Ante Ourense logramos la más plácidas de las victorias de toda la temporada.

Seguimos mejorando con el paso de las semanas

Dos triunfos frente a una única derrota, ante el líder, consolidan a un equipo que va claramente a más.

Hace tiempo, y bien cierto es que se ha venido reflejando en las distintas comunicaciones que hemos efectuado a través de este boletín, hemos venido diciendo que al equipo de baloncesto se le iba viendo otro aire, incluso cuando aun a pesar de ello, no servía para enlazar una racha de victorias por mínima que fuera. Después de esos primeros brotes verdes, de rachas de buen juego, de momentos donde se empezaba a vislumbrar un equipo sobre la cancha, empezaron a llegar triunfos, de manera aislada y que, con el paso de las semanas, fueron cada vez más frecuente. Ahora, en los últimos tiempos, hemos alcanzado otro status, aquel donde se gana más que se pierde, y miramos más hacia arriba que hacia abajo, sabedores, no obstante, que el mal arranque de la competición y el lógico periodo de adaptación que requirió el técnico sustituto, nos ha lastrado de una manera casi definitiva a la hora de pensar en una hazaña clasificatoria.

Durante las últimas semanas solo se han podido disputar tres jornadas de liga, que saldamos con un particular balance de dos triunfos contra una derrota. La primera de esas victorias sucedió en San Pablo, frente al Orense, a quien vencimos por un contundente marcador (72-48) después de haber disfrutado de los mejores momentos de juego del equipo en toda la campaña 2023/24, y es que ese segundo cuarto, con parcial de 28-5, tardará mucho en olvidarse de la memoria de cuantos estuvieron en las gradas del pabellón aquella noche. Aquel triunfo, además, ejerció como bálsamo ante la abrupta salida del plantel de Branden Frazier, el hasta la fecha máximo anotador, y quien decidió por su cuenta abandonar la militancia verdiblanca.

La siguiente jornada tocaba visitar al líder en su cancha, una empresa que no parecía fácil, como finalmente acabó resultando. Un partido en el que nos mantuvimos con ciertas esperanzas hasta prácticamente el inicio del último cuarto, en el que los coruñeses demostraron el por qué de la distancia que, a día de hoy, separa a ambos equipos. Un juego coral, de bloque consolidado por parte de los gallegos al que solo pudimos y supimos ofrecer algo de resistencia en base a determinadas buenas rachas individuales, como las de Joaquín Rodríguez y Polanco, pero que fueron estériles entre otras muchas razones, por la falta de intensidad defensiva en el tramo final y la mucha desorganización en los sistemas de ataque béticos.

Nuestra batalla, en estos meses de competición, no nos da para ganar al líder, pero sí para pelear por partidos que al inicio del curso se nos iban, uno tras otro. Y así sucedió en la emocionante victoria frente al Fuenlabrada, 79-78, tras un partido en el que hubo tramos que por juego y marcador parecíamos tener todo bajo control, pero que acabó complicándose más de la cuenta (otra vez?), sobre todo tras el desastre en ataque y en defensa (ay, esa última posesión visitante) de los últimos casi dos minutos. Por fortuna, salió cara después de tantas veces que vimos la cruz y podemos dejar en positivo el recuerdo de un duelo donde ganar era lo único importante.

Estamos novenos en la clasificación, sí, a un solo puesto de las plazas que dan acceso al play off de ascenso, pero nada menos que a una distancia de cinco partidos, muchos cuando solo restan doce y que, prácticamente, nos obligan a no fallar más en los próximos meses. Así que, para no perder la perspectiva, nada mejor que pensar solo en el siguiente enfrentamiento y ya veremos dónde acabamos al final, que, seguramente será donde nos merezcamos.