HISTORIA | Exilio final en La Cartuja

El Real Valladolid, en el mes de mayo de 2008, fue el último equipo visitante que se enfrentó al Real Betis en un partido de Liga jugado como local fuera de Heliópolis

Por Manolo Rodríguez

La Liga vuelve al Benito Villamarín un año más. Otra temporada que, como todas, nace marcada por la ilusión y los sueños. Un nuevo amanecer para la esperanza.

Esta vez, para desgracia general, no habrá público en las gradas del estadio. Ni riadas humanas buscando su destino al final de La Palmera. Ni cánticos ni ovaciones. Un paisaje que ya conocimos en los últimos meses y que deberá ser la obligada antesala de la normalidad que llevamos tanto tiempo esperando. El fútbol silencioso, hijo de la pandemia.

El rival que abre este nuevo curso en la casa de los béticos será el Real Valladolid. Un club con mucho pasado en sus visitas al Villamarín. Los pucelanos dejaron algún disgusto imponente, pero también fueron derrotados con claridad o necesidad por los distintos Betis que en el mundo han sido.

Pero, modernamente, quizá el recuerdo que mejor define al equipo blanquivioleta (como siempre lo llamó el tópico futbolístico) es el de haber sido el último visitante que se enfrentó al Real Betis en un partido de Liga fuera de Heliópolis. El postrero exilio que, por el momento, recoge la memoria bética.

Ocurrió en 2008. El 7 de mayo, exactamente. Se disputaba la antepenúltima jornada del campeonato y sobre el Betis pendía un castigo que se había ido demorando a base de recursos. Todo, como consecuencia de aquella desafortunada botella que le lanzaron desde la tribuna de Gol Norte al portero del Athletic de Bilbao, Armando, en un encuentro disputado en marzo y que el árbitro suspendió a raíz de este incidente en el minuto 69 de partido.

El Comité de Apelación dio por concluido el encuentro y clausuró el estadio por dos partidos que, según expuso en su resolución, debían cumplirse sin mayor dilación. Pero el Betis recurrió ante el Comité Español de Disciplina Deportiva y este organismo le concedió la suspensión cautelar del castigo, a la espera de pronunciarse sobre el fondo de la reclamación.

Esta decisión permitió que los verdiblancos pudieran jugar en Heliópolis los tres partidos siguientes que marcaba el calendario. Duelos que los enfrentó contra el FC Barcelona (aquel de la remontada por 3-2), el Levante y el Villarreal, equipo éste último al que, por cierto, entrenaba Pellegrini.

Pero cuando se acababa el mes de abril el CEDD decidió que los dos partidos de sanción que pesaban sobre el estadio se quedasen en uno, aunque, eso sí, exigiendo que dicho castigo se cumpliese de manera inexorable en el próximo encuentro oficial, que era el que debería jugar ante el Valladolid.

Al Betis se le abría la posibilidad de acudir a la Justicia Ordinaria, pero, con buen criterio, los juristas béticos desecharon tal posibilidad. No era cuestión de enredar más la madeja. Un partido de sanción estaba bien, aunque nunca volvieran a disputarse los minutos que se quedaron atrás contra el Athletic.

La decisión del CEDD de rebajar la sanción vino motivada por el atenuante de colaboración por parte de la afición en la localización del causante de la conducta prohibida. Algo que resultó importante a los ojos de todos. Fueron los propios espectadores de la tribuna de Gol Norte cercanos al agresor quienes lo denunciaron ante la Policía y ello puso de manifiesto que se había tratado de un hecho aislado por el que no sería justo castigar con dureza al conjunto de los aficionados béticos.

El responsable de aquel acto lamentable había sido un individuo de 42 años, identificado aquellos días en los medios de comunicación como Carmelo P.P. En un principio, fue absuelto por el juzgado penal 1 de Sevilla, pero en 2013 la Audiencia Provincial de Sevilla anuló dicha absolución y lo condenó a dos años de cárcel y al pago de una multa de 2.160 euros por sendos delitos de lesiones y desórdenes públicos, además de a indemnizar con 4.000 euros a Armando euros por las lesiones y secuelas sufridas por el futbolista. 

En el Betis, apenas conocerse que el partido contra el Valladolid debería disputarse fuera de Heliópolis, tomaron la decisión de que dicho encuentro se jugara en el estadio Olímpico de La Cartuja, al que se consideraba fuera de Sevilla, ya que el 57% de su superficie pertenece al municipio de Santiponce.

Era la cuarta vez que algo similar ocurría, pues en la temporada anterior, también por mor de las sanciones impuestas al club, el Betis ya había jugado en La Cartuja contra el Villarreal, la Real Sociedad y el Getafe.

El presidente entonces de la Sociedad estadio Olímpico de Sevilla, y secretario general para el Deporte de la Junta de Andalucía, Manuel Jiménez Barrios, confirmó de inmediato que el césped estaba "impresionante y perfecto" para jugar el fútbol y así lo corroboró el entrenador bético, Paco Chaparro, cuando acudió a inspeccionarlo. Como incentivo para la afición, las entradas rebajaron su precio un 25 por ciento.

Por fin, el miércoles 7 de mayo de 2008, a las ocho de la tarde, el balón echó a rodar en el Olímpico de La Cartuja con más de 40.000 espectadores en las tribunas. Arbitró el encuentro el colegiado gallego González Vázquez y las alineaciones fueron las siguientes:

Real Betis: Ricardo; Damiá, Juanito, Melli, Babic (Vega, m. 61); Juande, Arzu, Rivera; Odonkor (José Mari, m. 69), Sobis (Pavone, m. 46) y Mark González.

Real Valladolid:  Asenjo; Marcos, Javier Baraja, García Calvo, Cifuentes; Borja, Álvaro Rubio; Aguirre (Sisi, m. 70), Ogbeche (Víctor, m. 46), Óscar Sánchez (Alexis, m. 81); y Llorente.

En la primera parte el juego fue vigoroso, pero no hubo goles ni ocasiones. Mucho fútbol físico y sólo un duro disparo de Odonkor. En la continuación, sin embargo, se movió el marcador muy pronto. Otro remate del alemán lo desvió esta vez con las manos el central visitante García Calvo. Penalti que transformó el chileno Mark González.

Pero duró poco la ventaja. Enseguida empató Víctor y ya no se movió más el marcador, a pesar de que el Valladolid, dirigido entonces por Mendilibar, se quedó con un jugador menos en el tramo final por expulsión de Cifuentes.

Aquel empate no fue vistoso, pero sí eficaz, ya que aseguró matemáticamente la permanencia bética en una campaña que, como las anteriores, y las que vendrían, había tenido bastante más sombras que luces.

Esa temporada la había iniciado Héctor Cúper en el banquillo, pero en diciembre tuvo que ser llamado a filas Paco Chaparro. Santa cosa que equilibró al equipo y le dio cierto aire para vivir el curso sin grandes sobresaltos. Peor sería lo del año siguiente, justo cuando despidieron a Chaparro y el Valladolid se salvó en Heliópolis a costa del Betis.

Pero esa es otra historia. La que hemos querido contar hoy es la del último partido de Liga jugado por el Real Betis como local fuera de Heliópolis, el centro de su mundo. Un recuerdo que ya empieza a tomar distancia en el tiempo, mientras que seguimos esperando, y deseando, que el Villamarín vuelva a llenarse de banderas y, sobre todo, de béticos.