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HISTORIA | "El joven Alberto"

Una sucesión de malos entendidos provocó un agrio enfrentamiento entre los entrenadores del Real Betis y el Deportivo en el encuentro jugado en Riazor en 1978

Por Manolo Rodríguez

 

En septiembre de 1978 el Real Betis estaba en Segunda División, a pesar de que en la plantilla seguían figurando casi todos los jugadores míticos que habían ganado la I Copa del Rey un año antes.

El club y la afición aún no parecían repuestos de la conmoción provocada por el incomprensible descenso, pero la vida y el fútbol no se detenían. Era imprescindible volver a la máxima categoría y a ello se pusieron unos y otros desde el mismo momento en que se pasó página.

Para conseguir ese objetivo, la directiva presidida por Pepe Núñez había contratado a un entrenador, todavía joven, pero ya suficientemente fogueado en los ambientes del fútbol grande. Un aragonés de 42 años llamado José Luis García Traid que ascendió en su momento al Salamanca y que en el modesto club charro había completado cuatro fantásticas campañas en Primera.

La temporada 1978-79 arrancó como se esperaba y los verdiblancos ganaron consecutivamente las tres primeras jornadas. Seis puntos sin encajar un gol. Lo esperado y lo exigido. En la cuarta jornada debían viajar a Coruña para enfrentarse al Deportivo, un histórico en horas bajas que llevaba ya varios años en la categoría de plata.

Al Depor lo dirigía ese año Enrique Mateos, un ilustre exjugador de impresionante historial. Un fino delantero que debutó en el Real Madrid con apenas 19 años y que con la camiseta blanca ganó 5 Copas de Europa; 1 Copa Intercontinental; 5 Ligas y 2 Copas Latinas. Conocido como 'Fifirichi', amigo íntimo de Di Stéfano, fue 8 veces internacional con la selección y al abandonar el Bernabéu se trasladó a Sevilla, donde jugó primero en el eterno rival y después en el Real Betis.

Emparentado con Luis del Sol, Mateos era una figura cercana al bético. Su rendimiento en el Villamarín en las temporadas 1964-65 y 1965-66 había sido del agrado de la afición y eso le confería un buen recuerdo. Incluso cuando vino como entrenador del Cádiz un año antes (en aquel polémico partido en el que fueron derribadas las vallas del estadio) el público lo había recibido con aprecio.

Sin embargo, las cosas se iban a torcer con ocasión de aquel viaje a tierras gallegas del Real Betis en septiembre de 1978. Y todo, por culpa de una serie de malos entendidos en la que los responsables no fueron ninguno de los protagonistas que más tarde se vieron envueltos en una agria disputa llena de críticas y descalificaciones.

El conflicto empezó a fraguarse el día antes del partido. La expedición bética llegó a Coruña y, como era habitual en aquel tiempo, pasó la tarde en el cine. En ausencia de los viajeros, un periodista local apareció por el hotel donde estaba hospedado el Betis. No encontró a nadie, pero le facilitaron la relación de los ocupantes de las habitaciones. Leyó los nombres, casi todos conocidos, pero hubo algo que lo sorprendió: una de las habitaciones se la habían asignado a un tal Alberto.

Cualquiera que conociera al Betis sabía que ese Alberto era Tenorio, el utilero. Pero el periodista no y, por ello, tirando de imaginación, publicó al día siguiente que el equipo verdiblanco había viajado a Galicia con un nuevo futbolista al que calificó como “el joven Alberto”.

Mateos no encajó bien tan insólita noticia. Le sonó a menosprecio de García Traid para despistar. Además de eso, leyó otras declaraciones del entrenador bético en las que éste afirmaba que lo que más temía del Deportivo era a su entrenador. Algo que el técnico verdiblanco justificó en el hecho de que no conocía a Mateos y, por tanto, no era consciente de lo que pudiera hacer.

Sea como fuere, tanto malentendido encendió la mecha y provocó los incidentes posteriores de aquel partido que se jugó en Riazor el 24 de septiembre de 1978. Un choque, por cierto, que se disputó bajo una espesa bruma que fue creciendo conforme avanzaba la tarde. Tanto, que en algún momento incluso se temió porque pudiera suspenderse.

Dirigió el encuentro el colegiado extremeño Ceballos Borrego y las alineaciones con las que salieron ambos equipos fueron las siguientes:

Deportivo: Guerrero; Richard, Gallego, Piris, Rodri; Piña, García, Montero; Albino, Cantudo (Pousada, m.38) y Castro.

Real Betis: Esnaola; Benítez, Biosca, Muhren, Cobo; Ortega, Alabanda, Cardeñosa; Villalba, García Soriano (Megido, m.55) y Gordillo.

El partido no es bueno. Al contrario. Mucha agresividad local y mucha especulación por parte del Betis, que viste con camiseta verde (aquella Adidas que utilizó en algunas ocasiones esa temporada) y calzón blanco.

Pero la noticia preferente está en los banquillos. Mateos se dirige reiteradamente a García Traid con un recorte de periódico en la mano y le reprocha sus declaraciones y lo del “joven Alberto”. En un momento dado, el entrenador bético también responde. Se enzarzan y se organiza la mundial. Dos tipos de sangre caliente frente a frente.

Así toda la tarde, con algunos hitos que aún elevan más el voltaje. Sobre todo, cuando la grada pide un penalti en el área bética y cuando el árbitro expulsa a Cobo y al local Castro. Al bético le dicen de todo en su retirada a los vestuarios e incluso lo zarandean. Cobo le pide protección a la Policía y se agarra con un fotógrafo que amenaza con denunciarlo.

El partido termina empatado a cero, con poco que comentar, pero los entrenadores se desparraman en la sala de prensa, donde cruzan desagradables comentarios que se prolongaran en los días venideros.

Un partido tan insustancial queda, pues, marcado por estos incidentes y por la inconsciencia de quien inventó aquello del “joven Alberto”.  Después, las cosas se irían olvidando. Ni García Traid ni Mateos acabaron aquella temporada en sus clubes y nunca jamás volvieron a encontrarse en los banquillos.

Dolorosamente, ambos fallecerían demasiado pronto. García Traid, con 53 años; Enrique Mateos, con 66. Dos pérdidas tempranas que lamentó el beticismo.