Ito se coloca bajo los palos en el partido de Copa que enfrentó al Real Betis con el Zaragoza en 2004. Prats, tras su expulsión, abandona el terreno de juego por detrás de la portería.

HISTORIA | De Kukleta a Melli

Recordatorio de las ocasiones recientes en que el Real Betis hubo de recurrir a un jugador de campo para que actuara excepcionalmente como portero

Por Manolo Rodríguez 

Como recordarán, hace unos días referíamos en este cuaderno de historias el insólito hecho ocurrido en 1942, cuando el Real Betis hubo de disputar un partido en Barcelona alineando como portero a un jugador de campo debido al percance sufrido por el guardameta titular y único durante el viaje a la Ciudad Condal. 

Este sucedido nos ha provocado la inevitable evocación de las ocasiones recientes en las que el equipo verdiblanco hubo de recurrir a uno de sus futbolistas para que se colocara bajo los tres palos y actuara excepcionalmente como portero. Todas ellas originadas por sendas expulsiones del guardameta tras haberse realizado el cupo de cambios que en cada momento permitía el reglamento. 

En tiempos pretéritos sí que fue más común que se produjeran lances de este tipo a consecuencia de la lesión del arquero, tal como mismamente ocurrió en el citado caso de Barcelona o, por citar algún otro, al sobrevenido en 1933 en la capital de España, con ocasión de un partido del torneo mancomunado que enfrentaba al Real Madrid contra el Real Betis. Entonces, una lesión del portero Jesús "Manos Duras" lo obligó a quedarse en la caseta en el descanso, ocupando su puesto en el marco el delantero centro Victorio Unamuno. Curiosamente, ese año había entrado en vigor una normativa que impedía que lo porteros pudieran ser sustituidos si quedaban impedidos para seguir jugando. Algo difícil de entender hoy día y que convertía al fútbol en una práctica espartana en la que la racialidad se imponía a la lógica. 

Pero ya apuntábamos al inicio que era nuestro deseo relatar los incidentes de este tipo más cercanos en el tiempo. De todos ellos fui testigo y guardo un exacto recuerdo de las circunstancias en que se produjeron, a veces con notable y justificado escándalo, y en otras ocasiones con evidentes repercusiones que tuvieron una clara incidencia en el devenir deportivo del equipo. 

El caso Kukleta 

Una tarde de septiembre de 1992 el Real Betis jugó en Sestao. En Segunda División, claro. El club se había convertido meses antes en Sociedad Anónima Deportiva y acababa de llegar al mando como accionista mayoritario Manuel Ruiz de Lopera. Al equipo lo entrenaba Jorge D´Alessandro y la gran noticia de aquel verano fue la vuelta a casa de Rafael Gordillo, tras su exitosa singladura de siete años en el Real Madrid. 

La Liga arrancó en Heliópolis con un claro triunfo bético ante el Compostela, gol de Gordillo en su redebut incluido, justo el mismo día en que el antepalco del estadio empezó a estar presidido por un cuadro de Jesús del Gran Poder, del que Lopera era ferviente devoto. 

A la semana siguiente, el equipo visitó Sestao. El mismo domingo que Maradona llegó a Sevilla para comprometerse con el eterno rival. Y en tierras vizcaínas los verdiblancos hicieron honor a su carácter de grandes favoritos de la categoría. Ganaron con claridad por 0-2 (tantos de Gabino y Mel) y vivieron con emoción el debut de un joven de 21 años llamado Roberto Ríos Patus, el hijo del legendario Eusebio Ríos. 

Pero aquella tarde vasca, la anécdota del partido se produjo cuando restaban 13 minutos para el final del encuentro. El portero Diezma se vio obligado a despejar con las manos un balón fuera del área y el árbitro le mostró la tarjeta amarilla. Era la segunda y lo expulsó. El Betis ya había hecho los dos cambios (los que se permitían entonces) y hubo de colocarse bajo los palos un jugador de campo. Y no hubo duda. Desde el primer momento, fue el checo Kukleta quien se colocó la camiseta negra y su primera intervención se produjo en el lanzamiento de falta subsiguiente. Detuvo el disparo con buenas maneras y a partir de ahí mantuvo el tipo en todo momento, aunque, curiosamente, en una ocasión prefirió rechazar con la cabeza una pelota que le llegaba claramente a las manos. 

Tras el partido, Kukleta reconoció que de pequeño había jugado en ese puesto en su país y D´Alessandro confesó haberlo pasado muy mal "no tanto porque no confiara en el jugador, sino porque no sabía cómo iba a reaccionar jugando de portero". 

El caso es que la historia tuvo un final feliz y así se pudo contar al día siguiente con reseñas tan gráficas como la del periódico Diario 16, donde titulé a cuatro columnas: "El Betis es primero con Kukleta de portero". 

Tres penaltis que acabaron en gol 

Ya en el siglo XXI el primer caso reseñable se produjo en el Villamarín el 14 de enero de 2004. Eliminatoria de octavos de final de la Copa del Rey que enfrentaba al Real Betis contra el Real Zaragoza. En la ida disputada en La Romareda, el equipo verdiblanco había caído derrotado por 3-1, a pesar de que llegó a los últimos diez minutos con empate a uno La papeleta estaba complicada, pero no imposible. En el banquillo bético se sentaba Víctor Fernández, quien apeló durante los días previos a la remontada. 

Y, de hecho, durante un buen rato se soñó con hacerla posible. Muy pronto, en el minuto 8, Fernando (hoy integrante del staff técnico de Manuel Pellegrini), hizo un golazo que le abrió las puertas a la esperanza. Pero fueron pasando los minutos y no hubo más. Con el partido prácticamente acabado, un rápido contragolpe de los maños obligó al portero bético Toni Prats a derribar dentro del área a un rival. Penalti y expulsión. Habida cuenta de que el Betis ya había hecho las tres sustituciones permitidas (Dani por Fernando; Ismael por Denilson y Capi por Joaquín) hubo de ponerse de portero el centrocampista Ito. El máximo castigo lo lanzó Villa y anotó el empate. Nada pudo hacer Ito con su chaleco azul claro. 

Mucho más escandaloso fue lo acontecido tres años más tarde en Barcelona, contra el Espanyol, en el estadio olímpico de Montjuich. En concreto, el 22 de abril de 2007. Jornada 31 del campeonato, con un Betis que luchaba por huir de los puestos peligrosos de la tabla. Al frente del equipo estaba el "Machote" Luis Fernández, quien parecía haber perdido toda la fuerza ciclónica con la que había llegado al club tres meses antes. Un tiempo en el que habían pasado muchas cosas, casi todas malas, por no decir espantosas, como aquella del busto en el palco o el botellazo al entrenador del eterno rival. 

Aquel partido contra el Espanyol (con el Betis vestido de verde completo) arrancó con un gol en contra, aunque después se arregló con dos tantos de ese ejemplo de profesionalidad que siempre fue el brasileño Edú. El segundo, a menos de un cuarto de hora para el final. Parecía que la victoria (tan necesaria) no se iba a escapar, pero se fue de las manos debido a una decisión profundamente injusta del árbitro canario Pérez Lima, un desastre como juez que, lógicamente, fue descendido a Segunda esa campaña. 

El colegiado se inventó un penalti que no había por donde cogerlo y a resultas de su decisión expulsó de una tacada a tres jugadores del Betis: Contreras, Edú y Miguel Ángel. En ese momento, el equipo verdiblanco ya había realizado los tres cambios (Capi por Arzu; Caffa por Xisco y Miguel Ángel por Fernando) y, por consiguiente, hubo de colocarse bajo los tres palos un jugador de campo. Esta vez fue Juanito, con camiseta color naranja, quien, a pesar de adivinar por donde iría la pelota, no pudo detener el disparo de Tamudo. 

El choque acabó con empate a dos, pero la resaca en las casetas fue tremenda. Los jugadores del Betis dijeron del árbitro lo que no hay en los escritos y Luis Fernández hasta se peleó con el entrenador rival, Ernesto Valverde. El acta del colegiado fue muy dura y a Arzu, que estaba en el banquillo cuando sucedieron los hechos, lo castigaron con 2 partidos por insultar al colegiado. Contreras y Edú pagaron un partido y sólo Miguel Ángel quedó sin sanción porque no pudo acreditarse que hubiera empujado al árbitro, como sostenía en el acta Pérez Lima. 

Esa fue la campaña en la que el Real Betis terminó salvándose en Santander en la última jornada, ya con Paco Chaparro como entrenador. Sin embargo, sería el propio Chaparro el gran damnificado cuando se suscitara una situación similar en la portería verdiblanca. 

Algo que ocurrió el 4 de abril de 2009 en Heliópolis. Se enfrentaban el Real Betis y el Numancia de Soria en un duelo con repercusiones en la parte baja de la tabla. Un punto por encima del descenso y con el entrenador en la cuerda floja, los béticos tenían la imperiosa obligación de ganarle a un rival directo. Quizá por eso, el partido fue un tobogán de errores y emociones. Sergio García hizo el 1-0 y se lesionó en la celebración; remontó el Numancia a un cuarto de hora del final, pero del minuto 85 al 89 el Betis volvió a tomar ventaja con sendos goles de Capi y Oliveira. ¿Quién iba a pensar entonces que pasaría lo que pasó? Ya en el descuento, colgaron los sorianos un balón sobre el área bética y el portero portugués Ricardo salió de manera suicida, con la rodilla y el pie por delante, dándole un tremendo golpe en la espalda a un jugador contrario. Penalti y expulsión. 

Un drama. Echaron a Ricardo cuando el Betis ya había hecho los 3 cambios (Edú por Sergio García; Capi por Emaná y Odonkor por Mark González) y, por tanto, hubo que recurrir a un portero de emergencia. Esta vez fue el defensa Melli, quien se colocó la camiseta rosa. Intuyó que la pelota iría al lado izquierdo, pero no pudo atajar el disparo de Aranda. 

Ese 3-3 final sentenció a Paco Chaparro, que fue cesado 48 horas más tarde, un Lunes Santo. Como si él hubiera tenido la culpa de la irresponsabilidad de Ricardo. Lo sustituyó el entrenador del filial, José María Nogués, con el que le Betis se fue a Segunda un mes y pico más tarde. 

Pero esa ya es otra historia. La que hemos querido contar en este relato es la que da cuenta de las ocasiones en la época moderna en que el Betis hubo de recurrir a un jugador de campo para que hiciera de portero.