Equipo de Betis que se proclamó campeón de Liga en Santander. De izquierda a derecha, de pie: Larrinoa, Saro, Areso, Urquiaga, Unamuno, Aedo, Gómez, Peral y Adolfo; agachados, Caballero y Lecue.

HISTORIA | Aquella legendaria Feria de 1935

Hace 87 años el Betis se proclamó campeón de Liga en el campo del Racing de Santander cuando en el Real y en las casetas se vivía el último día de la fiesta.

Por Manolo Rodríguez

La Feria de la vuelta a las casetas rebosa el verde, blanco y verde de la Copa del Rey. Ese título que ha hecho felices a cientos de miles de personas y que ha movilizado las calles con la pasión y las emociones que sólo es capaz de provocar el Real Betis. Ese Betis que supera todos los tormentos hasta convertirlos en un éxtasis prolongado que va de padres a hijos y de abuelos a nietos. El Betis que, en afortunadas palabras del poeta y escritor Francisco Montero Galvache, siempre resucita de todas sus muertes.

La fiesta tiene color de Betis y esa verde esperanza se hace carne en el abril tardío que anuncia el segundo campeonato nacional que llega a Heliópolis en el corazón de la primavera. Un suceso que nos obliga a recordar una vez más (como ya lo hicimos hace dos años) aquella primera Feria para la leyenda que vivieron los béticos de Sevilla y del universo.

Nos referimos, claro es, a la Feria de 1935. Justo a los días en los que el entonces Betis Balompié (sin Real) se proclamó campeón de Liga. Algo que sucedió el 28 de abril de ese año en Santander, casi al mismo instante en que Sevilla despedía un festejo del que se habían ido descontando las horas y se respiraba Betis por todas partes.

Era Domingo de Feria cuando llegaron del norte las noticias de aquel 0-5 mitológico y eso rebotó en el Real, en las casetas, en La Maestranza y en todos los confines de una ciudad que vivía entre mil problemas, pero que encontró la oportunidad de ser feliz y de manifestar su orgullo. No en balde, el Betis era el cuarto equipo que alcanzaba el honor de campeonar tras los tres históricos más históricos: el Barcelona, el Athletic y el Madrid.

La Feria de 1935 duró cuatro días -del jueves 25 al domingo 28- y estuvo pasada por agua. Pero, en conjunto, quedó un magnífico recuerdo de ella. Así al menos lo recogieron los periódicos de la época, que destacaron el enorme gentío que se dio cita en las casetas y las auténticas multitudes que frecuentaron la calle del Infierno.

La noche del miércoles 24 de abril tuvo lugar la prueba del alumbrado y esa misma mañana había llegado a la estación de Plaza de Armas el presidente del Consejo de Ministros, Alejandro Lerroux, un camaleón político que lideraba el Partido Republicano Liberal, y que en aquellos días se hallaba negociando una nueva coalición con la fuerza hegemónica de la derecha española, la CEDA.

Empezaba la Feria, pero los futbolistas del Betis no llegaron a pisarla siquiera, ya que ese mismo miércoles en el que llegó Lerroux la expedición verdiblanca partía con destino a Santander.

Una breve nota de "El Liberal" contaba que: "Fueron despedidos los jugadores béticos por numerosos aficionados, que les aplaudieron y animaron para su lucha definitiva". En el orden deportivo la noticia más destacada era la ausencia de Timimi por lesión y la vuelta al equipo de Saro, quien no había podido jugar el partido anterior contra el Sevilla en el Patronato, que acabó con empate a dos.

Esa igualada contra el eterno rival, sin ser buena, tampoco había sido tan mala noticia, ya que el Madrid (segundo clasificado) fue estrepitosamente goleado en Barcelona por 5-0. Ambos resultados colocaban al Betis con un punto más que los madridistas, aunque, eso sí, lo obligaba a empatar al menos en tierras cántabras para alzarse con el título.

A principios de semana se supo que la directiva del Betis había enviado un telegrama a la sede barcelonista felicitándoles por el triunfo y eso sentó muy mal en algunos ambientes capitalinos. Desde ese momento, en los periódicos de Madrid se pudo leer de todo. A veces a favor del Betis y, las más, en contra.

Sobre todo, en esos medios nacionales que durante toda la temporada le habían estado negando el pan y la sal a los verdiblancos, pronosticando cada semana que ya llegaría la hora de que se cayeran del pedestal y sin otorgarles nunca la entidad suficiente como para que pudieran proclamarse campeones.

Un auténtico aluvión de descalificaciones que desde Sevilla se combatieron con orgullo. Tarea en la que destacó el gran Andrés Martínez León, pintor e ilustrador, bético de raíz y una celebridad en ese tiempo. Su personaje "Oselito", luchando contra todos vestido de Betis, fue el mascarón de proa en aquella batalla desigual contra los grandes medios de Madrid.

En los días siguientes, quizá lo más directo fue lo publicado por El Heraldo de Madrid al criticar los lamentos madridistas por la derrota en Las Corts. Por eso escribió: "Y ahora mucho cantar las bellezas de Santander y mucho mandar delegados a ofrecer primas de mil pesetas a los ingenuos jugadores del Racing".

Esta versión de la supuesta prima madridista a los santanderinos se mantuvo en el tiempo y abiertamente fue citada por el periodista sevillano Manuel Benítez Salvatierra (César del Arco) en el libro "Medio Siglo del Fútbol Sevillano", editado en 1958.

Más contemporáneamente, el reportero Victorio Duque de Seras, alma mater del formidable documental "La foto del siglo" que recrea el título bético de 1935, publicó en 2015 un artículo en el diario "El País" sobre este mismo asunto en el que se podía leer:

"El entrenador bético, Patrick O'Connell, y su jugador Larrinoa, que habían pertenecido al equipo cántabro, se acercan al hotel donde está concentrado el Racing para saludar y "sondear" el ambiente.

-Vosotros ya no os jugáis nada. Mañana no os mataréis para ganarnos, ¿no?, pregunta O'Connell.

-Lo siento, míster. El Madrid nos está presionando para que os ganemos. Nuestro presidente, José María de Cossío, que es madridista, nos da mil pesetas por cabeza si os ganamos".

Nada de esto sabían aún lo jugadores del Betis cuando, dos días antes, viajaban en el autobús del club, "La Flecha Verde", camino de la capital de La Montaña. Perseguían la gloria al tiempo que dejaban atrás una ciudad que el jueves 25 de abril estrenaba una nueva Feria.

Una Feria instalada en el Prado de San Sebastián que contaba con 35.000 bombillas más que el año anterior y que había ampliado su perímetro. El cartel anunciador lo había pintado el artista sevillano Juan Balceras de Fuentes y mostraba a una estilizada mujer vestida de flamenca, tras la cual se podían ver el escudo de la ciudad y las siluetas de la Giralda, la Catedral y la Torre del Oro.

Las primeras horas del jueves son de gran animación. Se hacen presentes caballistas y amazonas junto al mucho público que va llenando las casetas. Pasado el mediodía llega al Real, en automóvil, el presidente Lerroux, que viene del Palacio Arzobispal de cumplimentar al cardenal Ilundain.

García Lorca

Pero ese jueves no sólo es noticia la presencia en Sevilla del presidente del Consejo de Ministros. También lo es la del poeta Federico García Lorca, que ha llegado a la Feria invitado por un bético insigne como Santiago Montoto y al que ha acogido como huésped en los Reales Alcázares Joaquín Romero Murube -otro gran bético-, entonces alcaide del recinto monumental.

A las dos de la tarde, en la caseta "La Venta de los Gatos", Federico come con un grupo de buenos amigos de la Tertulia del Arenal, entre los que se cuentan Jorge Guillén, Antonio Núñez de Herrera, Andrés Martínez de León, Manuel Chaves Nogales, Gustavo Bacarisas, José María del Rey Caballero, Manuel Sánchez del Arco y los mencionados Montoto y Romero Murube. Así lo atestigua una hermosa foto que publica el diario madrileño "Ahora", que dirige Chaves Nogales, en las páginas gráficas de su edición del sábado 27.

Por la tarde, en La Maestranza, la primera corrida de Feria tiene poco lucimiento. Ganado de Esteban González y discretas faenas de Chicuelo, Manolo Bienvenida y Lorenzo Garza. Los tres le brindaron sus primeros toros a Lerroux. En el diario ABC el crítico Gregorio Corrochano dejará escrito que: "Los toreros no hicieron ningún esfuerzo por dar sensación de Feria de Sevilla".

Ese mismo jueves 25 llega el Betis a Santander. Se aloja en un hotel de la capital cántabra y enseguida los futbolistas salen a caminar por la ciudad. En el paseo de Pereda los aborda el periodista Mariano Perla, quien días más tarde publicará un amplio reportaje en el Semanario Gráfico AS, antecedente del actual periódico deportivo.

Habla con Urquiaga, Areso, Aedo, Lecue, Gómez y Unamuno y pone de manifestó la fascinación que despiertan los jugadores verdiblancos. Cita textualmente que:

"Un muchacho, santanderino de pura cepa y racinguista, contempló con cierta admiración a los héticos, y, dirigiéndose a otro chaval, dijo:

- ¡Vaya! Ahí van los campeones.

- Unamuno sonrió y volvióse hacia Areso:

- Todavía no, ¿verdad?

- ¿Cómo todavía no? Campeones desde ya".

Ese era el ánimo con el que viajaron los béticos a Santander. Con la única obsesiva idea de ganar. Una victoria que valía un título.

Al día siguiente, cuando llega el viernes 26 de abril, los jugadores del Betis se ejercitan en El Sardinero. La expectación es enorme y así lo pone de manifiesto el periódico local "La Región", que publica lo siguiente:

"Los entrenamientos realizados por los béticos sobre el escenario de la gran final fueron presenciados por centenares de aficionados, quienes quedaron gratamente impresionados por la forma espléndida e impecable de la suntuosa embajada sevillana".

Se informa asimismo de que frente a las taquillas (instaladas, según se cita, en el "Bar Piquío): "se establecieron varias e interminables filas indias al objeto de proveerse la correspondiente localidad para presenciar el partido".

Por último, se comunica que se retrasará la salida de los trenes en la tarde del domingo para facilitar el traslado de los muchos espectadores que acudan al partido y la directiva del Racing anula todos los pases de favor, incluidos los de los niños de las escuelas públicas a los que habitualmente invita.

En Sevilla, por su parte, el cielo se estropea a medida que va pasando el viernes de Feria, lo cual no impide que en las casetas donde se dan cita los béticos se siga brindando por el gran éxito que cada vez está más cerca. Casetas como la de la Tertulia Bética "Los Pepinales", la que lleva por nombre "El 15" y la propia del Betis, que incluso merecerán premios municipales por su cuidado exorno.

Esa misma noche se pone a llover, aunque, por lo menos, se salva la corrida de toros, que tampoco es vistosa. Ocho toros de Carmen de Federico para Niño de la Palma, Cagancho, Diego Gómez "Laíne" y Luis Castro "El Soldado". Eso sí, se llena la plaza.

Acude de nuevo al festejo el presidente Lerroux, quien se da un último paseo por la Feria antes de tomar el tren que lo devuelve a Madrid. A esas horas ya llueve intensamente sobre Sevilla. Unos chaparrones desatados que se prolongan durante todo el sábado. La Feria se queda vacía e incluso se suspende la corrida de toros. Sólo empieza a mejorar cuando llega la noche.

El Betis, en Santander, se toma el sábado como día de reflexión y descanso. Apenas salen del hotel y míster O'Connell vigila todos los detalles. En los periódicos se conjetura mucho y se informa poco. Se habla de la importancia del partido, de la respuesta que dará el Racing y del momento decisivo al que se enfrenta el Betis. Pero en ningún sitio se dice nada nuevo.

En cuanto al fútbol, todo el mundo da por seguro que Saro va a jugar como extremo derecho en sustitución de Timimi y que la banda izquierda la ocupará Caballero.

Amanece el domingo en Sevilla y la tensión en la ciudad va subiendo a medida que se despereza el día. Está nublado y amenaza lluvia. Mucha gente en la Feria por la mañana, a la espera de que sean las cuatro de la tarde, que es la hora fijada para el comienzo del partido de Santander.

Previsores y esperanzados, los aficionados béticos disponen distintos lugares en la ciudad para recibir las noticias que vayan llegando de Cantabria. Los despachos y bares habituales, a los que en las últimas horas se ha sumado la línea instalada en el campo de Nervión, donde a las cinco de la tarde recibe el Sevilla al Donostia. Todo el mundo quiere saber qué ocurrirá en la gran final del Sardinero. En el partido de los partidos.

Campeones

Y lo que pasa es que el Betis ya va ganando por 0-2 a los 5 minutos, goles de Caballero y Unamuno. Desde ese momento, el título está en el bolsillo. Los verdiblancos pasan por encima del Racing y le endosan un abultado 0-5. Unamuno hace 2 más hasta conseguir el hat-trick y Caballero suma otro para rematar el doblete.

Cuentan las crónicas que en Nervión se recibe la goleada bética con aplausos y en La Maestranza hay momentos en que aquello es el delirio, mientras que los novilleros Juanito Valenciano, Venturita, Revertito y Daniel Luca de Tena lidian el ganado de Clairac.

Una pizarra va informando de los goles y las ovaciones no cesan. Sobre todo, en las casetas béticas de la Feria. Y como la tarde está metida en agua, hay quien apunta el resultado en un paraguas y así se pasea por todo el Real.

El diario ABC informa asimismo que: "En los barrios la chavalería bulliciosa improvisó manifestaciones, dándose vivas al Betis campeón. En los parabrisas de muchos automóviles se pintaron letreros con el tanteo y con expresivos vivas".

En los vestuarios del Sardinero el júbilo es indescriptible. Así lo confirman las declaraciones del capitán Unamuno: "Estamos orgulloso del triunfo. Tanto mis compañeros como yo hemos visto recompensado nuestro esfuerzo, nuestro entusiasmo. Durante toda la competición hemos procurado dar el máximo rendimiento. Por ello, este éxito final, frente a un equipo duro y cohesionado y ajeno siempre a todo lo que no sea un recto proceder deportivo, nos llena de júbilo. De momento, hemos llegado a la meta en nuestras aspiraciones".

El triunfo bético, ahora que ya es un hecho, se glosa positivamente en casi todos los periódicos nacionales. Ha nacido una estrella, vienen a decir. Alguien ha llegado, por fin, al Olimpo al que sólo tenían acceso los más grandes.

La expedición bética duerme en Santander y al día siguiente sale para Bilbao. A las dos y media llega a la sede del Athletic, donde el directivo vasco Juan Bengoechea le entrega la Copa a Victorio Unamuno. Todos posan con el trofeo y con los guarismos del marcador de El Sardinero. En la calle se agolpa el gentío y una multitud acompaña y despide a "La Flecha Verde" camino de Sevilla.

Mientras tanto, en la secretaría del Betis, en la calle Bilbao, se agolpan los telegramas de felicitación. Y se hacen planes. Las autoridades municipales se apresuran a cumplimentar a los verdiblancos, le ruegan "a los béticos que pretendan salir con sus automóviles a recibir al equipo, que no vayan más allá de Carmona" y anuncian el itinerario que seguirá la comitiva cuando llegue el martes por la tarde.

A los sones de la banda de música del Hospicio, entrarán por la Puerta Jerez, se situarán ante el Hotel Municipal (el Alfonso XIII, entonces rebajado de realeza) y desde allí, acompañados por el alcalde y el delegado de festejos, se dirigirán al Ayuntamiento en cuatro coches enjaezados a la andaluza a los que les abrirá paso una sección de la Guardia Municipal montada. En la Casa Consistorial los recibirá la Banda Municipal.

Y así ocurrió. Los campeones llegaron a Sevilla a las ocho de la tarde del martes 30 de abril y la ciudad fue feliz con el nombre del Betis en la boca y en los corazones.

Una noche para la leyenda cuando apenas se había ido la Feria de aquel año, la más hermosa de todas las vividas por el Betis.

Gloria a Mister Patricio O'Connell y gloria a Urquiaga; Areso y Aedo; Peral, Gómez, Larrinoa; Saro, Adolfo, Unamuno, Lecue y Caballero (los que jugaron en Santander) y a los que deben sumarse Timimi, Espinosa, Rancel y Pepe Valera.

Los héroes de una prodigiosa gesta que hemos querido recordar 87 años después.

En estos días memorables en que el Real Betis puede presumir con orgullo de ser el campeón de la Copa del Rey.