Luis Carriega hace uso de la palabra el día que se marchó del Betis en 1981. A su izquierda, junto al presidente Juan Mauduit, está Luis Aragonés, su sucesor. Ambos vivieron la experiencia de sentarse en los dos banquillos del fútbol sevillano.

HISTORIA | Nueve entrenadores para la historia del fútbol sevillano

Un irlandés, un checo, un argentino/chileno y seis españoles han sido los únicos técnicos que aceptaron el reto de compartir los banquillos de los eternos rivales


Por Manolo Rodríguez


En el siglo largo de fútbol que conoce Sevilla, sólo nueve entrenadores han prestado sus servicios en los dos equipos que dividen el corazón de la ciudad. Apenas un puñado de técnicos que se atrevieron a cruzar la distancia que separa el verde del blanco, o viceversa, y que fueron capaces de aceptar un reto que ya se sabe que en esta tierra es algo más que una mera cuestión profesional. Un irlandés, un checo, un argentino/chileno y seis españoles (por cierto, ninguno de ellos sevillano) tomaron en su día esa arriesgada decisión. Toda una aventura.


José Quirante, Patricio O´Connell, Sabino Barinaga, Antonio Barrios, Fernando Daucik, Luis Carriega, Luis Aragonés, Vicente Cantatore y Juande Ramos fueron los valientes que, alguna vez, estuvieron aquí y allí. Nueve nombres para la historia del fútbol sevillano que, a la luz de los tiempos, adquieren una dimensión especial cuando se analiza la tremenda apuesta que cruzaron contra la lógica ciudadana.


Quirante


El primero que se sentó en cualquiera de los dos banquillos fue un austero técnico llamado José Quirante, quien fichó por el Sevilla al inicio de la década de los 30. El club de Nervión estaba en Segunda y no acababa de obtener el ascenso. Tal fracaso molestó mucho a sus aficionados, que desataron contra él una agitada campaña que incluyó la colocación de pasquines por las calles pidiendo su cese. Y lo cesaron.

Quirante desapareció del paisaje local hasta que en 1947 fue contratado por un Betis que acababa de caer en Tercera. En Heliópolis corrían malos tiempos para la lírica y tan solo se mantuvo unos pocos meses en el cargo. Lo sustituyó Peral.


O´Connell


Mucho más densa y extraordinaria, particularmente en su faceta bética, es la historia de "Mister" Patricio O´Connell, el entrenador que ganó la Liga de 1935. Se estrenó en el Patronato en 1932 y marchó al Barcelona tras haber saboreado las mieles del título. Acabada la Guerra Civil retornó en 1940 a un Betis que ya jugaba en Heliópolis y dos años más tarde lo ascendió a Primera. Entonces fichó por el Sevilla. 


Fue el primero en saltar directamente de un foso al del rival y en Nervión permaneció durante 3 temporadas, aunque, eso sí, como ya dijimos alguna vez, él se consideraba bético y de este modo lo percibía la ciudad. Siguió frecuentando la Tertulia Bética (auténtico sancta santorum del beticismo) y se rodeaba de los aficionados que acudían a Heliópolis. Así lo confirmó el diario ABC de Sevilla tras su fallecimiento: "Aun cuando O´Connell llegara a entrenar en algún momento al Sevilla - ¡los disgustos que tuvo que aguantar Ramón Sánchez Pizjuán por aquello! - la verdad es que el "Míster" estaba formal y popularmente encuadrado entre el balompedismo". 


O´Connell volvió a la casa común de los béticos en 1946, pero para entonces el club ya tenía un pie en el abismo. No pudo evitar el descenso a Tercera y ni siquiera se sentó en el banquillo en la última jornada en Santander. Fue cesado días antes y el destino le evitó el inmenso dolor de asistir al momento más cruel de la entidad justo en el mismo campo donde alcanzó la gloria eterna.


Barinaga


Seis años después de que O´Connell abandonara el club, el Real Betis fichó a uno de los grandes futbolistas de su historia. Un veterano ilustre que se llamaba Sabino Barinaga, quien llegó al vestuario de Heliópolis una fría mañana de diciembre de 1953. Tras ponerse la equipación, se cuadró ante el General Sáenz de Buruaga y llevándose la mano a la cabeza con saludo marcial le dijo: "Mi General, aquí hemos venido a subir al Betis".

       

Y, en efecto, el equipo ascendió a Segunda aquella temporada. De ahí nace una fuerte vinculación de Barinaga con el club, que le llevaría a hacer sus primeros pinitos como entrenador en 1955. Su debut en Liga tuvo lugar en noviembre de 1959, invirtiendo los papeles con el anterior preparador, el uruguayo Enrique Fernández, que pasó a la secretaría técnica, mientras que Barinaga, viniendo de los despachos, se puso al frente del banquillo.


Abandonó el Betis en 1960 y en 1966 fichó por el Sevilla. No acabó la temporada en Nervión y en el último tramo de la campaña 1967/68 retornó al Betis, cuando el equipo luchaba por sobrevivir. No lo consiguió, pero la directiva lo mantuvo como entrenador en Segunda, aunque tampoco le fueran bien las cosas. Apenas permaneció 9 partidos.


Barrios


Volviendo atrás en el tiempo, en el ejercicio 1957/58 el Real Betis fichó a Antonio Barrios. El hombre de los ascensos y los desaires. Llevó al club a Primera el año de su debut y lo clasificó 6ª en la siguiente. Pero al final de esa campaña tuvo un grave desencuentro con Benito Villamarín y abandonó Heliópolis. En 1960 ficha por el Sevilla, donde permanecerá hasta 1963, sentenciado por una derrota de los blancos en Elche, nada menos que por 8-1.


Años más tarde, sin embargo, se reescribe la historia. Mediada la temporada 1966/67 el Real Betis vuelve a llamar a Barrios, quien, como la primera vez, lleva a los verdiblancos a la máxima categoría, tras ganarle la promoción al Granada. Se convierte en un ídolo para el beticismo y por eso cae como una bomba que apenas unas semanas después del ascenso haga público su compromiso con el Sevilla. El escándalo es enorme, hasta el punto de que la directiva bética, presidida entonces por Julio de la Puerta, emite una nota en la que acusan a Barrios y sus "eternos rivales" de falta de ética. Pero la vida sigue y Barrios inicia con el club de Nervión la temporada 1967/68 con escaso éxito. Es cesado a mitad de campeonato.


Por fin, en la campaña 1969/70, cuando ya las aguas se han apaciguado, Antonio Barrios vuelve al Betis. A pesar de una muy buena segunda vuelta el equipo se queda a un punto del ascenso, éxito que alcanza de forma brillante en la siguiente temporada, proclamándose campeón de Segunda. Se queda un año más en Primera, pero lo cesan a mitad del ejercicio. Le reemplaza el húngaro Ferenc Szusza. Es la última aventura bética del único entrenador que lo ascendió tres veces. El "Tito Antonio", como lo llamaba cariñosamente el artista Pepe da Rosa en el inolvidable programa radiofónico del "Tío Pepe y su sobrino", que emitía Radio Sevilla cada lunes.


Daucik


La experiencia del checo Fernando Daucik es muy distinta a la de Barrios. El que fuera "mister milagro" en el Barcelona y en el Athletic de Bilbao entrenó al Real Betis durante 3 temporadas consecutivas, de 1960 a 1963, aunque en la última lo reemplazara Ernesto Pons. Eran años tranquilos en los que el club se asentaba en Primera División e incluso llevó al equipo a disputar una semifinal de Copa.


De ahí, tras un año por medio, recaló en Nervión, concretamente en la 1964/65, donde realizó una temporada gris. En 1968 volvió al Betis en Segunda y alejado de los puestos de ascenso, precisamente para relevar a Barinaga. Aquello no acabó de funcionar y apenas cinco meses después fue destituido. 


Carriega


Luis Carriega, a su vez, también es un caso digno de análisis. El llamado "gallego sabio" entrenó al Sevilla durante 3 temporadas seguidas, de 1976 a 1979, y a los tres meses de haberse ido de Nervión fichó por el Betis para suplir a León Lasa, cuando apenas se llevaban jugadas 2 jornadas del campeonato. Un cambio de acera en toda regla que conmocionó a la ciudad y trajo recuerdos pasados. Un gesto entre valiente e irresponsable que hizo correr ríos de tinta. Y una apuesta muy osada por parte de los dirigentes del Betis, que ponían toda la carne en el asador por un profesional que aparecía muy vinculado a la historia reciente del eterno rival.

 

Pero Carriega tenía anchas espaldas y una inteligencia natural que le permitía navegar por todas las aguas. Un tipo fascinante que se las sabía todas. Socarrón y taimado, controlador y divertido, mantenía un justo equilibrio entre el fútbol antiguo y los nuevos modelos tácticos que ya empezaban a imponer holandeses y alemanes. Un excelente motivador y un grandísimo relaciones públicas. 

Con el Betis hizo 2 fantásticas temporadas (5º y 6º en la tabla, respectivamente, aquella goleada por 4-0 al Sevilla, los triunfos de prestigio en el Nou Camp y el Calderón, etc) y eso lo proyectó en 1981 al Atlético de Madrid. Se fue con el escudo de esmeraldas y brillantes que le concedió el club, pero volvió en 1985, salvando al equipo del descenso. Renovó por una campaña, pero no la culminó, cediéndole el testigo a Luis del Sol.


Luis


Luis Aragonés, por su parte, fue entrenador del Real Betis en dos ocasiones y pudo haberlo sido una tercera. Sin embargo, su paso por el banquillo verdiblanco dejó más sombras que luces. Y no tanto por los resultados deportivos, como porque siempre dijo adiós de manera inesperada y sorprendente. 


La primera vez fue en el verano de 1981. Luis sustituyó a Carriega y para el beticismo su contratación fue una buena noticia. Se trataba de un entrenador triunfador que, además, había sido jugador verdiblanco de 1961 a 1964. Pareció integrarse de inmediato en el club y permaneció al frente de la plantilla durante toda la pretemporada. Pero el martes 22 de septiembre, jugado ya el primer partido de Liga (al que no acudió), hizo oficial su dimisión, confesando padecer una artrosis cervical que le acarreaba unos terribles dolores de cabeza.

 

Pasaron los años y en 1989 Luis volvió a vincularse de manera efímera con el Betis. En las vísperas de la promoción contra el Tenerife y supeditado a que el Betis la ganara y se mantuviera en Primera. Asistió a los dos partidos, incluso dio las charlas tácticas a los jugadores, pero aquello terminó muy mal. Se produjo el descenso y, tal como estaba pactado, cada uno siguió su camino.


En 1993 fichó por el Sevilla, donde permaneció 2 temporadas, con buen nivel, aunque claramente superado por el Real Betis en la 1994/95. Y en 1997, tras la marcha del club de Lorenzo Serra, el presidente Manuel Ruiz de Lopera creyó que quien mejor podía reemplazarlo era Luis Aragonés. Lo contrató y en esa campaña 97/98 las cosas no terminaron de funcionar, a pesar de que el equipo llegó a clasificarse por los pelos para la UEFA. El público lo criticaba, pero el presidente lo defendía. Incluso lo galardonó con la insignia de oro y brillantes.


Al verano siguiente todo parecía transcurrir con normalidad hasta que en la    madrugada del martes 28 de julio de 1998 estalló la bomba. La plantilla estaba concentrada en el hotel Sancti Petri de Chiclana y en uno de los salones reunió Lopera a los jugadores. Era el octavo día de pretemporada. Allí les comunicó que Luis Aragonés acababa de dimitir. Una noticia que confirmó el propio entrenador, que ese día cumplía 60 años, arguyendo motivos familiares. Incluso dijo que se retiraba del fútbol.


Mucho se especuló con las causas reales de su marcha, pero, básicamente, se dijo que a Luis no le gustaba que Lopera tomara decisiones técnicas sin su consentimiento y que no estaba dispuesto a hacer ni un solo sacrificio más. Sentía que la afición lo había maltratado el año anterior y temía que el nivel de exigencia de este ejercicio fuera aún mayor, según lo que le oía a Lopera. Y era consciente de que no había mimbres para ello.


Por todas estas cosas, y alguna más, declaró que "hay quienes viven 365 días de rodillas y otros sólo un día, pero de pie". Y se fue a Madrid de inmediato dejando perplejo al beticismo. Principalmente a los futbolistas.


Cantatore


Tras la renuncia de Luis en 1998, la zozobra se adueñó de la entidad. Durante 23 días ofició como entrenador el portugués Antonio Oliveira (ex jugador del Real Betis en 1979, precisamente a las órdenes de Carriega) y cesado el luso el club contrató al argentino, aunque nacionalizado chileno, Vicente Cantatore, un exitoso técnico que previamente había dirigido al Sevilla durante 2 temporadas, de 1989 a 1991. 


Pero su paso por el banquillo del Real Betis fue muy breve, estando al frente de la plantilla verdiblanca sólo en 7 partidos de Liga y en 3 de la Copa de la Uefa. Dimitió de su cargo el 25 de octubre de 1998, siendo reemplazado por Javier Clemente. Se fue porque, según dijo, "ya no puedo aportar más". Ni una mala palabra para nadie.


Una caballerosidad que quedó ampliamente demostrada durante su efímera estancia en la entidad, en la que Vicente Cantatore dejó para siempre una indudable imagen de conocimiento y elegancia.


Juande


Juan de la Cruz Ramos Cano es, por el momento, el último entrenador que ha pilotado a los dos grandes expresos del fútbol sevillano. Fue contratado por el Real Betis en junio de 2001, con el propósito de que asentara al equipo en la máxima categoría después del agónico ascenso de Jaén, y no sólo cumplió con creces ese mandato, sino que llevó a Europa al conjunto verdiblanco. Lo clasificó para la Copa de la Uefa con un fútbol vertiginoso y vertical en el que destacaron sobremanera algunos futbolistas que nunca antes, ni después, ofrecieron el rendimiento que mostraron a sus órdenes.


Todo el mundo (afición y jugadores) hubieran deseado su continuidad, pero el propietario del club tenía otras intenciones. Él mismo quería seguir vinculado al Betis y por eso se fue entre lágrimas el día que se despidió del periodismo.


Tras un breve paso por el Espanyol y el Málaga, recaló en el Sánchez Pizjuán en 2005 para convertirse en uno de los entrenadores más exitosos del eterno rival. Permaneció 2 temporadas completas y, recién iniciado el campeonato en la tercera, abandonó inopinadamente Nervión para fichar por el Tottenham inglés. 

Desde entonces, octubre de 2007, ningún otro técnico ha completado la osada peripecia de intentar ser profeta en tan distintas tierras.


Sin duda, nueve nombres para la historia del fútbol según Sevilla.