Los jugadores del Real Betis intentan conciliar el sueño en los sillones del aeropuerto de Moscú a la espera de embarcar hacia Tiflis.

HISTORIA | El viaje a Rusia de 1978

Madrugones, malas comidas e interminables horas de espera marcaron la visita del Real Betis a Tiflis para enfrentarse al Dinamo de Moscú en la Recopa de Europa

Por Manolo Rodríguez

El Betis vuelve a Rusia para disputar una eliminatoria continental. Otro acontecimiento que despierta evocaciones. Será esta la tercera vez que los verdiblancos acudan a la tierra de los zares, algo nunca más cierto que en este caso, ya que San Petersburgo, su próximo destino, fue la capital imperial durante más de dos siglos y la ciudad que sigue reivindicando ese origen como gran atractivo turístico.

La última visita verdiblanca a Rusia tuvo lugar en 2014. Fue a la lejana Kazán, en la República de Tartaristán, ciudad que recibió a la expedición bética con sus calles sepultadas en un manto de nieve de metro y medio de espesor. Allí ganó el Betis por 0-2 consiguiendo la clasificación para los octavos de final de la Copa Europa League.

Pero el más recordado de los viajes del Real Betis a tierras rusas fue el primero, el de 1978, en aquella temporada que supuso el debut de los verdiblancos en la Recopa de Europa. Un pasaje de la historia bética que, como ya dijimos en otra ocasión, siempre estuvo marcado por un cierto halo enigmático, puesto que pasaron tantas cosas (y algunas tan curiosas) que quizá es llegada la hora de que las contemos en su conjunto.

La gran aventura del desplazamiento bético a la Unión Soviética en plena Guerra Fría tuvo su inicio el viernes 20 de enero de 1978 en la ciudad suiza de Zurich. Allí, en el hotel Atlantic, se celebró el sorteo de los cuartos de final de las competiciones europeas y la bola del Betis fue la primera que salió del bombo cuando se emparejó a los equipos de la Recopa.

Aquel Betis venía de eliminar al Milán y al Lok Leipzig, dos rivales temibles, y ya nada daba miedo, aunque su trayectoria liguera empezara a provocar unas preocupaciones con las que no se contaba al inicio del ejercicio. El rival que le tocó en suerte fue el Dinamo de Moscú, el equipo de la policía rusa, con el que ya se había enfrentado en sendos torneos de verano en 1973 y 1976 y que tenía como emblema al gran Lev Yashin, retirado en 1971. Aquel al que se consideraba el mejor portero de la historia, único guardameta ganador de un Balón de Oro, y que fue conocido como "La Araña Negra" por su enlutado atuendo.

El Dinamo, un perfecto desconocido, como todo lo que habitaba tras el Telón de Acero en aquella época, había superado en las rondas anteriores al Valleta FC de Malta y a la Universidad de Craiova de Rumanía y, según declaró José María de la Concha, secretario técnico del Real Betis: "Son un equipo con una excelente técnica y buenos sistemas tácticos, pero su fútbol es demasiado rígido".

El partido de ida se jugaría en Heliópolis el 2 de marzo y el de vuelta en Rusia el 15 del mismo mes, pero no en Moscú, cosa que se supo pronto, ya que la capital soviética en esas fechas estaba sitiada por la nieve. En un principio, se rumoreó que el choque se trasladaría a Tashkent, actual capital de Uzbekistan, pero el 3 de febrero la Federación Rusa de Fútbol le comunicó vía telex al Real Betis que el encuentro, finalmente, tendría lugar en Tiflis, capital de lo que hoy día es el estado independiente de Georgia. Tbilissi, como la llamábamos entonces, según su acepción georgiana, a casi dos mil kilómetros de Moscú. También se comunicó en aquellas fechas que este partido en la Unión Soviética sería retransmitido en directo por Televisión Española.

Hubo mucha expectación cuando llegó el choque de ida en el Villamarín, pero el marcador no se movió. Empate a cero que dejaba las espadas en alto con la tibia confianza de que una igualada con goles pudiera meter al Betis en semifinales.

Después de eso, volvió la Liga y volvió muy mal. Derrota en casa contra Las Palmas y visita a Salamanca, donde también cayeron los verdiblancos por 1-0, en un partido que la directiva verdiblanca intentó adelantar, encontrándose con la negativa del conjunto local. Era el domingo 12 de marzo y al día siguiente se iniciaba el viaje a Rusia. Pero para sorpresa general, la expedición bética no se quedó a dormir en Madrid, sino que desde Salamanca se trasladó por carretera a la capital de España para regresar en avión a Sevilla. Algo difícil de entender, ya que apenas unas pocas horas más tarde tenían que volver a salir con destino a Moscú.

Las cosas, sin embargo, aún empeoraron más al llegar al aeropuerto de Barajas. Allí comprobaron que algunos de sus billetes habían sido vendidos pese a tenerlos reservados con suficiente antelación. La compañía Iberia reconoció su error, pero no resolvió el problema. Se limitó a decirles que para el vuelo de las 23,15 de la noche, que era el que tenían contratado, sólo quedaban libres 12 plazas y que el resto de los expedicionarios tendrían que regresar en el avión de la madrugada, aquel que era conocido como "El Golfo".

El revuelo fue impresionante y los jugadores se empeñaron en viajar todos juntos. Incluso fue necesaria la intervención de la policía y de los servicios de seguridad del aeropuerto para sofocar el motín bético. Al final, hubieron de dar su brazo a torcer y dejaron en Madrid al entrenador Rafael Iriondo, al masajista Vicente Montiel y a los jugadores Gordillo, García Soriano, Eulate y Anzarda. Un grupo que retornó a Sevilla con las claras del nuevo día.

A primera hora de la tarde del lunes 13 volvieron a reunirse todos otra vez en el aeropuerto de San Pablo. Sólo Hugo Cabezas era novedad entre los 16 expedicionarios, cuya relación completa la componían los siguientes jugadores: Esnaola y Campos, porteros; Bizcocho, Biosca, Sabaté, Cobo y Gordillo, defensas; López, Alabanda, Muhren y Cardeñosa, centrocampistas y García Soriano, Del Pozo, Eulate, Anzarda y Hugo Cabezas, delanteros. Se quedó en Sevilla por lesión Antonio Benítez y viajaban tocados Cobo, Muhren y, muy particularmente, Jaime Sabaté, a quien se le había inyectado cortisona esa misma mañana en el estadio.

Volaron en un DC-8 de Aviaco con 128 plazas, que acogió asimismo a directivos, cargos técnicos del club, aficionados y periodistas. Al frente de la expedición figuraba el presidente Pepe Núñez. Estaba prevista una escala en Copenhague para recoger a un comandante de Aeroflot (las líneas aéreas soviéticas) que sería el encargado de conducir la aeronave hasta Moscú, ya que las autoridades rusas no permitían que ningún vuelo charter entrara en el espacio aéreo de su país sin que tuviera al mando a un piloto de esta nacionalidad. También les hicieron saber que el desplazamiento de Moscú a Tiflis y su correspondiente vuelta habría de hacerse en vuelos regulares de Aeroflot.

A merced de los rusos

La escala en Dinamarca se prolongó más de lo previsto y el Betis llegó a la capital soviética con 5 horas de retraso, a la una de la madrugada. Se trasladaron de inmediato al hotel Rossia, donde ya estaba cerrado el comedor y no pudieron cenar. Picaron lo que pudieron y, para su asombro, les dijeron que el traslado a Tiflis estaba previsto para las 7 de mañana. Iriondo le declaró a la agencia Efe que intentaron retrasar el vuelo para descansar al menos siete horas, pero que los rusos les dijeron que no. "Tenemos que hacer lo que quieran ellos", se lamentó amargamente el entrenador.

Durmieron muy poco y a las 6 de la mañana ya estaban en camino hacia el aeropuerto de Domodédovo. Y allí explotó la traca final. Después del madrugón los tuvieron más de seis horas esperando el nuevo traslado. Un escándalo que ya no pudieron soportar unos y otros. Iriondo, en su desesperación, gritaba que quería hablar con Breznev (máxima autoridad del Partido Comunista Ruso), mientras que los futbolistas tomaron al asalto los pocos sofás del aeropuerto para dar una cabezada. Así lo atestiguan las impactantes imágenes que legó para la posteridad el fotoperiodista Manuel Ruesga. Unas instantáneas que muestran a Iriondo dormitando con su eterna gabardina ante un mapa gigante de Aeroflot y a jugadores como García Soriano y Anzarda conciliando el sueño entre incomodidades y estrecheces, componiendo el espectáculo de la fatiga y el aburrimiento.

Por fin, pasado el mediodía del martes 14 de marzo pudo volar el grupo bético a Tiflis. Según las autoridades rusas, ya se habían resuelto los problemas climatológicos que provocaron la espera. Quedó recluido en el hotel Iveria y por la tarde acudió al estadio donde habría de jugarse el partido, pero apenas entrenó. Sólo se revisó la situación de los lesionados. Sin alimentos ni cocineros propios, comían poco y mal (Gordillo recuerda que estuvo dos días a base de sopa y huevos duros) y ya en ese momento todas las opiniones eran muy pesimistas respecto al rendimiento del equipo. Quien más claro lo dijo fue el médico del club, el doctor Rodríguez del Valle, al comentar que: "Los jugadores no están en condiciones de actuar, yo pediría médicos de la Uefa para atestiguarlo".

A todo esto, en la ciudad de Sevilla no se sabía nada de lo que estaba pasando. Ninguno de los informadores desplazados había podido mandar sus crónicas y el desconcierto en los periódicos y emisoras de radio era absoluto. El Telón de Acero parecía más impenetrable que nunca. Por eso, aquellos días se pudieron leer cosas tan insólitas como la publicada por el diario ABC el miércoles 15 de marzo cuando ofreció el siguiente titular en su página 31: "Pura suposición: el Betis debe estar en Tiflis".

"El Correo de Andalucía", por su parte, informaba que había resultado imposible comunicar con Tbilissi, que eran contradictorias las noticias sobre la llegada verdiblanca a Rusia y que, por ello, "El Betis espera en el silencio".

Incluso los periódicos nacionales estaban carentes de noticias. El diario MARCA titulaba que: "No se sabe si el Betis llegó a Tbilissi" y el AS ponía el énfasis en: "La odisea verdiblanca de un viaje agotador de casi veinticuatro horas hasta Tbilissi".

En medio de tanta confusión llegó el partido. A las cuatro de la tarde de ese miércoles 15 de marzo de 1978. Retransmitido por Televisión Española con los comentarios del veterano periodista José Félix Pons. Un suceso que vació las calles y provocó que la ciudad quedara paralizada a esa hora. Pero tanta expectación no cambió las cosas. Como se temía, pasó lo que tenía que pasar.

El Dinamo de Moscú se impuso por 3-0, marcando todos los goles en la segunda parte. "En ese momento -recuerda Juan Antonio García Soriano- ya no podíamos con nuestra alma. Tras el descanso se nos vinieron encima todas las penalidades del viaje". Para colmo de males, a la media hora se lesionó Cobo y ya no había más defensas entre los suplentes, puesto que Sabaté no pudo superar la prueba a la que fue sometido. Incluso Gerri Muhren tuvo la mala suerte de marcar en propia puerta uno de los tantos soviéticos.

Quede para la historia que en aquel primer partido en Rusia jugaron con la camiseta del Real Betis: Esnaola; Bizcocho, Biosca, Muhren, Cobo (Del Pozo, m.31); López, Alabanda, Cardeñosa; García Soriano (Anzarda, m.83), Hugo Cabezas y Gordillo. Un encuentro que presenció desde el palco presidencial el embajador de España en Moscú, Juan Antonio Samaranch.

La expedición verdiblanca retornó a Sevilla a las siete y media de la tarde del jueves 17 de marzo. Los jugadores declararon que no habían dormido más de 12 horas en tres días y todo fueron críticas al comportamiento de los rusos y a la dejadez de la Federación Española (por no obligar al Salamanca a adelantar el partido de Liga al sábado previo) y de las autoridades consulares españolas.

Así lo dejó escrito el enviado especial del diario ABC, Ricardo Ríos, en una columna publicada el sábado 18: "Mucho, muchísimo, ha padecido en este viaje Rafael Iriondo. La preocupación por sus jugadores fue evidente, y en muchas ocasiones su carácter se disparó. Él creía que "aquello" era un "sabotaje". Las largas esperas, incomprensibles esperas, en los aeropuertos soviéticos, aquellos madrugones, las comidas -¿comidas?-, la nula colaboración de nuestra Embajada, que ni siquiera envió a un representante a recibir a la expedición verdiblanca, y tantas otras cosas que se reflejaron luego en el terreno del bonito Dinamo Stadium Lenin de Tbilissi. Y así hasta el regreso. Claro que tenía razones más que suficientes para enfadarse Iriondo".

De aquel viaje se habló mucho tiempo y aún sigue vivo en la memoria de quienes lo protagonizaron. Recuerdos de un tiempo ido, lejano, extraño, que nada tiene ya que ver con este mundo del siglo XXI. Con este presente que llevará al Real Betis a San Petersburgo, la ciudad de los zares, en su tercer viaje a la Madre Rusia.