Equipo del Real Betis que ganó en Granada y consiguió el ascenso. De pie, de izquierda a derecha: Campillo, Grau, Ríos, Aparicio, Antón, Azcárate y Vega (portero suplente); agachados: Macario, Frasco, González, Quino y Rogelio.

El gol de Rogelio en Granada

En 1967 el Betis ascendió a Primera División en Los Cármenes tras ganar una promoción que aún evoca la nostalgia de los béticos

Por Manolo Rodríguez

 

El 25 de junio de 1967 ganó el Real Betis en Granada uno de los partidos más importantes de su historia. Nada más y nada menos que un encuentro que valía un ascenso. Una gesta que se ha ido contando de generación en generación y que aún refieren sus protagonistas con la emoción de los grandes acontecimientos. Un triunfo que hizo feliz a la ciudad verdiblanca. 

El Betis en aquel tiempo vivía sumido aún en la consternación que había provocado la muerte de Benito Villamarín, fallecido el 15 de agosto de 1966. Primero lo sustituyó en el cargo su hermano Avelino, más tarde Andrés Gaviño y desde el 30 de enero de 1967 presidía el club Julio de la Puerta. El objetivo irrenunciable era el ascenso a Primera División y para ello se habían contratado los servicios del entrenador Luis Belló, un joven técnico que había triunfado en el Zaragoza y que en la temporada anterior había ascendido al Hércules de Alicante.

Pero desde el principio se comprobó que las cosas no iban como se quisiera. Por eso volvió al banquillo Antonio Barrios, el viejo zorro que ya había firmado el ascenso de 1958. Y desde su llegada comenzó una escalada que alcanzó hasta el segundo puesto, gracias a cuatro triunfos consecutivos en las cuatro jornadas finales. Sobre todo, la obtenida en Mallorca (otro rival directo) aquella tarde en que Rogelio estuvo inmenso después de que Barrios lo cogiera por el brazo en el túnel de vestuarios y le dijera en tono de súplica: “Rogelio, corre hoy; por lo menos, hoy”.

Subió como campeón el Málaga y el Betis hubo de enfrentarse al cara o cruz de la promoción. Entonces, se suscitó una posibilidad inquietante, ya que los promocionistas de Primera División eran el Sevilla y el Granada, mientras que el Sporting de Gijón y el Betis, como subcampeones de Segunda, buscaban el ascenso.

Como se comprenderá, desde muy pronto se conmocionó la ciudad pensando que los dos eternos rivales sevillanos pudieran encontrarse en un trance tan delicado. Pero las autoridades políticas y deportivas de aquella época, con un particular protagonismo del entonces Gobernador Civil de Sevilla, José Utrera Molina, le hicieron ver a los dirigentes de la Federación Española de Fútbol que este duelo no era recomendable por razones de orden público. Sea como fuere, con sorteo dirigido o con bolas frías y calientes, es el caso que no se encontraron. El Sevilla se enfrentaría al Sporting y el Betis al Granada.

Una promoción que hubo de esperar a que el Granada fuera eliminado de la Copa, cosa que ocurrió en los octavos de final. El primer choque se disputó en Heliópolis el 18 de junio de 1967 y con el estadio a rebosar se impusieron los verdiblancos por 2-0, con sendos goles de dos símbolos, Rogelio y Quino.

Pese a que la ventaja es importante, el Betis quiere trasladar mesura. Aun así, hace un llamamiento a sus aficionados para que les acompañen en el partido de vuelta. La carretera de Sevilla a Granada se convierte en una caravana en la que sólo se ven banderas verdiblancas. Más de cinco mil béticos llegan a la ciudad de La Alhambra para animar a su equipo.

El partido comienza a las ocho de la tarde. Arbitra el catalán Peinado y las alineaciones son las siguientes:

Granada CF: Ñito; Tosco, Barrenechea, Lorenzo; Santos, Lara; Vicente, Almagro, Agüero, Eloy y Flores.

Real Betis: Campillo; Grau, Ríos, Aparicio; Antón, Azcárate; Macario, Frasco, González, Quino y Rogelio.

El Granada sale en tromba, pero se estrella en el portero Campillo, que está excelente. Un paradón de escalofrío a cabezazo de Eloy lo convierte en héroe. Al descanso se llega con el empate inicial. Después, todo queda resuelto en el minuto 50 cuando una galopada genial de Rogelio, sorteando tarascadas, pone el 0-1 definitivo en el marcador.

Así lo cuenta el propio Rogelio: “Fue un balón largo, lo controlé y busqué el área. Los defensas empezaron a tirame patadas y yo a dar saltos. De pronto, me encontré solo delante del portero Ñito. Salió a la carrera, se me paró enfrente y, tal como lo vi, le tiré muy suave, raso, a un costado. No pudo reaccionar. Se enfadó muchísimo y siempre me ha recordado que él esperaba que yo soltara un pelotazo o que intentara regatearlo. Nunca que hiciera lo que hice”.

El ascenso desata otra vez la euforia verde. Su incontenible fidelidad. El estadio se atesta para recibir a los triunfadores y hasta el mitológico Luis del Sol, de vacaciones en Sevilla, pasa por el micrófono del palco presidencial para dirigirse a los aficionados. Presenta el acto el periodista Vicente Brú y tras las arengas del presidente, Julio de la Puerta, y del entrenador, Antonio Barrios, la afición pide a voz en grito que hable Rogelio.

Y pasados los años, recuerda aquel momento: “Nos dirigimos a los béticos Eusebio Ríos, Quino y yo. No sé muy bien  lo que dije, pero sí que les agradecía muchísimo el apoyo que habíamos recibido de ellos y su manera tan extraordinaria de querer al Betis. Y como en aquellos días se hablaba otra vez del interés de varios equipos por ficharme, les aseguré que me quedaría en el Betis hasta que ellos quisieran. Fue un momento muy emocionante”.

Pocos días más tarde es el propio presidente quien confirma que “no venderemos ni a Rogelio ni a ningún otro jugador”. Y Rogelio se quedó para siempre. 

Aquel 25 de junio de 1967, aquel ascenso de Granada, sigue evocando nostalgias eternas. Un día de felicidad para los corazones béticos. Una fecha que volvería a tener eco justo una década más tarde. Exactamente el 25 de junio de 1977, cuando el Real Betis Balompié se proclamó campeón de la primera Copa del Rey.

Y Rogelio aún estaba allí.