A la espalda del recogepelotas se puede ver uno de los fragmentos de las lonas que se situaron tras las porterías de Heliópolis.

HISTORIA | Lonas simulando al público

En 1993, en un partido de la selección, se colocaron en las tribunas de Gol del Villamarín unos lienzos en los que aparecían pintadas las caras de los supuestos espectadores

Por Manolo Rodríguez

En unos días retorna la pasión del fútbol. Y ya se sabe que la Liga es la vida, como rezaba una feliz campaña publicitaria de hace unos años. El gran asunto que interesa siempre y que, de nuevo, hará posible que se movilice un país que está más necesitado que nunca de volver a los rituales cotidianos. A la normalidad, aunque sea nueva, de los goles y del calendario, de la alegría y los disgustos, de los sueños y las realidades. 

El gran dolor es que, al menos de momento, no habrá público en los graderíos. Faltará el calor de los aficionados, con sus cánticos y sus banderas, y eso obligará a nuevas fórmulas que permitan trasladarles a los jugadores y a los telespectadores la sensación de que se encuentran arropados por el entusiasmo de sus fieles.

Mucho se viene hablando sobre lo que se podría hacer en tal sentido y también en esto existe algún precedente que tiene como protagonista al Real Betis y a su estadio Benito Villamarín. Otra revelación de que el Betis siempre fue pionero y adelantado en casi todo.

Un precedente ocurrido en 1993, concretamente el 24 de febrero de aquel año, cuando la Federación Española de Fútbol decidió que se jugara en Heliópolis un partido internacional que enfrentaría a España contra Lituania en el marco de la clasificación para el Mundial de Estados Unidos de 1994.

El problema entonces fue que la normativa de la FIFA impedía la venta de entradas en las localidades de pie. En base a ello, las tribunas de Gol Norte y de Gol Sur habrían de estar vacías. La Federación barajó distintas soluciones y en lo primero que pensó fue en instalar asientos provisionales en dichas tribunas. Pero lo desechó enseguida por resultar muy complejo, caro y arriesgado, ya que no había ninguna certeza de que el público fuera a llenar esas gradas.

Por ello, optó por colocar unas lonas simulando al público que fueron situadas tras las porterías para evitar que se viera el cemento. El seleccionador nacional, Javier Clemente, muy preocupado con este asunto, reconoció que: "Los carteles que se han colocado pueden parecer de cachondeo, pero son necesarios para que los jugadores se sitúen. Cuando hay público existe una referencia óptica de tiro y no habiendo nada se pierde esa referencia".  

De la confección de estos lienzos se encargó una firma prestigiosa como El Corte Inglés, que los regaló en su integridad e incluso destinó a uno de sus ejecutivos más brillantes en Andalucía (el responsable de relaciones externas, Nicolás Muela), para que la Federación se hallara atendida en todo momento y pudiera encontrar en estos elementos justo lo que pretendía.

Con ese insólito paisaje la selección española derrotó por 5-0 a Lituania. Marcaron Cristóbal, Baquero, Beguiristáin, Christiansen y Aldana. Acudieron al Villamarín unas diez mil personas y las alineaciones fueron las siguientes:

España: Zubizarreta; Ferrer, Alcorta, Giner; Cristóbal, Guardiola, Guerrero (Aldana, m.63), Lasa; Baquero, Julio Salinas (Chistiansen,m.68) y Beguiristáin.

Lituania: Martinkenas; Buzmakovas, Vainoras, Mazeikis, Janoni; Zdancius, Tereskinas (Zuta, m.68); Sukristovas, Ivanauskas, Fridikas; y Baranauskas.  

Las lonas, en las que aparecían pintadas las caras de los supuestos espectadores con colores muy vivos, fueron, lógicamente, la comidilla de la noche. Preponderaba el verde, algo que gustó a un público mayoritariamente bético, y según algunos comentarios jocosos fue lo que provocó el despiste inicial de los lituanos, que a los 17 minutos ya perdían por 3-0. 

En el Betis de la época no se dijo nada especial sobre aquella novedosa fórmula. No estaba el horno para muchos bollos. A los verdiblancos se les escapaba el objetivo del ascenso y apenas unos días más tarde cesaron al entrenador Jorge D´Alessandro y le rescindieron el contrato al jugador checo Roman Kukleta, de quien contaban los directivos que: "Hasta tal punto llegaba su desahogo, que encendía un cigarro en el vestuario cuando el entrenador estaba dando la charla táctica".

Localidades vacías

Dos meses más tarde, en el mes de abril de 1993, volvió la selección al campo del Betis. El día 28, miércoles de Feria. La primera vez que el combinado nacional jugaba en Sevilla en días de farolillos. Esta vez el rival fue Irlanda del Norte y desaparecieron las lonas tras las porterías. La experiencia anterior no había convencido a nadie. Se permitió que en las primeras filas de las tribunas de Gol se sentaran unos pocos aficionados, pero por encima de ellos ya no hubo otra cosa más que localidades vacías.  

Ganó España por 3-1 en un partido muy malo, con dos goles de Julio Salinas y uno de Fernando Hierro. Acudieron a Heliópolis dieciocho mil personas y quedó patente el divorcio entre la afición hispalense y Javier Clemente, a quien se le criticaba que quisiera llevarse de Sevilla a la selección, algo que siempre negó el seleccionador, pero que no tardaría en suceder.

Las alineaciones de ambos equipos nacionales en aquella fresca noche de Feria fueron las siguientes:

España: Zubizarreta; Ferrer, Alcorta, Giner; Fernando Hierro, Aldana, Guerrero, Toni; Beguiristáin (Baquero, m.77), Julio Salinas y Claudio (Kiko, m.58).

Irlanda del Norte: Wright; Fleming, McDonald, Worthington Donaghy; Taggart, Wilson, O´Neill (Dowwie, m.72), Black (Denninson, m.72); Hughes y Gray.

La última vez que la selección española jugó en el Villamarín sin público (y sin lonas) tras las porterías fue el 7 de junio de 1995. Esta vez el rival fue Armenia, en partido correspondiente a la clasificación para la fase final de la Eurocopa que se jugaría en Inglaterra en 1996. El equipo nacional lo tenía prácticamente hecho y quizá por esto el encuentro llegó sin pulso en las vísperas. Además, la semana se había abierto con lluvia débil.

Debido a las normas de seguridad de la FIFA, el aforo del estadio queda reducido a 21.000 espectadores. Los dirigentes federativos y, el propio seleccionador Javier Clemente, reiteran su llamamiento a la afición, conscientes de la escasa expectación que ha despertado el choque, y ni los más optimistas prevén que se cubra algo más de la mitad de los asientos del Villamarín.

El único incentivo para los béticos quizá fuera la presencia del delantero Ángel Cuéllar, figura del equipo verdiblanco en aquella época, aunque no parecía probable que fuera a jugar de salida. 

Con este pobre ambiente, saltan los jugadores al césped del Villamarín a las nueve y media de la noche. Mínima asistencia. Ni diez mil personas, a pesar de que a última hora se regalan muchas entradas.  Dirige el partido el luxemburgués Roger Philippi y las escuadras presentan a los siguientes hombres:

España: Zubizarreta; Belsué, Alkorta, Abelardo, Aranzábal; Luis Enrique, Nadal, Hierro, Amavisca; Julen Guerrero (Caminero, m.78) y Goicoechea (Julio Salinas, m 46).

Armenia: Abrahamian; Tonoyan, Sosoukiassian, Valdanian, Nighoyan (T. Petrossian m.70); Haovsepsian, Tahmazian, Petrossian (V.Avetissian, m.77), Shahgheldian;  Arsen Avetissian y Mikhitearian.

El partido es un horror. No hay fútbol ni ocasiones y sólo un penalti en el minuto 64 le permite a Fernando Hierro hacer el único gol del partido, que trae aparejada la expulsión del zaguero armenio Valdanian.

Clemente y Cuéllar

Sin embargo, ese no es el asunto de la noche. El protagonismo es absoluto para Clemente, que en el descanso saca a Julio Salinas por Goicoechea y hacia el cuarto de hora de la segunda parte pone a calentar a los dos únicos jugadores de campo que le quedan en el banquillo: Caminero y Cuéllar, ya que Donato no ha podido comparecer por una bursitis.

A partir de ese momento, el público empieza a reclamar la presencia de Ángel Cuéllar. La petición va in crescendo conforme pasan los minutos, pero en el minuto 78 llega la gran decepción: Clemente sienta al bético y mete en el campo a Caminero.

Esto disgusta mucho a los aficionados. Tanto, que los ánimos anteriores se tornan ahora en griterío e insultos. Al seleccionador lo visten de limpio desde las tribunas y ya no hay tregua en el rato que queda de partido.
La airada protesta no deja indiferente a nadie. Clemente se defiende en la sala de prensa y, sobre todo, repite una y otra vez que no tomará represalia alguna contra la ciudad de Sevilla, algo en lo que igualmente coincide el presidente de la Federación Española, Ángel Villar.

Así de mal acabó todo. Y con represalia o sin ella, el caso es que Cuéllar no volvió a ser convocado nunca más y que la selección desapareció del Benito Villamarín hasta su reciente retorno en octubre del 2018, ya en el hermoso campo remozado, orgullo de los béticos, tan distinto de aquel de la mitad de los 90.

Y, por supuesto, las lonas tampoco se vieron nunca más en Heliópolis.