Pepe Alzate, con guantes, en el banquillo de El Sadar, desde el que llegó al Betis. A su izquierda, el doctor Benavides. Y a su derecha, los suplentes: Paco, Ortega y Gordillo, este último vestido de calle y ausente por lesión.

HISTORIA | El fortín de Alzate

En la temporada 1983/84 el Real Betis no perdió ni un solo partido en Heliópolis a las órdenes de un entrenador que se había hecho un nombre en el banquillo de Osasuna

Por Manolo Rodríguez

En el mes de junio de 1983 todo era inaugural en el Real Betis. Nuevo presidente, distintos modos, y el principio de una profunda renovación en la clase dirigente de la entidad.

El día 7 de ese mes había llegado a la presidencia Gerardo Martínez Retamero, quien contaba 42 años y, por tanto, era 15 más joven que su antecesor en el cargo, Juan Mauduit. Apareció como un hombre nuevo que empleaba un discurso moderno y muy alejado de los tópicos de la época. Por primera vez ponía el acento en la necesidad de que los clubes obtuvieran ingresos económicos más allá de las entradas, los carnets o los traspasos de jugadores y se comprometía a la democratización efectiva del club y a garantizar la presencia del Betis en los grandes foros del fútbol nacional.

Abogado en ejercicio, aunque su espacio fundamental se situara en el ámbito de la empresa, parecía plenamente conectado con el nuevo poder político y era amigo personal y muy cercano del presidente del Gobierno, Felipe González, con quien meses antes llegó a cruzar una apuesta sobe quien alcanzaría antes la presidencia que perseguían.

Martínez Retamero llevaba dos años preparándose para ser presidente. En 1981 dimitió de su cargo de secretario de la Junta Directiva y desde entonces desarrolló una intensa campaña que lo llevó a presentar oficialmente su candidatura en marzo de 1983, con ocasión de un viaje del equipo a Barcelona.

En compañía de sus colaboradores más cercanos entonces, los también ex directivos Juan Salas Tirado, Francisco García de la Borbolla y Ramón Bordas Marrodán, preparó el asalto al poder midiendo todas las variables. Y la primera de ellas era acertar en la elección de un entrenador que encarnara ese nuevo rumbo que pretendía para el club.

Deseosos de transmitir ambición y de hacer cosas que nadie había hecho antes, pensaron en un golpe de efecto impactante y extraordinario. Por ello, se decidieron a sondear la posibilidad de fichar a Sven-Goran Ericsson, el afamado técnico sueco que ya había ganado la copa de la UEFA con el Goteborg, que acababa de proclamarse campeón de Liga con el Benfica de Portugal, y que algunos meses antes había eliminado con los lisboetas al Betis en la Copa de la Uefa.

Pero aquello no pasó de una consulta. Lo que ganaba Ericsson no podía pagarlo el Betis y, mucho menos, cuando conocieron las enormes dificultades económicas a las que habrían de enfrentarse cuando llegaran al gobierno del club.

Una vez elegido presidente, Retamero y sus tres hombres de confianza hubieron de suscribir una póliza de crédito de 100 millones de pesetas en el Banco de Andalucía para garantizar la puesta en marcha de su proyecto, y eso, obligadamente, atemperó sus aspiraciones respecto al entrenador.

Para entonces, tenía otro nombre en cartera. Y con esa idea viajó a Murcia a una reunión de trabajo. Allí, sin que nadie lo supiera, habló con Eusebio Ríos y le ofreció el cargo. Era su deseo: que el mítico defensa verdiblancos se hiciera cargo del equipo.

Pero tampoco pudo ser. El gigante de Portugalete había ascendido con el equipo pimentonero en la campaña recién terminada y se hallaba moral y contractualmente comprometido con el conjunto murciano. Eusebio Ríos era un hombre de palabra y ya se la había dado a los dirigentes de La Condomina. No hubo mucho más que hablar.

De vuelta a Sevilla, apareció una opción que gustó mucho al nuevo presidente y a su gente más cercana. Les hicieron saber que el entrenador de Osasuna, Pepe Alzate, vería con buenos ojos una oferta del Real Betis, ya que su situación en el equipo navarro se había deteriorado en las últimas semanas.

Realmente era así. Alzate, un técnico exitoso en el fútbol español, había cogido a Osasuna en Segunda en la temporada 1979/80, lo ascendió, y, seguidamente, lo mantuvo con desahogo en la máxima categoría durante tres ejercicios. La mejor etapa de la historia rojilla desde los años 60.

Alzate, nacido en la localidad gaditana de Vejer, aunque criado en Pamplona, tenía 41 años, parecía un entrenador emergente y con futuro, y todo el mundo hablaba bien de él, de su conocimiento, de sus métodos y de su apuesta por los más jóvenes.

Sin embargo, sus muchos éxitos no le garantizaron la continuidad en el banquillo de El Sadar. El presidente de Osasuna, Fermín Ezcurra, le comunicó que iban a fichar como entrenador al yugoslavo Ivan Brzic y que lo que podía ofrecerle era el puesto de director técnico, aunque, eso sí, con un contrato sensiblemente más bajo.


En ese momento, Retamero pasó a la acción. Los primeros sondeos se hicieron cada vez más firmes y fue en Madrid donde el conocido agente futbolístico Roberto Dale le trasladó la oferta definitiva en nombre del Real Betis. El acuerdo fue inmediato.


Un buen equipo


Pepe Alzate cayó muy bien en aquel Betis de 1983. Sobre todo, en la caseta, donde los jugadores de entonces, a pesar de los muchos años trascurridos, siguen recordándolo con vivo afecto. Todos destacan el excelente trato que les dispensaba a los suplentes y cómo demostraba que les importaban por igual los que jugaban y los que no.


Firme y cordial, serio y afable, solía meterse en el vestuario de la plantilla al acabar los entrenamientos y allí se reía con las ocurrencias de unos y de otros. No era de levantar la voz, pero nadie dudó nunca de que era el que mandaba. "Incluso supo llevar a Canito", dice uno de los futbolistas de aquel tiempo.


Con los fichajes que aportaron (Calderón, Suárez, Mantilla y Paco), el Betis compuso un conjunto equilibrado y solvente. Tenía mejores suplentes y había mayor variedad en la plantilla. Cardeñosa seguía a los mandos; Calderón le daba un plus de calidad; la defensa era dura y expeditiva; Gordillo destacaba siempre y en la delantera ya no estaba solo Rincón. De hecho, el ex madridista Paco fue el máximo goleador del equipo.


Alzate cosió bien aquellas costuras y el Betis empezó a andar por los lugares altos. En particular en casa, la campaña fue extraordinaria. No perdió ni un solo encuentro en Heliópolis y apenas se dejó dos empates frente a la Real Sociedad y al Barça. El último de ellos en noviembre. A partir de ahí, ganó siempre que fue local.


En el Villamarín le metieron 4 goles al Real Madrid y al Espanyol; 3 al Sporting, al Zaragoza, al Valladolid y al Valencia; y aquí también dobló la rodilla el futuro campeón de Liga, el Athletic de Bilbao, además del Atlético de Madrid y el Sevilla.


Heliópolis se convirtió en un fortín, aunque la pena fue que tanta producción en casa no se viera correspondida con mejores resultados lejos de La Palmera. Fuera de Heliópolis el Betis sólo sacó 6 puntos: dos victorias frente al Salamanca y el Mallorca y sendos empates en Cádiz y Málaga.

Aún así, los verdiblancos fueron quintos en la tabla y se metieron en la Copa de la Uefa. Todo un éxito de Alzate, ese hombre sereno, de modales exquisitos y siempre trajeado en el banquillo, que jamás decía una palabra más alta que otra en las declaraciones periodísticas. 


Acogió el éxito con prudencia y enseguida comenzó a preparar la Copa de la Liga, donde el Betis cayó en las semifinales contra el Valladolid. Una eliminación imprevista que, unida a la de la Copa (ante un Segunda como el Castilla), le restaron algo de lustre a la excelente campaña verdiblanca.

De cualquier modo, el quinto puesto en la Liga, la clasificación para Europa, el hecho de no haber perdido ni un solo partido en casa en ninguna de las tres competiciones disputadas, el magnífico rendimiento de los fichajes y la aparición de varios jóvenes que ya estaban pidiendo sitio, parecían argumentos suficientes como para considerar que Alzate había hecho las cosas bien.

Incluso le ganó a su ex Osasuna en el partido de Heliópolis, con gol de Cardeñosa. Allá en El Sadar salió derrotado, pero en la temporada siguiente conseguiría desquitarse. Quizá una de las pocas satisfacciones que se llevó Alzate en su segunda campaña en el Betis. Todo lo demás salió al revés y fue un dolor.

Por ello, a falta de 7 jornadas para el final de la Liga 1984/85 una derrota en casa contra el Athletic de Bilbao precipitó su cese. Retamero se dolió mucho de haber tenido que tomar una decisión así y sólo en ese momento pareció desairado el siempre tranquilo Alzate. Acusó a la afición de falta de humildad, se quejó de que el público no lo hubiera querido lo bastante y achacó el bajo rendimiento del equipo a que los futbolistas no estaban al corriente de pago.

Un comentario, este último, que mereció una irónica respuesta por parte del secretario técnico del club, Pedro Buenaventura, quien declaró: "No creo que ese sea el problema principal, porque entonces el Betis, en vez de fichar a un entrenador, tendría que contratar al director del Banco de España".

Alzate se despidió en una entrañable comida que le ofrecieron los jugadores, con ambiente emotivo y casi cercano a las lágrimas. Del equipo se hizo cargo Luis Carriega, quien salvó a los verdiblancos en la última jornada con todas las fatiguitas del mundo.

Pasados los años, de Pepe Alzate se guarda buen recuerdo. Coinciden en ello todos los futbolistas que estuvieron a sus órdenes. Incluso Retamero. Fue una lástima que las cosas acabaran como acabaron.

Por eso, lo que se ha impuesto en la memoria colectiva es el recuerdo de aquella temporada en que el Betis no perdió ni un solo partido en casa y se clasificó para la Copa de la Uefa.

Cuando Heliópolis fue el fortín de Alzate.