. Se concentran 14 jugadores con la importante ausencia de Eusebio Ríos, que no ha podido superar la lesión que lo ha mantenido en duda a lo largo de la semana.


La fiebre de Telechía


Pero cuando amanece el domingo, surge un contratiempo inesperado: el joven Paco Telechía, sustituto de Ríos, presenta una significativa destemplanza. Tiene mal cuerpo y comienza a vomitar. Apenas desayuna. Está incubando un resfriado que pone en duda su alineación.


Vicente Montiel le recomienda que se quede en la habitación durante la mañana y al llegar al estadio lo examina el doctor Rodríguez del Valle. La fiebre no es muy alta y se decide que juegue. Para ello, le dan un optalidón, una pastilla de centramina, una copa de coñac y un café solo. Ese fue el remedio. Así eran las cosas entonces.


Telechía salta al campo y está espléndido en su marcaje al espigado delantero centro del Barça, Jorge Mendonça. Pasados los años, recuerda que: "yo volaba y hasta me subí encima de sus hombros cundo fuimos a disputar un balón de cabeza". Ahora, eso sí, dice: "estuve sin poder dormir día y medio."


A las cuatro y media de la tarde empieza a rodar la pelota en Heliópolis. Arbitra el balear Rigo y los equipos salen con los siguientes jugadores:


Real Betis: Villanova; Aparicio, Telechía, Grau; Antón, Azcárate; Macario, Quino, Landa, Frasco y Rogelio.


FC Barcelona: Sadurní; Borrás, Gallego, Torres; Muller, Zabalza; Oliveros, Zaldúa, Mendonça, Fusté y Rifé.


Barinaga se ha decidido por Landa para que dirija el ataque y eso le permite a Quino y a Rogelio una mayor libertad en la segunda línea. Y arman el taco. Se desatan sobre el barro y juegan ambos uno de los mejores partidos que se les recuerda.


Muy pronto, a los 5 minutos, abre el marcador Quino. Empata el Barça de penalti a los 10, pero enseguida Rogelio hace el segundo gol verdiblanco con un disparo desde fuera del área.


El choque es apasionante y el público se entrega a su equipo. Pueden caer más goles, pero el primer tiempo concluye 2-1. La tarde está muy nublada, pero no llega a descargar. Otra buena noticia.


Tras el descanso, el Betis sigue intratable. Y en seis minutos, del 52 al 58 ajusticia al Barcelona. Landa marca los goles tercero y cuarto, rematando con oportunismo las jugadas corales y extraordinarias de Quino y Rogelio.


El campo enloquece y la gente es feliz. Justo para lo que se juega. Está pasando lo impensable, pero el Barça es un grande que no se entrega. Reacciona con orgullo y en los últimos minutos aprieta el tanteo hasta el 4-3 final. 


Un triunfo de prestigio


La victoria es un bálsamo y un orgullo. Sobre todo, leyendo los periódicos nacionales al día siguiente. Dice el Marca: "El Betis más brillante y efectivo que el Barcelona". Titula el AS: "El Betis estuvo a punto de dejar K.O. al Barça". Hasta el "Mundo Deportivo" de Barcelona deja constancia de que: "Los béticos se hicieron acreedores de la victoria, que pudo ser más amplia".


En la prensa local, "La Hoja del Lunes" pone de manifiesto: "Espléndido triunfo del Real Betis sobre el Barcelona", mientras que el ABC resalta que: "Se invirtieron los términos y fue el Betis el que dio a entender que se trataba de un equipo furiosamente empeñado en la disputa por el título liguero".


Del triunfo verdiblanco se habla durante días en los mentideros futbolísticos del país. La victoria es de prestigio y se hace más grande con manifestaciones como las del entrenador azulgrana Salvador Artigas, quien declara al llegar a la Ciudad Condal: "No hay que darle más vueltas. El Betis ganó porque fue superior al Barcelona".


Los grandes triunfadores a nivel individual son Quino y Rogelio, las banderas de aquel Betis que se acercaba a las turbulencias del final de la década. Dos nombres de culto en el Villamarín. Los ídolos de una época. Y las grandes figuras de aquella tarde.