Carlos Diarte, goleador en El Sadar y la alineación verdiblanca que ganó aquel partido en Pamplona.

HISTORIA | Los aullidos del 'Lobo'

Carlos Diarte, uno de los mejores delanteros de la historia verdiblanca, se estrenó como goleador en la Liga con dos tantos marcados en Pamplona en septiembre de 1980

Por Manolo Rodríguez


Los jugadores de aquella prodigiosa generación que trajo al Villamarín la Copa del Rey de 1977 coinciden en afirmar que el Betis podría haber aspirado a ganar la Liga si el delantero centro de aquel equipo hubiera sido el "Lobo" Diarte. Tan bueno era aquel paraguayo que se estrenó como goleador verdiblanco en la Liga en un partido jugado en el estadio de El Sadar de Pamplona.

Pero Diarte no pudo llegar a Heliópolis hasta el verano de 1980, cuando contaba 26 años y su cotización ya había subido, bajado y vuelto a subir en el fútbol español. Nacido en Asunción, debutó con 16 años en el Olimpia, el equipo más laureado de su país, y enseguida recibió el sobrenombre de "El Lobo", feliz acuñación de su compañero Mario Ribarola, por su inconfundible zancada rápida y larga.

Desde muy joven vistió la camiseta de la selección de Paraguay y en 1974 fue contratado por el Real Zaragoza, que pagó 7 millones por sus servicios. En La Romareda, junto a sus compatriotas Ocampos, Arrúa y Soto, compuso aquel conocido equipo de "Los Zaraguayos" que lo proyectó al estrellato del fútbol español.

En 1976 el Valencia pagó 60 millones por su fichaje, pero en Mestalla se detuvo su carrera por una desafortunada lesión de ligamentos y quizá también porque se hablaba demasiado de que tenía otras prioridades al margen del fútbol. Tres temporadas más tarde fue traspasado a la UD Salamanca, donde relanzó su carrera deportiva, y al final de la campaña 1979-80 el Real Betis le puso el ojo encima.

Aquel Betis lo dirigía Luis Carriega, precisamente quien lo había hecho triunfar en Zaragoza. Un entrenador que lo conocía bien y lo entendía mejor. Carriega le dijo al presidente Mauduit y al secretario técnico, Pedro Buenaventura, que ese era su hombre y durante semanas estuvieron allanando el terreno mientras que el paisaje periodístico se llenaba de globos sondas y maniobras de despiste.

Se dijo que los verdiblancos pretendían fichar al uruguayo Fernando Morena, se llegó a publicar que ya estaba contratado el belga Van den Bergh e incluso anduvieron mareando la perdiz con un yugoslavo llamado Vukan Perovic, que acudió a la concentración de pretemporada en Vilobí.

Pero el objetivo irrenunciable era Diarte. El entrenador siguió insistiendo y el 8 de agosto de 1980 tuvo su premio, a pesar de que también lo pretendían el Atlético de Madrid, el Sporting de Gijón y un equipo inglés.

En una reunión mantenida en el hotel Barajas de Madrid, a la que asistieron el presidente Juan Mauduit, el vicepresidente Pepe León, Luis Carriega, el presidente del Salamanca, Juan Bautista Duel, y el propio jugador, el Real Betis ató al extraordinario goleador paraguayo con un contrato por dos años. Pagó 32 millones de pesetas por el traspaso y el delantero firmó a razón de cuatro millones por temporada. Un dineral en aquel tiempo.

El "Lobo" posó al día siguiente junto a una bandera verdiblanca en la vieja secretaría de Conde de Barajas, firmó acompañado por el directivo Miguel Espina y contó sin reservas los distintos avatares de su vida deportiva. Pareció muy ilusionado con el nuevo reto y llegó a preguntarse: "¿Por qué no podemos aspirar a un título?

Su puesta de largo fue contra la Roma en la primera semifinal del Trofeo Ciudad de Sevilla. La noche que el Real Betis estrenó la camiseta Meyba en el Sánchez Pizjuán. Diarte formó dupla atacante con Enrique Morán, el gran fichaje de la campaña anterior, y su presentación fue rutilante. Tres a cero, marcando ambos. Todos contentos, como le pidiera Carriega en las vísperas a Cardeñosa, el auténtico jefe del equipo: "Usted -le rogaba el entrenador al vallisoletano-, le da un balón a Diarte y otro a Morán, que no quiero que se tengan celos desde el primer día".

El debut goleador de Carlos Diarte en competición oficial tuvo lugar en Rota. En la ida de la primera eliminatoria copera. De certero cabezazo. Eso fue el 17 de septiembre de 1980 y cuatro días más tarde pudieron oírse los primeros aullidos del "Lobo" en la Liga.

Corría la tercera jornada del campeonato y debido a las obras el estadio el Betis hasta ese momento sólo había jugado fuera de casa. Dos derrotas en Gijón y Valencia. Era urgente puntuar ya, aunque con la dificultad añadida de que nuevamente habría de jugar lejos de Heliópolis. En concreto, en el campo de Osasuna.

Tarde lluviosa, a pesar de lo cual la visita verdiblanca llena las tribunas de El Sadar. Carriega sale con el siguiente equipo: Esnaola; Gerardo, Biosca, Peruena, Gordillo; López, Ortega, Pozo, Cardeñosa; Morán y Diarte. El último cuarto de hora lo jugaría Segundo en sustitución de Morán.

Osasuna, que viene de una victoria en casa contra Las Palmas y de perder contra la Real en San Sebastián, ataca de salida como es norma en terreno rojillo. Pero mediado el primer tiempo se pone a los mandos Cardeñosa y en el minuto 35 abre el marcador "El Lobo". Recibe un balón en las cercanías del área y define con claridad ante la salida del portero.

Su segunda diana llega en el minuto 77. Jugada por la banda derecha de Javier López y centro templado que cabecea a ley. El gol de la victoria. Al final, el Real Betis se impone por 1-2 y Diarte ocupa las crónicas de los periódicos. Ya se ha hecho presente en la Liga con la camiseta verdiblanca.

A partir de ese momento, la campaña del paraguayo se convertirá en excelente. Al domingo siguiente, en aquel recordado encuentro que el Betis jugaría como local en Nervión, le hizo dos goles a Las Palmas y, así, hasta 13 al final del ejercicio.

Incluso dejará para el recuerdo aquella obra de arte que firmó contra el Athletic de Bilbao en el Villamarín en la jornada 31, tras regatear a cuatro contrarios y clavar el balón en la escuadra. Un gol tan descomunal que el propio Diarte confesó siempre que había sido el mejor que hizo a lo largo de su carrera.

Al año siguiente, con Moyano, Rincón y Melchor como compañeros de ataque, aumentó su número de goles hasta llegar a la cifra de 14 y, de nuevo, marcó un tanto histórico, el obtenido esta vez ante el Sporting de Gijón en Heliópolis el 13 de diciembre de 1981 tras haber arrancado con la pelota desde su propia área.

En la temporada 1982-83 hizo el primer gol que marcaba el Real Betis en la Copa de la UEFA, tanto anotado en Lisboa en el choque de ida de la eliminatoria contra el Benfica.

Pero las cosas ya no fueron igual. Comenzaron los problemas de relación con el club y en el mes de febrero de 1983 recibió una dura sanción por una violenta entrada a un jugador contrario en el partido de vuelta de la eliminatoria de Copa contra el Sevilla.

Eso determinó su marcha en el verano de 1983. Se fue al Saint Etienne francés con Marcel Domingo (que había sido su entrenador en el Betis esa temporada) y allí estuvo dos años. Después, retornó al Olimpia paraguayo, el club del que salió.

El "Lobo", tan peculiar, tan suyo, dejó una huella de futbolista extraordinario entre los compañeros que lo trataron. El mejor que tuvieron por delante con el 9 en la camiseta. Un atleta cercano al 1,90 de estatura, de físico privilegiado, poderosa zancada, carrera sostenida y enorme facilidad para el remate. Como se diría hoy, un crack.

Pero aquel que tuvo tantas vidas, vivió muy penosamente sus últimos años. Atacado violentamente por el cáncer, falleció el 29 de junio de 2011 en un hospital de Valencia. Tenía 57 años y esperó la muerte escribiendo poemas.

Una semana más tarde repatriaron sus restos a Paraguay, donde su féretro fue recibido con honores. Lo velaron en la sede del club Olimpia y fue enterrado en Asunción en un mausoleo junto a su madre.

Nuestro recuerdo y admiración a quien marcara en el campo de Osasuna sus primeros goles en Liga con la camiseta del Real Betis. Una tarde que llovía en Pamplona.