Attila Ladinszky, con el 9 a la espalda, acude a interesarse por su lesionado compañero Eulate, al que auxilia el defensa granadinista Ángel Castellanos. Una vez que este se reponga, Ladinszky abrirá el marcador en aquel Real Betis-Granada de marzo de 1976.

HISTORIA | Attila Ladinszky en el recuerdo

Se cumple un año de la muerte de este delantero de zurda exquisita que hizo su primer hat-trick con la camiseta del Real Betis en un partido contra el Granada en 1976

Por Manolo Rodríguez

Esta semana se cumple un año de la muerte de Attila Ladinszky. Un doloroso aniversario para el conjunto de los béticos y, muy particularmente, para aquellos que en la década de los 70 tuvieron la oportunidad y la satisfacción de verlo jugar en la pradera de Heliópolis. Quizá la razón por la que sigue tan vivo su recuerdo y por lo que a nadie le resulta ajeno (ni siquiera a las generaciones más jóvenes) ese nombre que tanto dio que hablar en aquel tiempo en que España empezaba a cambiar. 

Un delantero rápido y potente, de zurda exquisita y melena al viento. Un goleador que no tenía patria y que parecía transgredir todas las convenciones que exigía la rigidez social de la época. Que se fotografiaba fumando y que lo mismo vestía floreadas camisas de seda que trajes de marca recién llegados de alguna boutique parisina o milanesa. Un prodigio físico con cicatrices en la cara y una leyenda de chico malo que siempre iba con él. Pero, por encima de todo, un grandísimo futbolista.

Fueron sonadas sus broncas con el entrenador Iriondo, la amistad entrañable y eterna que le unió con Alfredo Megido (su alma gemela), las jugosas declaraciones que lo convirtieron en objetivo preferente del periodismo y la camaradería que en todo momento lo vinculó con sus compañeros, en particular con Juan García Soriano, quien en más de una ocasión tuvo que salir al rescate de aquel personaje tan particular.

Attila Ladinszky era húngaro de nacimiento, pero antes de cumplir los 20 años huyó de aquel mundo comunista que tanto le desagradaba. Se estableció en Alemania y de ahí marchó a Holanda y Bélgica. Triunfó en el Anderlecht y en 1975 el buen ojo de Ferenc Szusza y la sagacidad de José María de la Concha lo enrolaron en el Real Betis.

Y la verdad es que llegó con un pan debajo del brazo, ya que la primera vez que se vistió de futbolista en Heliópolis fue para que el Betis se proclamara campeón de la Copa de Andalucía de reservas. Aquello ocurrió en mayo del 75 y esa tarde también jugó a prueba con los verdiblancos un danés llamado Andersen que no agradó a los técnicos.

En agosto de ese año estuvo enorme en el partido de presentación que enfrentó al Betis con el Palestino de Chile y arrancó la Liga como titular. Después se lesionó, pero a partir de diciembre se hizo insustituible. Marcó sus primeros goles y acabó de entrar en los cielos verdiblancos una calurosa tarde de marzo contra el Granada.

Ese día hizo 3 goles, dio el cuarto como si mismamente fuese Cardeñosa, y sintió que se le entregaba el estadio con una pasión y una vehemencia que lo identificaron con el Betis para siempre. El partido acabó 4-1, pero el duelo estuvo marcado desde el comienzo por el partidazo de Ladinszky.

 

Abrió el marcador a los 20 minutos al rematar un córner que había forzado Eulate (que en esa jugada se llevó un buen porrazo que llegó a preocupar a los espectadores), y en la segunda mitad completó su hat-trick con dos durísimos remates de zurda que hicieron estallar las tribunas. Y por si faltaba algo, en el último minuto recibió un saque de puerta de Esnaola, controló la pelota a la altura de los banquillos y desde ahí le puso un pase milimétrico al propio Eulate para que este cerrara la cuenta.

 

El triunfo fue incontestable y la prensa se le entregó sin reservas. El Marca lo llamó: "Verdugo del Granada" y el "Mundo Deportivo" dijo que: "El Betis fue una máquina de hacer fútbol con un festival goleador de Ladinszky".

 

Para la posteridad, señalemos que aquella tarde el Betis jugó con: Esnaola; Lobato, Alabanda, Sabaté, Cobo (Cuiñas, m.85); López, Rogelio (Blanco, m.65), Cardeñosa; Eulate, Ladinszky y Anzarda.

 

Y recordemos asimismo que el Granada, dirigido entonces por el mítico Miguel Muñoz (en su primera aventura en los banquillos tras abandonar el Real Madrid), vistió ese día en Heliópolis con camiseta rojiblanca a rayas verticales, después de que en las dos campañas anteriores las hubiera lucido horizontales, como las que les son comunes en la actualidad. El Granada, por cierto, que bajó esa temporada a Segunda y no retornaría a la máxima categoría hasta 35 años más tarde.

 

Attila Ladinszky permaneció en el Real Betis de 1975 a 1978 y aunque el club pretendió que adquiriera la nacionalidad española nunca llegó a confirmarse este propósito. Algo que en algunos momentos incluso llegó a tensar su relación con la entidad, ya que los directivos lamentaban que no se le viera una más decidida predisposición a que esto ocurriera. Precisamente por su condición de extranjero fue por lo que no pudo participar en la obtención del título de Copa de 1977.

 

Jugó, pues, en calidad de apátrida y su fuga del Telón de Acero también le impidió acudir a las eliminatorias de la Recopa disputadas por los verdiblancos en Leipzig y Tbilissi. Allí lo seguían buscando y puedo dar fe de que en el hotel de concentración en Alemania del Este se presentaron una tarde dos funcionarios de la policía política (la Stasi) quienes enseñaron una foto de una alineación bética y preguntaron si se encontraba allí el que ocupaba la posición de delantero centro en dicha imagen, que no era otro, como es lógico, que Attila Ladinszky.

 

Otros grandes momentos con el equipo verdiblanco los vivió en el año 1977. De una parte, haciendo el gol del triunfo que le permitió al Real Betis ganar en el Bernabéu después de 42 años y, de otra, marcándole tres tantos al eterno rival en la final del Trofeo Ciudad de Sevilla de ese año.

 

Pero a medida que fueron pasando los meses su relación con Iriondo se deterioró. Quizá mucho había durado el entendimiento entre personas con caracteres tan opuestos. El técnico vasco era serio y austero y Ladinszki, expansivo y volcánico. Las peleas venían de lejos y hasta en los mejores días en los que el Betis navegaba hacia la conquista copera hubo desencuentros muy sonados.

 

Por ejemplo, uno que viví en primera persona en junio de 1977 cuando Attila me confesó (y así lo publiqué en su día en El Correo de Andalucía) que: "A Iriondo le molesta que Megido y yo seamos buenos amigos". Aquello le sentó muy mal al entrenador que nos convocó a todas las partes a una reunión en su vestuario de las que han quedado testimonios gráficos que, pasados los años, parecen vestigios de un tiempo lejano que, a estas alturas, únicamente invitan la melancolía.

 

Peor fue lo ocurrido un año más tarde, en abril de 1978, cuando Ladinszki le declaró al diario Marca que: "No quiero tener otra temporada como la presente, dedicándome al cultivo de champiñones o a cualquier cosa menos jugar, que es lo que más me gusta. Y como Iriondo siga al frente del equipo, el que se pira soy yo. Si el entrenador sigue yo me marcho del Betis".

 

Aquello sonó a fin de trayecto, a pesar de que aún jugó algunos partidos más hasta la conclusión de la temporada. Pero llegado el final, el descenso los condenó a ambos, a Iriondo y a Attila. El apátrida marchó de nuevo a Bélgica y alargó su carrera hasta mediados de los años 80 en distintos equipos (ya menores) de Bélgica, Francia y Portugal. 

 

Nunca perdió el contacto con sus compañeros del Betis y en noviembre de 2017 le cupo el honor de recibir el homenaje que el club y la Asociación de Ex Jugadores le tributaron a la plantilla que ganó la Copa de 1977. Recibió la distinción de manos del mito Luis del Sol y tuvo la satisfacción de reencontrarse con su querido Alfredo Megido.

 

En ese tiempo animaba la ilusión de acercar a Heliópolis a jóvenes talentos húngaros y en alguna ocasión viajó con informes de esos jóvenes que podrían hacer carrera en el fútbol español y que, según sus palabras, llegarían a ser mejores que él.

 

Pero todo eso lo detuvo la pandemia y, al final, la muerte. En lo peor del confinamiento fuimos conociendo detalles cada vez más preocupantes de su estado de salud, hasta que a mediados de mayo de 2020 llegaron desde Budapest las noticias más dolorosas.

 

Una certeza que conmovió a sus amigos, a quienes jugaron con él y, en general, al beticismo todo. Attila Ladinszky nunca dejó indiferente a nadie. Fue un personaje, un excepcional futbolista y un nombre para siempre en la memoria del Betis.

 

Al que hemos querido recordar porque esta semana se cumple un año de su marcha al cuarto anillo y por aquel primer hat-trick contra el Granada.