Trifón Ivanov, abrazado por Gordillo, celebra un gol del Real Betis.

HISTORIA | El gol de Ivanov

En un partido jugado contra el Villarreal en 1992, el peculiar jugador búlgaro marcó uno de los goles más hermosos que se recuerdan en Heliópolis

Por Manolo Rodríguez


El búlgaro Trifón Ivanov no tuvo mucho recorrido como jugador del Real Betis. Apenas disputó 59 partidos oficiales, aunque vistiera la camiseta verdiblanca en dos etapas. Algo que ocurrió a principios de los años 90. Sin embargo, tres décadas más tarde el beticismo lo sigue recordando. 


Ivanov ha sobrevivido al tiempo. Todo el mundo en Heliópolis sabe quién fue y, sobre todo, cómo fue. Un futbolista capaz de lo mejor y de lo peor, de encender a la tribuna y de sacar de quicio al público y a los entrenadores. Lo aplaudieron y lo llamaron loco. En fin, un personaje que, dolorosamente, murió muy joven. Sólo contaba 50 años y en su tierra natal lo lloraron como a un héroe.


Trifón Marinov Ivanov, "el lobo búlgaro", llegó al Betis a finales de noviembre de 1990 cuando los verdiblancos luchaban por la supervivencia en Primera. Titular indiscutible en su selección, con 25 años, parecía un buen refuerzo para aquel equipo que vivía sumido en una economía de guerra. Debutó en Valencia y daba la impresión de ser un defensa con cara de defensa. Venía cedido por el CSKA de Sofía y su coste fue de 15 millones de pesetas hasta final de temporada, con una opción de compra por tres campañas más. Lo había recomendado el conocido intermediario José María Minguella.


Pronto se vio que ese futbolista tenía más cosas. Buenas y malas. Jugaba aseadamente al fútbol, era bravo y llegaba al gol con mucha facilidad. Pero lo traicionaba su anarquía, eso que hoy los analistas modernos llamarían "falta de rigor táctico".


En las tribunas provocaba reacciones contrapuestas. Disputaba los balones con saña, se tiraba al suelo para arrebatarle la pelota al contrario y salía poderoso desde el campo propio con su melena al viento y su barba desaliñada. Y el público se inflamaba.


Pero de pronto, la perdía por una maniobra equivocada, o se recreaba en dar unos regates innecesarios, y, entonces, el agujero en el centro de la zaga paraba los pulsos y hacía bramar a los entrenadores. Daba la impresión de que jugaba a su aire, sin que hubiera un plan colectivo, y eso era malo para todos. Para la grada, que le chillaba; para los compañeros, que no lo entendían, y para los hombres del banquillo, que se desesperaban.


Esa temporada de su debut hizo 5 goles, que era lo que realmente le gustaba. Marcar goles. El primero en Burgos y el más estético contra el Athletic de Bilbao en el Villamarín, cuando cabeceó en el primer palo un lanzamiento de córner. Pero también ese año falló un penalti en el campo del eterno rival que podría haber significado el empate.


Terminada la campaña, regresó a Bulgaria. El Betis no estaba para dispendios. Pero en el verano del 92 retornó a Heliópolis. Esta vez ya en propiedad. Fue presentado en la misma rueda de prensa en la que se oficializó la vuelta a casa de Rafael Gordillo, aunque no tardarían en sonar las alarmas. El 23 de julio se presentó la plantilla ante la afición, pero Ivanov no estaba. Había perdido el avión.


El entrenador de ese año, Jorge D`Alessandro, empezó a ponerlo desde el principio. Seis jornadas como titular. Hasta que la primera derrota fuera de casa (en Valladolid) provocó una crisis. El técnico argentino se sintió ninguneado por Ivanov y Kukleta. Los llamó al orden y los sacó del equipo. 


También en los despachos fueron terminantes con ambos jugadores y el cabreo general parece que actuó como revulsivo. Ivanov volvió a las alineaciones y el 1 de noviembre de 1992 marcó en el Villamarín uno de los goles más hermosos que se recuerdan. Una obra maestra que se ha ido contando de generación en generación. Esa que, sin más explicaciones, es recordada como "el gol de Ivanov". 


Fue contra el Villarreal en un partido regular tirando a malo. Como muchos de aquella época. Cuando los castellonenses no eran ni por asomo lo que son hoy y cuando aún vestían calzonas y medias azules. Lejos del submarino amarillo.


Ocurrió en el minuto 28. Dominaba el Betis sobre un césped infame, pero no encontraba premio. Entonces llegó un córner en la portería de Gol Sur. Lo lanzó Tab Ramos y el balón cayó muy alto sobre el punto de penalti, pero abriéndose hacia el borde del área. De pronto, Ivanov se elevó como un resorte de espaldas al marco, cazó la pelota en el aire con la pierna derecha y compuso una chilena imposible que clavó el balón en la misma escuadra. Ni siquiera el defensa que estaba bajo los palos pudo sacarla de cabeza. Impresionante.


El rugido del estadio debió oírse en Dos Hermanas. Ivanov corrió como un poseso a abrazarse con sus compañeros y en los reportajes televisivos quedó dicho que el búlgaro había pasado en ese eterno instante de proscrito a ídolo. La magia del fútbol.


Esa temporada jugó 29 partidos y marcó 4 goles. Pero el Betis no ascendió y Trifón Ivanov le planteó al club la posibilidad de irse. No quería estar otro año en Segunda. En la directiva no atendieron su petición y eso trajo conflictos desde que arrancó la temporada 1993-94.


En la concentración de Cazalla de la Sierra chocó de inmediato con el nuevo entrenador, el croata Sergio Kresic, quien le afeó su indisciplina y su falta de compromiso. Después, dijo estar lesionado, pero nada le vieron los médicos. Se echó encima la Liga y no jugaba.


Hasta que llegó un encuentro amistoso contra la selección de Japón del que ya escribimos en su momento en este cuaderno de historias. El 15 de septiembre de 1993. Los nipones estaban preparando su participación en el Mundial de EEUU y programaron varios encuentros en Andalucía. El partido de Heliópolis se jugó un miércoles a las doce de la mañana, con la única presencia de los socios.


Ganó el Betis por 3-2, con muchos suplentes y canteranos y con una actuación estelar de Ivanov, que hizo 2 de los goles. A partir de ese momento se abrió con toda virulencia el debate sobre si el búlgaro debía ser o no titular. Incluso algunos consejeros pidieron con estruendo su inclusión en el equipo.


Y Kresic cedió ante tanta insistencia. Lo alineó cuatro días más tarde, precisamente contra el Villarreal, y estuvo francamente bien. Pero volvió a las andadas enseguida. Una semana después lo expulsaron sin necesidad en Compostela y le cayeron tres partidos de sanción.


Pasado ese tiempo, jugó en San Mamés contra el filial del Athletic, cometiendo un error garrafal que costó un gol. Fue la gota que colmó el vaso. Kresic le hizo la cruz de manera definitiva y no volvió a contar con él. Así las cosas, la directiva le buscó acomodo a final de año en el equipo suizo del Neuchatel Xamax.


En los años siguientes, triunfó en el fútbol austriaco, principalmente en el Rapid de Viena (donde ganó una Liga y fue finalista de la Recopa) y, siempre, mantuvo una altísima cotización en la selección de Bulgaria, con la que disputó 77 partidos internacionales, participando en la Copa del Mundo de Estados Unidos de 1994 y en la Eurocopa de Inglaterra de 1996.

En el combinado de su país coincidió con futbolistas grandes como Hristo Stoïchkov, Krasimir Balakov o Yordan Letchkov, quienes lo lloraron con sentimiento cuando falleció de un infarto el 13 de febrero de 2016. Fue enterrado con honores en el Palacio de la Cultura y Deporte de Veliko Tarnovo, la ciudad donde empezó su carrera, y su familia recibió de las autoridades la máxima distinción del deporte búlgaro, la Corona del Vencedor, que le fue concedida a título póstumo.

En el Real Betis también conmovió su pronta marcha. La misma noche de su muerte, el equipo lució brazaletes negros en el encuentro que jugó en A Coruña y a la semana siguiente se le recordó con un minuto de silencio en el Benito Villamarín antes de iniciarse el encuentro contra el Sporting. Una pancarta desplegada en Gol Sur proclamaba el sentimiento general con la leyenda: "Tu hinchada no te olvida".

Esa misma tribuna de Gol Sur donde el "lobo búlgaro" hizo uno de los goles que han conseguido derrotar al olvido. El gol al Villarreal de 1992. "El gol de Ivanov".