Francisco Gómez, acompañado por el fotógrafo Serafín Sánchez del Pando, recibe el aplauso de Heliópolis antes de que comience la lluvia de puros en 1954.

HISTORIA | Gómez, 'el de los puros'

Campeón de Liga en 1935; entrenador del ascenso de 1954 y descubridor de Luis del Sol, Francisco Gómez, es una figura decisiva en la historia verdiblanca 

Por Manolo Rodríguez

 

En la galería de imprescindibles del Real Betis no puede estar ausente el nombre de Francisco Gómez. Un futbolista racial que fue titularísimo en aquel equipo que se proclamó campeón de Liga en 1935 y que como entrenador protagonizó el ascenso a Segunda División en 1954, esa épica gesta que le devolvió la vida a la entidad después de siete años de duro desierto. Cuando le tiraron puros en señal de agradecimiento desde las tribunas de Heliópolis. Además de todo esto, fue el técnico que hizo debutar a Luis del Sol, uno de los grandes iconos del Real Betis a lo largo de los tiempos. Sin duda, una personalidad que merece los máximos honores.

Aunque nacido en Almería en 1910, la historia futbolística de Francisco Gómez Vicente se forjó en Barcelona, adonde se desplazó su familia buscando un mejor futuro. En Cataluña comenzó a jugar y después pasó por el Castellón antes de fichar por el Real Madrid cuando apenas contaba 22 años. Vistió más tarde la camiseta del Athlétic de Madrid y en el verano de 1934 llegó al Betis para cubrir el vacío dejado por Soladrero.

Y en aquel Betis de Mister Patricio O’Connell encajó como un guante. Según la innovadora estrategia del venerado irlandés, Gómez se convirtió en un mediocentro que, realmente, era un defensa central. Un zaguero firme y poderoso, de pierna dura y trabajo incansable, que marcaba al hombre con una constancia que mereció los mejores elogios.

Así ocurrió, por ejemplo, en el partido que enfrentó aquella temporada a los verdiblancos con el Oviedo en el Patronato. En el equipo astur venía jugando como delantero centro el mítico Isidro Lángara y fue tan intensa la vigilancia de Gómez sobre el ariete internacional que, según anécdota publicada por los periódicos, Lángara se acercó a la banda para beber un poco de agua y hasta allí le siguió Gómez. El delantero, al verlo, le dijo:

- "¿Por qué no te das una vuelta por ahí, niño?"

- "No, me ha dicho el míster que no me separe de ti, le respondió el bético"

Desde entonces, y para siempre, Gómez quedó incorporado a aquella alineación de culto que acabó ganando la Liga en Santander. Un tiempo feliz que no olvidó nunca y que, según sus propias palabras, fue posible gracias al comportamiento de la afición con su equipo. Una afición que Gómez consideraba la mejor de España.

Tras estallar la Guerra Civil vuelve a Cataluña, donde combate en el bando republicano. Sufrió la depuración de los vencedores y no volvió al fútbol hasta 1940, defendiendo los colores del Girona en Segunda División, equipo con el que se alineó en Heliópolis en febrero de 1941, en un partido que ganaron los verdiblancos por 4-3 con dos goles de Paquirri.

Al año siguiente lo reclama de nuevo para el Betis Mister O'Connell y su esfuerzo ayuda a que el equipo vuelva a Primera División con una plantilla en la que aún sobreviven algunos campeones de Liga como Adolfo, Saro o Peral y a la que ya se han sumado otros prometedores futbolistas como Coll, Antúnez o Paquirri.

Un ascenso que culmina el 5 de abril de 1942, tras un 2-2 con el Sporting de Gijón en el Patronato. Los verdiblancos se imponen tanto en la liga regular, como en la liguilla definitiva, quedando por delante de equipos como el Zaragoza, el Murcia, el Sabadell, el Sporting o el Salamanca.

La temporada siguiente, la 1942-43, la inicia como jugador y la termina como entrenador. Se hace cargo del equipo en la jornada 13 cuando cesan al técnico César Baragaño y vive su primera experiencia en los banquillos sin renunciar a su condición de futbolista. Un jugador tan completo que esa misma campaña llega a ponerse hasta de portero en un encuentro que los verdiblancos disputan en el campo de Las Corts ante el FC Barcelona. Lo obliga a ello la lesión del guardameta Cabezo y, al decir de las crónicas, estuvo tan bien que fue el mejor de los suyos.

En 1951 volvió a Heliópolis como entrenador, pero entonces no pudo ser. Mejor fueron las cosas en 1953, cuando lo retornó el presidente Manuel Ruiz y el Real Betis ascendió por fin a Segunda División el 30 de mayo de 1954, tras aquella interminable temporada de la 'marcha verde' que colmó Utrera de béticos. La que mitificaría años más tarde el poeta Antonio Hernández. Esa en la que los verdiblancos batieron todos los récords.

Francisco Gómez fue pieza decisiva de aquel histórico ascenso y, por ello, la afición lo agasajó en el estadio arrojándole puros en señal de agradecimiento. El entrañable Portu, aquel lateral que viajó con el Betis desde la Tercera hasta la máxima categoría, siempre recordó que "fue graciosísimo ver a aquel hombre recoger todos los puros, mientras que los iba metiendo en un canastito que llevaba en la mano". A partir de ese día, los béticos siempre lo llamaron 'Gómez, el de los puros'.

Meses más tarde, en octubre de 1954, tomó otra decisión que los tiempos revelarían como fundamental: hizo debutar a un joven muchacho de 19 años que respondía al nombre de Luis del Sol. Lo puso de extremo derecho en Badajoz y a la semana siguiente aquel prodigio ya le empezó a dar la razón con dos goles en Tetuán.

Del Sol aprendió de Gómez disciplina, firmeza y compromiso. Una tarde, según refiere la gran leyenda verdiblanca: "me doblé un tobillo en una carrera por la banda y me salí del campo paralizado por el dolor; entonces se vino para mí el entrenador y me dio un grito para que volviera al juego de inmediato. Y así lo hice. Incluso con mi dolor a cuestas. A Gómez en esas cosas no se le podía decir que no".

Hombre de carácter fuerte, tenía un concepto del fútbol muy en la línea de aquellos tiempos pioneros en los que la lucha y el trabajo debían ser los pilares que sostuvieran el rendimiento del equipo. Poco partidario de las modas que intentaban imponer otros entrenadores, llegó a decir que: "No soy partidario de las tácticas, aunque, naturalmente, las domino". Comentarios que a veces podían resultar políticamente incorrectos y que también alcanzaban a sus futbolistas, de los que dijo en 1955 que no habían tenido un buen rendimiento debido "a los excesos que cometieron la mayoría de ellos en su vida privada, consumiendo agua, cervezas y otras bebidas refrescantes".

En fin, una personalidad muy definida cuyo paso por el Real Betis siempre trajo lo mejor. Días de gozo que están en los libros. Un hermoso recuerdo.

Francisco Gómez Vicente murió en Barcelona el año 1983, pero su nombre debe ser permanentemente recordado en la galería de imprescindibles del Real Betis.