En la espesura de la niebla que fue testigo de su resurrección, Borja Iglesias canta con orgullo y rabia uno de sus goles. (Foto Fernando Ruso)

HISTORIA | De niebla y resurrección

El partido de Copa contra la Real Sociedad trajo a Heliópolis un paisaje blanco que no se conocía y la emoción de unos goles que ya son patrimonio del Betis y de los béticos

Por Manolo Rodríguez

Los béticos siguen impresionados y felices por lo vivido el pasado martes en Heliópolis. Un momento único. Una noche para la historia en la que confluyeron muchas de esas cosas que hacen del Betis un sentimiento incomparable: la épica victoria en la prórroga, el esfuerzo imponente de unos futbolistas comprometidos, los goles redentores (para él y para el equipo) de un muchacho al que llevábamos más de un año esperando... y la niebla.

Esa niebla que fue todo un acontecimiento. Un espeso muro blanco que se enseñoreó del estadio y nos trasladó a un paisaje que no se conocía al final de La Palmera. Un laberinto de movimientos en el césped que nos devolvieron a ese viejo rito antañón de intuir el fútbol más que verlo.

Sólo faltó el público, la gente que se deja el alma en esas butacas que, como decía Manuel Pellegrini, acogen cada una de ellas a una familia. Esa fue una carencia que jamás le perdonaremos a estos males contemporáneos que asolan a la sociedad tecnológica. El que no estuvieran allí los béticos para llenar de verde lo que sólo era blanco. Otro dolor sobre los muchos dolores que ya padecemos. Un desarraigo imperdonable que estará para siempre en nuestros corazones.

El insólito espectáculo de la niebla cayendo mansa y generosa sobre el Villamarín es algo que no tiene precedentes cercanos. Al menos, no recuerdo nada similar. Le he preguntado a algunos amigos, expertos todos ellos en la ciencia bética, pero ninguno es capaz de rescatar nada aproximado. A todos les pareció nuevo.

Se nos vienen a la cabeza noches brumosas que dejaban su huella de humedad en las tribunas, pero nunca se había visto ese impenetrable paredón al final del cual era imposible discernir si la pelota iba o venía. Esa imagen espectral de abrazos que no tenían ningún horizonte al fondo. 

Niebla en Madrid

Hasta el momento, la presencia de la niebla en partidos jugados por el Real Betis siempre tuvo como momentos culminantes dos encuentros disputados en Madrid. El primero de ellos, una fría de mañana de diciembre de 1970 en el estadio de Vallecas. Un choque importante para que el Betis confirmara sus opciones al ascenso y que acabó ganándole al Rayo Vallecano por 0-1, con gol de penalti de Pepe González.

A ese encuentro asistió el seleccionador nacional Ladislao Kubala y el saque de honor lo realizó Lola Flores. Pero lo que quedó para la posteridad, más allá de la victoria verdiblanca, fue la niebla. De tal modo, que en el diario Marca quedó escrito lo siguiente: "Mañana de espesa niebla y mucho frío. La visión se hace dificultosa, hasta el punto de que no se ve en absoluto el graderío de enfrente ni, momentos después, el juego que se desarrolla por la banda contraria".

Aquel Betis era el que dirigía Antonio Barrios, el que finalmente acabó subiendo a Primera División, y el que aquella gélida mañana en Vallecas jugó con la siguiente alineación: Campos; Díaz, Telechía, Cobo; Irizar, Frigols; Macario, Isauro, Machicha (m.78, Barba), González y Benítez.

El segundo episodio con la niebla llegó 23 años más tarde. También en Madrid y, asimismo, en diciembre y en Segunda. Concretamente, el día 19 del último mes del año de 1993. Aquello ocurrió teniendo como rival al Real Madrid B en un partido que se disputó en la Ciudad Deportiva del club merengue.

Tan atípico escenario provocó una sonora polémica en las vísperas. El Madrid se negó a programar el partido en el Santiago Bernabéu y esto hirió el orgullo del máximo accionista del Real Betis, Manuel Ruiz de Lopera, quien se quejó amargamente del trato recibido por él y por sus consejeros en las vetustas instalaciones del club madrileño.

Un malestar que se prolongó en el tiempo y que varios meses después llevó a Lopera a confesarle a un grupo de periodistas que una sociedad, cuyo Consejo de Administración presidía, había frenado una operación financiera que hubiera resuelto los problemas económicos del Real Madrid. Según explicó, por no haber escuchado el presidente madridista, Ramón Mendoza, sus peticiones de que el partido contra el filial madridista lo hubiese acogido el estadio Santiago Bernabéu, tal como había ocurrido en los dos años anteriores.

Esta sociedad, siempre según sus palabras, tenía previsto participar, a través de unas compensaciones bancarias, en la operación de un banco alemán para reflotar al Real Madrid, "pero al retirarnos de la operación ésta no se ha podido cerrar". Y, por ello, dijo: "El Madrid ha perdido más que nosotros".

Sea como fuere, es el caso que la niebla estuvo presente durante toda aquella fría mañana en la Ciudad Deportiva del Real Madrid, dificultando en muchos momentos la visión del juego. Lo recuerdan con claridad los protagonistas de aquel encuentro, entre los que se cuentan muchos nombres que en la actualidad siguen vinculados a la vida del club.

El Betis se impuso por 0-1, gracias a un gol marcado con el pecho por Roberto Ríos, y la muy defensiva alineación dispuesta por el técnico Sergio Kresic estuvo compuesta por los siguientes hombres: Diezma; Márquez, Ureña, Olías, Monreal; Merino, Cañas (m.74 Mágico Díaz), Ríos, Julio Soler, Gordillo (m.61, Alexis); y Aquino.

Por cierto, como datos de interés, citemos que el entrenador del Real Madrid B era Rafa Benítez y que los dos porteros que actuaron ese día en el filial madridista pasaron años más tarde por el Real Betis: Valerio, que fue el titular y que resultó lesionado, y Pedro Contreras.

Como se puede comprobar, la niebla fue un suceso en dos partidos jugados por el Betis en Madrid, pero nunca en el Villamarín. Al menos, no como la que se dejó ver en la pasada noche del martes. Algo que ya contaremos para siempre. 

Los goles más deseados

Otro hito singular en la clasificación copera contra la Real Sociedad fueron los dos goles de Borja Iglesias en la prórroga. La gran noche (y ojalá que no sea la última) de ese goleador que no goleaba. Una resurrección que ya está en los libros. La que provocó el júbilo de los béticos y nos regaló entrañables imágenes que ya son patrimonio del Betis. La emoción hasta el llanto del delantero gallego, los abrazos entregados de los compañeros, la satisfacción general de la familia bética y ese pensamiento cargado de esperanza de que quizá haya cambiado, por fin, el viento.  

Tampoco son muchos los antecedentes que puedan aproximarnos a algo como lo sucedido en esa prórroga tan señalada. No abundan los casos de futbolistas que tardaran tanto en llegar y, por supuesto, muy pocos lo hicieron de una manera tan decisiva y cargada de literatura.

Puestos a recordar, se viene a la cabeza el gol de Dani con que se ganó la Copa de 2005. Principalmente, por el calvario de lesiones que debió padecer el trianero aquel año. Una temporada en la que estuvo a punto de tirar la toalla en varias ocasiones y en la que sólo jugó unos pocos partidos y ninguno completo. 

Dani estuvo meses entre médicos, trabajando en solitario en el gimnasio, bebiéndose las lágrimas y viendo desde lejos como aquel Betis cabalgaba por la Liga. Felizmente, la vida le dio la oportunidad de sumarse al grupo cuando la Copa llegaba a su momento culminante y apareció su gol. Ese que ya es eterno.

Otros futbolistas de culto en el santoral bético también tardaron en convertirse en ídolos de Heliópolis. Eso pasó con Gabriel Humberto Calderón, a quien le costó una vuelta del campeonato acomodarse al fútbol español y a la ciudad de Sevilla. Algo que trajo runrunes y comentarios de todo tipo. Cosas del fútbol. Sin embargo, un día acabó por confirmar su talento y, desde entonces, es un grande en la historia verdiblanca.

Y quizá el caso más elocuente en el tiempo moderno sea el de Hipólito Rincón, quien llegó al Real Betis en 1981 cuando tenía 24 años. Sólo había jugado unos pocos partidos en el Real Madrid y costó 30 millones de pesetas. Un fichaje que se producía apenas unos meses después de que una gran figura como Enrique Morán hubiera sido traspasada al Barcelona por 50. Por ello, desde el principio surgieron opiniones que intentaban acentuar el desequilibrio de precio entre lo comprado y lo vendido.

Máxime, cuando la primera temporada de Rincón no respondió a las expectativas. Nunca fue titular indiscutible y sólo anotó 4 goles. Muy pocos para su nombre y su coste. Sin embargo, el tiempo acabó dándole la razón a él y a quienes invirtieron en su contratación. 

Y no tardó mucho. En su segunda campaña con la camiseta verdiblanca, la 1982/83, Poli Rincón se proclamó máximo goleador de la Liga española con 20 goles. El primer y único Pichichi por el momento. Un orgullo para los béticos que lo esperaron y que hoy recuerdan con emoción aquellos goles que tan felices los hicieron.

Junto a estos casos expresados, hay algunos otros que también podrían engrosar esa lista de futbolistas que, por distintos motivos, retrasaron sus días mejores. Juan García Soriano, por ejemplo, que también fue un fichaje caro y que, por mor de las lesiones, no empezó a ofrecer su mejor rendimiento hasta su segunda temporada?

En fin, las evocaciones de un partido inolvidable. Las que nos trajo esa noche de niebla y resurrección que ya viene con nosotros y que, como decía al principio, volvió a poner de manifiesto que el Betis es un sentimiento incomparable.