Los jugadores del Real Betis posan con las camisetas blancas. De izquierda a derecha, de pie: Iglesias, Esnaola, Bizcocho, Cobo, Sabaté y López; agachados: Del Pozo, Olmedo, Aramburu, Biosca y Benítez.

HISTORIA / Cuarenta y cinco años de las camisetas blancas

En 1974 el Real Betis se vio obligado a vestir de blanco durante cuatro minutos en el campo del San Andrés debido al extravío del material deportivo del equipo

Por Manolo Rodríguez


Este domingo 20 de enero hará 45 años que el Real Betis jugó un partido con camisetas blancas. Uno de los hechos más singulares que ha registrado la historia bética en la época contemporánea. Una rareza que merece ser recordada con detalle.

Esta analogía tan poco deseada se produjo en la temporada 1973-74 en un encuentro jugado por el Real Betis en Barcelona contra la UE San Andrés. Acababa de iniciarse la segunda vuelta del campeonato de Liga y los verdiblancos iban francamente bien. Sumaban entre Liga y Copa siete partidos sin perder, eran líderes de Segunda y cabalgaban con solvencia hacia el ascenso que terminarían alcanzando.

Tan insólita historia tuvo su inicio el sábado 19 de enero de 1974. A media tarde vuela el equipo a la Ciudad Condal. Quince futbolistas convocados por el entrenador húngaro Ferenc Szusza. Al frente de la expedición viaja el vicepresidente segundo Leandro Fernández-Aramburu. En las puertas del hotel los esperan cientos de aficionados. Algo que valora al día siguiente la prensa catalana. El fervor de los béticos.

Una pasión que al día siguiente llena el campo de Santa Coloma. Hasta la bandera, como rezaba el tópico. Familias enteras, niños con los colores verdiblancos, niñas vestidas de flamenca? Todos con el Betis porque el Betis lo es todo. Un símbolo universal de la tierra andaluza.

La taquilla supera los dos millones de pesetas. Una barbaridad. Dicen los periódicos que más dinero y más público que cuando el Real Madrid vino a jugar contra los barceloneses una eliminatoria de Copa en 1972. Ambientazo por todo lo alto con el público sentado a escasos centímetros de la línea de banda.

Al San Andrés lo dirige el veterano técnico Fernando Daucik (entrenador del Real Betis de 1960 a 1962 y, posteriormente, en 1968) quien una hora antes del partido anuncia una alineación con marcados tintes conservadores. Lo normal ante el todopoderoso líder. Szusza, por su parte, sale con el esquema fijo de las últimas semanas. La única novedad es la vuelta al equipo del lateral Cobo.

Las alineaciones que se escriben en las pizarras son las siguientes:

UE San Andrés: Comas; Rodri, Paquito, Moya; Tovar, Curta (García, m.70); Serena, José Manuel, Martín, Patro (Díaz, m.45) y Rivero.

Real Betis: Esnaola; Bizcocho, Iglesias, Sabaté, Cobo; López, Olmedo, Biosca; Del Pozo, Aramburu (Mamelli, m.70) y Benítez.


El partido está anunciado para las doce menos cuarto de la mañana, pero llegado el momento los jugadores no saltan al terreno de juego. El encuentro se retrasa y la gente se impacienta. Veinte minutos más tarde se conoce la razón de la tardanza.

Lo que está pasando es que los baúles del Real Betis no han llegado al estadio. No tienen ropa ni botas. La agencia de viajes encargada del traslado del material del equipo ha enviado por error los bultos a la localidad de Martorell en vez de a Santa Coloma.

El vicepresidente Fernández-Aramburu hace toda clase de gestiones para agilizar la llegada del material, pero pasan los minutos sin que se solucionen las cosas. Durante tres cuartos de hora se espera que aparezcan los baúles. Todo el mundo empieza a mostrar nerviosismo y, pasado ese tiempo, el árbitro vasco Olasagasti Echániz exige que se inicie el partido. El campo está lleno a rebosar y no se pueden correr riesgos con el público.

El San Andrés, entonces, se ofrece a prestar todo lo necesario: camisetas, calzonas y botas. Los jugadores béticos se visten apresuradamente y a las doce y media salen al campo con el segundo uniforme del equipo local: elástica blanca (en cuyo centro figura el escudo del San Andrés), calzón negro y medias negras con vuelta roja.

La estampa es insólita. El Real Betis, ¡vestido de blanco! La ovación es enorme cuando los futbolistas se dejan ver en la hierba. Un enjambre de niños y mayores los acompañan en la foto oficial, donde, curiosamente, todos los pequeños visten gorras o camisetas verdiblancas, mientras que los jugadores lucen unos colores que no se parecen en nada a los del Betis.

Benítez oficia como capitán, la pelota echa a rodar y apenas a los cuatro minutos de partido se informa al árbitro que, por fin, han llegado los baúles. Olasagasti duda, pero los futbolistas del Betis le hacen ver que se sienten muy incómodos con unas botas que no son las suyas. El árbitro lo entiende y el capitán del San Andrés, Patro, también.

Con el permiso de todos, se detiene el juego para que se restablezca la normalidad. Los jugadores del Betis vuelven al vestuario, se calzan sus botas de siempre y aprovechan para vestirse con las camisetas verdiblancas y las calzonas blancas que les son propias.  Para ganar tiempo, lo único que no se cambian son las medias y retornan al terreno de juego con las que les había cedido el anfitrión, las negras con vuelta roja. Una equipación con la que se fotografiarán para la posteridad al salir de la caseta tras el descanso.

Más allá de todas estas extrañas incidencias, el partido no fue bueno. Empate a cero. Demasiadas distracciones y excesivo conformismo. El choque se trabó desde el comienzo y apenas hubo ocasiones de gol en ninguna de las dos porterías. El Betis apretó en la segunda parte, pero no tuvo fortuna con el arbitraje. Biosca fue objeto de un claro penalti no señalado y a Del Pozo se le anuló un bonito gol por fuera de juego posicional de Benítez.

Aquel era un Betis en el que Biosca aún jugaba de interior izquierdo (y metiendo muchos goles); en el que Rogelio seguía siendo el jefe del vestuario; en el que Esnaola era la gran figura que acababa de llegar esa temporada; en el que la jerarquía defensiva la ponían los experimentados Iglesias y Sabaté y en el que los delanteros de referencia eran los espigados Aramburu y Mamelli, sin olvidar al recién fichado Anzarda o a los rapidísimos Del Pozo y Benítez. Un equipazo.

Ese Betis subió de carrerilla esa campaña. Con una enorme autoridad y sacándole doce puntos de diferencia al eterno rival, que también militaba ese año en la división de plata, y al que en su momento derrotó en el Villamarín por un contundente 3-0. Tras su empate en Barcelona estuvo otros ocho partidos sin conocer la derrota y le dio enormes satisfacciones a una afición que se sintió muy orgullosa de su equipo.

Desde entonces, nunca más ha vuelto el Betis a vestir de blanco. Pudo haber ocurrido en Toledo en 1994, pero finalmente no pasó. Solo queda, pues, el recuerdo histórico de lo ocurrido aquella mañana de enero en el campo del San Andrés. Hace 45 años.