El delantero bético Unamuno remata a puerta en el choque que enfrentó a los verdiblancos contra Osasuna en mayo de 1936. El último partido en el Patronato.

HISTORIA | El último partido en el Patronato

Un empate contra Osasuna en la Copa de la República de 1936 cerró las puertas del campo en el que Betis se había proclamado campeón de Liga un año antes

Por Manolo Rodríguez 

Como todos los béticos conocen de sobra, el campo del Patronato fue el territorio mítico donde el equipo verdiblanco se proclamó Campeón de Liga en 1935. Un lugar de culto que sigue muy presente en la historia de la entidad, como así lo recuerda la placa colocada hace unos años en el solar donde se levantó dicho estadio. "El terreno de juego donde nuestro club se convirtió en un fenómeno de masas para la ciudad de Sevilla", según dejó dicho el presidente Ángel Haro aquel día que se conmemoraba el primer centenario del traslado del Real Betis a este campo legendario. 

Y es cierto. El Patronato Obrero supuso un nuevo y decisivo paso en la modernidad del club. El estadio en el que el Betis se proclamó Campeón de Andalucía en 1928; Campeón Nacional de Liga en la temporada 1934-35 y, donde, previamente, había celebrado el primer ascenso de un equipo sevillano a Primera División, en 1932, y, también en ese mismo año, las Bodas de Plata de la entidad. El viejo emplazamiento donde tan felices fueron los béticos en aquel periodo entre guerras. 

El Patronato abrió por primera vez sus puertas el 1 de noviembre de 1918, después de que las obras de ampliación de la Feria de Abril hubiesen obligado a los equipos sevillanos a abandonar sus campos de juego en el Prado de San Sebastián. 

Meses antes, el Excelentísimo Ayuntamiento de Sevilla le había cedido unos terrenos también en la zona sur de la ciudad, conocidos como la Huerta del Fraile, al final del Barrio del Porvenir y colindantes con la línea ferroviaria Sevilla-Cádiz. 

Se trataba de una gran explanada sin urbanizar, situada entre la fábrica de la Unión Española (luego Cros), la Pirotecnia Militar y la barriada de Casas Baratas que en 1915 había empezado a edificar el Real Patronato Obrero, institución esta última con la que se identificó el nombre del nuevo campo desde el primer momento. 

Dichos terrenos le fueron cedidos por un plazo de 25 años y un precio de seis mil pesetas anuales, a fin de que en el mismo pudiera establecerse un campo de foot-ball, pistas de tenis, frontón, piscinas, etc. 

La infraestructura del campo de juego en esta primera etapa era muy básica, ya que el club se limitó a trasladar los materiales de los que ya disponía en el terreno del Prado. Es decir, las míticas tablas verdes que lo cercaban y poco más. 

En 1924 y en 1928 se realizaron importantes mejoras en sus instalaciones (estas últimas durante la presidencia de Ignacio Sánchez Mejías) y en 1929 se inauguró el Frontón Betis, edificio destinado a la práctica de este deporte. 

El campo de juego quedó delimitado, aproximadamente, por el rectángulo que hoy forman las calles Diego de la Barrera, Felipe II, Ramón Carande y San Salvador y, en este momento, dicho terreno corresponde mayoritariamente al CEIP Maestra Isabel Álvarez, conservándose tan solo de aquella época el edificio del antiguo Frontón Betis, donde actualmente se procede al montaje y desmontaje de la Cabalgata de Reyes del Ateneo de Sevilla. 

Una decisión estratégica 

Allí estuvo el Betis 18 años fecundos años hasta que en 1936 decidió trasladarse al Stadium de la Exposición, construido con motivo de la Exposición Iberoamericana celebrada en Sevilla entre 1929 y 1930, de titularidad municipal, y sin uso desde entonces. Una medida que buscaba incrementar las recaudaciones en un recinto de mayor aforo. Baste señalar a este respecto que el campo del Patronato contaba con 8.000 localidades, mientras que el estadio de la Exposición (donde en la actualidad se halla el Benito Villamarín), en el barrio de Heliópolis, podía acoger hasta 16.000 espectadores. De esta manera sería posible abaratar las entradas y promover la asistencia de una mayor cantidad de aficionados. 

Una decisión estratégica que se hacía obligada en aquellos tiempos en que tan mal iban las cosas en el plano económico. El Betis había pagado con creces sus ambiciones de convertirse en campeón de Liga y, junto a ello, la irrupción violenta del profesionalismo más descarnado lo había arrastrado, como a otras muchas sociedades, a un fuerte endeudamiento que llegó a tambalear las estructuras del club. 

Tanto, que el 15 de mayo de 1936 hubo de ser convocada una Asamblea General de socios y simpatizantes para buscarle soluciones a la crisis. Los béticos respondieron con entusiasmo y suscripciones populares y, además, se tomaron otros acuerdos tan enérgicos como reducir la nómina de jugadores para la temporada siguiente (con las bajas de futbolistas como Gómez o Rancel) y la venta de otras figuras como Unamuno al Athletic (10.000 pesetas) o Urquiaga al Barcelona (80.000 pesetas). 

En medio de este clima de beticismo orgulloso y de medidas desesperadas, el 24 de mayo de 1936 se jugó en el Patronato el encuentro de ida de los cuartos de final de la Copa de la República que enfrentó al Betis contra Osasuna de Pamplona, siendo esta la primera vez que ambos equipos se veían las caras en el torneo del KO. 

Se fijaron precios populares y el estadio se llenó con fervor militante. Los verdiblancos venían de completar una digna temporada a las órdenes de Andrés Aranda (séptimos en la clasificación liguera) y en la Copa ya habían eliminado al Sabadell y al Girona sin perder un solo partido. Osasuna, por su parte, había descendido a Segunda ese año, pero en el torneo copero se había transformado en un equipo temible, capaz de golear en las rondas previas al Racing de Santander y al Oviedo, quienes por entonces eran dos equipazos de la máxima categoría. 

El duelo de ida en feudo bético acabó con empate a cero y pocas cosas que contar. Dicen las crónicas de la época que el Betis anduvo romo en ataque y que los navarros defendieron sin demasiados apuros. Todo quedó fiado a la vuelta, donde Osasuna se impuso por 3-1, acabando de este modo con la singladura verdiblanca por la Copa. 

Pero lo más trascendente de esto que contamos es que aquel Betis-Osasuna de mayo del 36 fue el último partido que se disputó en el venerado campo del Patronato, ya que al concluir la temporada se hizo efectiva la marcha al Stadium de la Exposición, cuyo contrato de arrendamiento se firmó el 16 de julio de 1936, apenas 48 horas antes de que estallara la Guerra Civil y comenzara la bárbara carnicería que enfrentó a las dos Españas. 

Recordemos para la posteridad las alineaciones de este último partido en el campo que tantas alegrías les proporcionó a los béticos. Fueron las siguientes: 

Betis: Urquiaga; Capesto, Aedo; Peral, Gómez, Larrinoa; Caballero, Unamuno, Paquirri, Rancel y Valera. 

Osasuna: Oyaga; Muguiro, Arana; Aranaz, Cuqui, Tell; Castillo, Gastón, Vergara, Bienzobas y Catachús. 

La última victoria en el Patronato había tenido lugar una semana antes, concretamente el 17 de mayo de 1936, contra el Girona, ganando los verdiblancos, también en partido de Copa, por 3-2 con goles de Unamuno, Rancel y Adolfo. 

Y en números redondos, según ha datado el investigador bético Alfonso del Castillo, el Betis disputó un total de 283 partidos en el campo del Patronato, siendo Enrique Garrido el máximo goleador y el mítico Adolfito quien más encuentros jugó. 

Por todas estas razones, pero muy principalmente por ser memoria de la ciudad, es por lo que resulta tan sugerente cualquier trasunto que traiga el recuerdo del campo del Patronato. Por lo mismo que hace ya unos años el Real Betis colocó en tan simbólico lugar una placa que reza: "Aquí estuvo el campo de fútbol del Patronato Obrero, donde el Real Betis Balompié jugó entre 1918 y 1936 y en el que se proclamó Campeón Nacional de Liga en el año 1935".