Andrés Aranda, segundo por la izquierda, en el banquillo de Altabix en su último partido como entrenador del Betis. A su derecha, el delegado Alfonso Jaramillo y a la izquierda, el portero suplente Múgica y el masajista Vicente Montiel.

HISTORIA | Recordando a Andrés Aranda

Este gran mito verdiblanco falleció en marzo de 1965 cuando era entrenador del Real Betis y sólo tres días después de haber dirigido su último partido en el campo del Elche

Por Manolo Rodríguez

El 7 de marzo de 1965 jugó el Real Betis en el campo del Elche. En el viejo Altabix. Jornada 25 de una Liga que entonces tenía 30 fechas. Llegaba el tramo decisivo del campeonato y los verdiblancos iban muy mal clasificados. Antepenúltimos en la tabla y con el riesgo cierto de promocionar o descender.

Una semana antes habían perdido en casa contra el Córdoba y eso llevó a la Junta Directiva a cambiar por tercera vez de entrenador. Muy lejos quedaba ya el Trofeo Carranza ganado hacía 6 meses en Cádiz por el francés Luis Hon, al que cesaron a finales de enero cuando el equipo tenía 17 puntos.

El encargo del banquillo se lo dieron entonces a Rosendo Hernández, un canario que había tocado la gloria como futbolista en el Mundial de Brasil de 1950, pero el relevo fue un desastre. Hernández estuvo al frente del Betis 5 partidos y los perdió todos. Ni un empate siquiera. De tal modo, que dos meses más tarde de la marcha de Hon, el equipo tenía los mismos 17 puntos, aunque con 6 negativos más.

A partir de ahí sonaron dramáticamente las alarmas. El entrenador presentó su renuncia, la directiva se reunió de urgencia y acabó dándole el finiquito al canario. Una Junta, por cierto, de la que faltaba Benito Villamarín desde hacía meses, ingresado en un hospital norteamericano en lucha titánica contra la enfermedad que lo acosaba.

Tras la marcha de Hernández, el Betis le encargó la dirección de la plantilla con carácter provisional a Andrés Aranda, todo un mito, un nombre de culto y gloria en la historia verdiblanca. Un leal servidor de la causa bética, que de inmediato declaró en el diario Marca que: "Como ferviente bético, me hubiese disgustado profundamente que en una situación como ésta se hubiese recurrido a cualquier extraño. Por eso, como sé de la estima que me tienen en el club, no me cogió de improviso la designación para suplir a Rosendo Hernández".

Y a ello se puso. Dio su primera lista, viajó con el equipo a Elche y se sentó en el banquillo de Altabix. Sin embargo, las cosas siguieron torcidas. El Betis (en el que debutó aquella tarde el prestigioso Enrique Mateos) volvió a perder y la preocupación siguió en aumento.

A la vuelta de tierras alicantinas paró la Liga para que la selección jugara un partido amistoso, precisamente en Sevilla, contra el equipo alemán del Meydericher. Por ello, Andrés Aranda decidió aprovechar esos días para llevarse a la plantilla a una concentración en la que pudieran reponer fuerzas y estrechar lazos de cara a lo que se venía encima.

Se fueron a Aracena, adonde llegaron el miércoles 10 de marzo. Entrenaron en el campo de la localidad y regresaron al hotel para cenar. Después, algunos futbolistas se quedaron jugando al billar y Aranda estuvo viendo la televisión. Pasadas las 12 de la noche, el entrenador se retiró a descansar.

Algo más tarde, el masajista Vicente Montiel pasó por delante de la habitación de Aranda y le pareció oír unos quejidos sordos que no le gustaron nada. Llamó a la puerta, pero no contestó nadie. Alarmado, corrió a la recepción y pidió que abrieran la puerta.

Lo que se encontró, no lo olvidó nunca. En diversas ocasiones declaró que: "Vi a Aranda sentado en una silla, vestido aún y en estado comatoso. No reaccionaba". El responsable del hotel le dijo que iba a buscar a un médico y Montiel, que lo tenía en sus brazos, le dijo: "Mejor busque usted a un cura".

Con carácter de urgencia se determinó su traslado a Sevilla en una ambulancia, tras informar de lo ocurrido al secretario técnico, José María de la Concha, y al vicepresidente, Avelino Villamarín. La conmoción fue absoluta. Al día siguiente los periódicos informaron que su fallecimiento se había producido durante el viaje por carretera a causa de una angina de pecho. Andrés Aranda Gutiérrez tenía 59 años.

A las 4 de la tarde del jueves 11 de marzo de 1965 fue enterrado en Sevilla en medio de una impresionante manifestación de duelo. Acudió en pleno la directiva del club y el ataúd fue trasladado a hombros por sus antiguos compañeros y por los jugadores de aquel tiempo. En la comitiva figuraban asimismo numerosas coronas llevadas por jugadores del Real Betis, destacando entre ellas una de los ex verdiblancos Luis y Colo, portada personalmente por ambos futbolistas, quienes en esos días se encontraban en Sevilla concentrados con la selección.

La figura más grande

El dolor fue inmenso. Se iba un grande con mayúsculas a quien le había correspondido el honor de ser el futbolista que con menor edad vistiera la camiseta del Betis en partido oficial, así como el de haber formado parte de aquel gran equipo que en 1931 alcanzó la final de la Copa de España y en 1932 ascendió por primera vez a la máxima categoría del fútbol español.

Una certeza que corroboró el prestigioso periodista Luis Carlos Peris al escribir que: "Puede decirse que el mejor futbolista de la historia del Betis se llama Luis del Sol y que el más trascendente es Rafael Gordillo, como que el más artista es Rogelio o Quino el de mayor plasticidad. Son definiciones muy válidas, pero desde la subjetividad, sin que tenga que elevarse nada de esto a dogma. Pero lo que resulta indiscutible es que en el primer medio siglo de la historia del Betis su figura más importante atiende por Andrés Aranda Gutiérrez".

Nacido en Lora del Río el 27 de agosto de 1905, Andrés Aranda llegó a la disciplina del Real Betis en 1921, procedente de la Agrupación Deportiva Museo. Y su debut oficial con la camiseta verdiblanca tuvo lugar el 13 de noviembre de 1921, en partido del Campeonato de Andalucía, con victoria 3-1 sobre el Sevilla FC.

Andrés Aranda fue clave en el despegue de la entidad en los años 20 y 30 del pasado siglo, contabilizando éxitos tan destacados como la obtención de la Copa Spencer; el debut verdiblanco en la Copa de España; el Campeonato de Andalucía de 1928 y los ya mencionados hitos de la final de Copa de 1931 y el ascenso a Primera de 1932.

Jugó en prácticamente todos los puestos del equipo, incluso de portero, destacando en todos ellos por su calidad. De hecho, en la gira realizada por el Betis a Alemania en 1925 fue bautizado como "El científico".

Abandonó el fútbol activo en la temporada 1933-34, comenzando seguidamente a entrenar al conjunto amateur, donde fue decisivo en la formación de jugadores después tan importantes como Paquirri, Pepe Valera o Caballero.

En la campaña 1935-36 debutó como entrenador del Betis, tras reemplazar al británico Charles Slade, clasificando al equipo en la mitad de la tabla. Volvió al banquillo verdiblanco en 1939 y en septiembre de 1940 recibió el merecido homenaje de la entidad verdiblanca en un partido jugado en el estadio de Heliópolis contra el Xerez FC.


Más tarde, pasó por distintos equipos andaluces hasta que la llegada de Benito Villamarín lo ancló de nuevo al Real Betis de su vida. Ahí, sobre la hierba de Heliópolis, trabajó con juveniles y amateurs, dirigió al conjunto filial y fue ayudante de los distintos entrenadores que se fueron sucediendo al frente del primer equipo, entre los que se encontraron Pepe Valera, Carlos Iturraspe, Enrique Fernández, Sabino Barinaga, Fernando Daucik, Ernesto Pons, Domingo Balmanya, Luis Hon y Rosendo Hernández.

Su único y manifiesto desencuentro fue con Antonio Barrios, el entrenador que ascendió al equipo a Primera en 1958, cosa que lo llevó en esos años a trasladarse a Ayamonte donde se puso al frente de un equipo que, por entonces, era filial del Betis.

En 1965, como ya ha quedado dicho, le pidieron que hiciera el sacrificio de volver al banquillo. Y lo hizo. El dolor fue que la muerte lo sorprendiera apenas tres días más tarde, cuando era el entrenador del Real Betis Balompié, componiendo una trágica circunstancia que nunca ocurrió antes y que jamás ha vuelto a repetirse.

Por eso, en este histórico fin de semana en que el Real Betis disputa su partido 3.000 en el Campeonato Nacional de Liga, parece de justicia invocar el nombre de alguien que fue tan grande. Por lo que representó, por lo que le entregó al club y porque Andrés Aranda tuvo el honor de jugar el primero de los partidos del Betis en esta competición.

Algo que sucedió en el Stadium Metropolitano de Madrid el 25 de diciembre de 1928. Los verdiblancos derrotaron al Alavés por 2-1 en una de las eliminatorias para decidir el décimo equipo de la Primera División recién creada y, como no podía ser de otra manera, Aranda fue el mejor sobre el campo y quien hizo el gol del triunfo verdiblanco.