Vestido de rojo, el Valencia juega en Heliópolis en diciembre de 1958. El delantero bético Jordi Vila acosa al portero visitante ante la atenta mirada de Wilson Moreira y Luis del Sol.

HISTORIA | Colores y camisetas

El Valencia fue el primer visitante del Betis en Segunda y Primera y quizá uno de los rivales que más uniformes distintos ha lucido en Heliópolis a lo largo de los tiempos.

Por Manolo Rodríguez                               

Nada sorprende ya en la indumentaria de los equipos. Las cosas han cambiado tanto en el fútbol moderno que todos los colores del arco iris se han hecho presentes en los uniformes de los clubes cuando les corresponde visitar a sus contrarios. Razón por la cual no ha sido raro ver al Real Madrid vestido de negro o rojo; al Barça de rosa o amarillo fosforito; al Athletic de Bilbao de verde lima y, en fin, al propio Betis de color morado. Sin duda, el necesario tributo al fútbol mercantil y espectacularizado de hoy día en el que el marketing impulsa la obligación de vender camisetas y de favorecer las retransmisiones televisivas.

Pero antes de que todo esto fuera común, hubo un equipo que siempre destacó por su variada gama cromática. Un club que modificaba permanentemente sus equipaciones y cada año revelaba un nuevo atuendo cuando llegaba a Sevilla. Este era el Valencia, posiblemente el rival que más uniformes distintos ha vestido en Heliópolis a lo largo de la historia. Aquí se le ha visto de blanco, de azul, de rojo, de negro, de naranja y, a partir del advenimiento democrático, con la senyera valenciana, murciélago incluido. Y todo ello con calzonas que a veces fueron blancas, azules, naranjas o negras.

Tanta diversidad de colores está justificada en el tiempo porque este es un duelo que tiene vida desde los albores de la Liga. Precisamente al Valencia le cabe el honor de haber sido el rival que inauguró el debut casero del Betis en el campeonato y también el primer equipo visitante que acudió al viejo campo del Patronato cuando los verdiblancos se estrenaron en Primera División.

El más lejano de estos enfrentamientos a los que aludimos está fechado en febrero de 1929. El año que arrancó en España el torneo de la regularidad. Esa Liga que es la vida. Betis y Valencia quedaron encuadrados en la división de plata y el sorteo los emparejó en la segunda jornada, la primera en casa para los verdiblancos. Una tarde de enorme viento que se convirtió en lluvia desatada conforme se iba jugando el partido. Tanta que, al decir de las crónicas, "dejó el field (campo) convertido en una laguna".

El duelo acabó con empate a uno, siendo Jesusín el autor del primer gol liguero en el Patronato. "Un remate de cabeza, precioso e impresionante", según dijo el "Heraldo de Madrid". Y rubricado con ese pañuelo en la frente que caracterizaba al bravo zaguero fichado esa campaña de la Ferroviaria de Madrid.

En la temporada 1932/33, el Betis (ya sin título de realeza por la llegada de la República) se ganó el derecho a jugar en Primera División. Todo un suceso que aquí recreamos en su momento. La campaña que saludó la llegada verdiblanca a la élite y el estreno en el banquillo de Míster Patricio O'Connell. Un momento jubiloso para los béticos, que aún recordaban con orgullo la final de Copa disputada en 1931 contra el Athletic de Bilbao y presumían de ser el primer equipo andaluz que alcanzaba la más alta categoría del fútbol español.

El debut en casa en aquella Liga trajo de nuevo al Valencia al campo del Patronato. El 4 de diciembre de 1932. El Betis vistió con calzonas negras y esta vez no llovió. Quizá por ello el partido dio para mucho. Fundamentalmente, para que pudieran verse 5 goles, pues el choque concluyó con victoria verdiblanca por 3-2. Todos en el primer tiempo. Fue la presentación oficial de Simón Lecue y el vizcaíno ya empezó a demostrarle a los béticos que había nacido una estrella. Abrió el marcador y compuso la jugada del segundo tanto. Se le reconoció como el mejor sobre el campo, mención a la que se haría acreedor en otras muchas ocasiones hasta su marcha en 1935.

Del primer duelo contra el Valencia tres años antes sólo repitieron en la alineación bética el portero Jesús, el defensa Jesusín y el delantero Enrique. Tres nombres capitales en esa época. En particular, Jesús, al que apodaban "Manos Duras". Un gigante que fue todo un ídolo. Ya en 1927 lo quiso fichar el Real Madrid, que incluso le ofreció la posibilidad de que viajara con el equipo blanco en una gira por Sudamérica. Diez mil pesetas estaba dispuesto a pagarle. Pero la directiva bética se negó, provocándose un culebrón que fue relatando con detalle el periódico "La Unión" y que ha recogido con precisión el investigador Manuel Carmona en su libro "Enciclopedia del Real Betis 1907/1929".

A Jesús y Enrique el club les tributó un cálido homenaje de despedida en septiembre de 1934 y el Patronato se llenó para reconocerles su compromiso con la entidad. Era la primera vez que jugaba el Betis tras el fallecimiento en agosto de Ignacio Sánchez Mejías y, por ello, los futbolistas verdiblancos salieron con brazaletes negros y las banderas del campo ondearon a media asta.

Pasados los meses, sin embargo, Jesús debió volver en auxilio del equipo para cubrir puntuales bajas del guardameta titular, Joaquín Urquiaga, participando en las temporadas 1934/35 y 1935/36 en diversos encuentros del Campeonato de Andalucía y en amistosos, según ha datado el investigador Alfonso del Castillo.

Colores cambiantes

En estas primeras visitas del Valencia, como parece natural, los levantinos siempre vinieron vestidos de blanco. Los cambios de colores llegarían más tarde. A veces, el rojo o el azul y, en ocasiones, manteniendo la camiseta blanca, pero con el calzón azul o negro. Más modernamente, la senyera y el naranja.

De azul, por ejemplo, salió aquella tarde de febrero de 1972 en la que Quino volvió al Villamarín, pero vistiendo esta vez la camiseta valencianista. Tras todo lo que había pasado en los meses anteriores, el estadio lo recibió muy mal, con protestas ruidosas y censura colectiva. También fue la primera vez que Antón regresó a Heliópolis. Al Betis, entonces entrenado por Ferenz Szusza, le urgía ganar y un gol de Rogelio de cabeza dejó los puntos en casa.

Más insólito fue lo ocurrido en la temporada 1979/80, cuando se jugó un Real Betis-Valencia que pasó a la posteridad porque se disputó con la Tribuna de Fondo vacía. Algo que ya contamos en su momento. Estaba decidido que en cuanto concluyera la campaña el estadio sería remodelado para acoger el Mundial-82 y, por ello, las tribunas de Fondo y Preferencia esperaban ser derribadas en las semanas siguientes. Esta fue la razón de que no se abriera al público la grada de Fondo, donde ya se habían acometido las obras de demolición interior, a fin de colocar las cargas que la hicieran volar días más tarde. Una operación compleja que obligó a una distribución de los socios por otras zonas del campo.

El gran Betis de entonces, con Carriega al frente, soltó un partidazo y derrotó por un claro 3-0 al Valencia, entrenado por Alfredo di Stéfano, que venía de obtener uno de sus mayores éxitos, ya que esa misma semana se había proclamado campeón de la Recopa al derrotar a los penaltis al Arsenal inglés en Bruselas. Esa tarde, el Valencia jugó con camiseta blanca y calzón azul.

Y de rojo vino a Heliópolis el 20 de enero de 1985, una tarde de mal recuerdo. Y no sólo porque el Betis perdiera 1-3 ante los valencianistas, sino porque el árbitro Urizar Azpitarte desató las iras del público al expulsar a Calleja y Calderón. La grada se tomó la justicia por su mano y se excedió arrojando diversos objetos al campo, algunos de los cuales alcanzaron a uno de los jueces de línea y al propio colegiado.

El club se hallaba apercibido del cierre del estadio y le clausuraron el campo por un partido. El siguiente turno casero hubo de cumplimentarlo en el exilio de Huelva ante el Hércules y hasta el Municipal onubense se fueron todos los que cupieron. Miles de béticos que pudieron celebrar una sufrida victoria por 1-0, aunque lo más determinante fue la extraordinaria parada que Esnaola le hizo a Mario Kempes cuando el partido se acababa. Kempes, por cierto, que ya sabía lo que era marcarle al Betis de visitante, con la camiseta de la senyera en 1977.   

En la época más contemporánea, hay, sin duda, un par de recuerdos por encima de los demás: los tres goles de Sabas en la campaña 1995/96 (con el Valencia vestido de blanco con calzonas negras), y el encuentro de la 2011/12 que resolvió Rubén Castro con dos tantos providenciales cuando el partido se acababa. Un triunfo agónico que permitió seguir cabalgando al Betis recién ascendido de Pepe Mel. El Valencia, entonces, compareció en el Villamarín de negro riguroso.

Veremos qué nos sigue deparando el futuro. Sigamos pendientes de los colores. Incluso de los del Betis cuando visita Mestalla, porque no puede olvidarse que fue precisamente en el campo del Valencia donde el Betis se vistió por primera vez de amarillo en su historia. Era la tercera jornada de la temporada 2016/17 y ganó 2-3.