Luis Fernández, con un jugador del Celta al fondo, da indicaciones desde la banda de Heliópolis en la tarde de su debut como entrenador del Real Betis.

HISTORIA / El debut de "El Machote"

En el primer partido del año 2007 se estrenó en el banquillo de Heliópolis el francés Luis Fernández en un encuentro que enfrentó al Real Betis contra el Celta de Vigo

Por Manolo Rodríguez

Fue el primer partido del nuevo año, como ocurre ahora, y también contra el Real Club Celta de Vigo, el primer rival que visita el estadio Benito Villamarín en estos días de pandemia y preocupación.

Pero lo que recordamos hoy ocurrió hace ya 15 años, en enero de 2007, cuando el Real Betis iniciaba las celebraciones de su centenario y se suponía que debiera ser una institución feliz y esperanzada. Sin embargo, no lo era. Las cosas iban mal en casi todos los órdenes y cada vez se hacía más nítida la profunda fractura entre la clase dirigente y los béticos de a pie. Tiempos confusos que no harían más que sembrar mayor confusión.

En el orden deportivo el Betis se movía en los puestos bajos de la tabla y eso provocó que el entrenador que había comenzado la temporada, Javier Irureta, decidiera presentar su dimisión tras el último partido del año 2006. Corría la jornada 16 y hasta el siguiente partido había casi tres semanas de paréntesis vacacional que daban margen suficiente para buscar un técnico que cubriera el vacío dejado por el desencantado Jabo, quien dijo irse aburrido por los caprichos del mando y reivindicando su dignidad.

En esos días sonaron muchos nombres, principalmente los de los franceses Jacques Santini y Luis Fernández y el del bosnio Faruk Hadzibegic. Hubo rumores para todos los gustos, pero llegado el final de diciembre casi todo el mundo sabía que el elegido sería Luis Fernández, como ocurrió.

Lo presentaron el día de los Santos Inocentes y la primera comparecencia en Heliópolis resultó divertida y optimista. Con más carcajadas y chascarrillos que en ninguna otra anterior. Justo como era el nuevo entrenador, un vitalista sonriente, de palabra fácil y proclamas llamativas. Un tipo echado para adelante al que todo el fútbol español ya había motejado años antes como "El Machote". Cosa que a él le encantaba.

Fernández, de 47 años, había nacido en la localidad gaditana de Tarifa, aunque pronto lo llevaron a Bellvel del Penedés, entre Barcelona y Tarragona, donde pasó la infancia. Perdió a su padre cuando apenas tenía 7 años y la familia hubo de trasladarse a Francia para buscar un mejor futuro. Trabajó como ayudante electricista en una fábrica de coches cisternas, pero su destino estaba en el fútbol. Pronto empezó a destacar y a los 19 años ya debutó en la Primera División. A partir de ahí, su historial fue impresionante: campeón de Liga con el Paris Saint-Germain, campeón de Europa con la Francia de Platini en 1984 y rutilante estrella en el Mundial de México de 1986.

En 1981 se había nacionalizado francés para poder jugar con la selección gala y desde el principio reveló el tipo que era: un ciclón de enorme carácter, imparable tanto por su físico como por su entrega en el campo. Una fuerza de la naturaleza con las medias bajas.

Un modo de ser que trasladó a los banquillos cuando decidió ser entrenador. Y donde también tuvo un enorme éxito. Ganó un doblete con el PSG en 1995 y se proclamó campeón de la Recopa en 1996.

Su siguiente destino fue el Athletic de Bilbao y el ambiente de San Mamés parecía que lo habían hecho para él. Allí triunfó plenamente. Metió a los "leones" en la Champions y se convirtió en todo un personaje por sus gestos excesivos, por sus salidas a la banda en mangas de camisa mientras diluviaba, por su chupa-chups en la boca, por sus arengas a la tribuna y por sus bromas a los periodistas en la sala de prensa mientras que los llamaba "machotes". Tanta fortuna hizo el término que hasta en un conocido programa de televisión crearon un guiñol que lo parodiaba con mucha gracia.

Después de cuatro años volvió a Francia y en 2003 regresó a Barcelona para entrenar al Espanyol, al que salvó del descenso. Más tarde estuvo en Qatar e Israel y en 2006 recaló en ese Betis mustio que necesitaba más que nunca un revulsivo.

Y a fe que en los primeros días pareció que aquello iba a funcionar. Hacía reír a los jugadores, hablaban los periódicos de su "buen rollo" y la afición se ilusionaba con ese tipo tan peculiar al que nada parecía arredrarle. Dijo incluso que no necesitaba fichajes y que había plantilla para cosas importantes.

Se estableció en el hotel Ciudad de Sevilla, donde le montaron el estudio radiofónico en el que cada semana hacía un programa para Radio Montecarlo que llevaba por título: "Luis Attaque". Un espacio de enorme audiencia y prestigio en el mundo del fútbol. Fumaba puros, rebosaba energía y le apasionaban el golf y los toros.

Debutó como entrenador en el primer partido del año 2007. El 7 de enero, contra el Celta de Vigo, que llegó a Heliópolis vestido con camiseta roja y calzón negro. Hizo algún retoque en la alineación y el Betis ganó por 1-0 con gol del brasileño Sobis, al que sacó de la banda para colocarlo por dentro. Como en él era habitual, salió al campo con chaqueta, pero acabó en camisa y con las mangas por encima del codo. Nadie quedó indiferente.

Cuatro días después recibió al Real Madrid en el partido de ida de los octavos de final de la Copa y firmó un empate a cero que dejaba las espadas en alto para el Bernabéu. Y allí, en el coliseo de la Castellana, fue donde precisamente vivió su mejor momento. Contra todo pronóstico, el Real Betis eliminó al futuro campeón de Liga al empatar a uno y Luis Fernández se convirtió en noticia nacional. "El Machote" había hecho magia con un equipo en el que se contaban hasta seis canteranos: Doblas, Isidoro, Melli, Juande, Maldonado y Dani, que fue el autor del gol de la gesta.

El mes siguiente, de enero a febrero, fue igual de exitoso. Amarró un punto frente al Barça en el Villamarín, volvió a empatar en el campo del Real Madrid, derrotó al Valencia en casa y consiguió una victoria de prestigio en San Mamés gracias a un gol del primer refuerzo llegado en el mercado de invierno, el francés Pancraté.

Pero de pronto se metió por medio la eliminatoria de cuartos de final de Copa contra el Sevilla. La ida fue en Nervión y el Betis empató a cero la noche que debutaron Ilic y Caffa. Sin embargo, todo se torció en la vuelta como consecuencia de los incidentes que se registraron en aquel encuentro. Aquella sacudida social y mediática provocada por el

busto en el palco y por el objeto lanzado desde la tribuna puso patas arribas la entidad. Y desde ahí, nada fue igual.

El crédito de Luis Fernández se puso en cuestión tras hacerse públicos algunos comentarios despectivos dirigidos a su colega sevillista y lo ocurrido en el Villamarín provocó el cierre por tres partidos del estadio verdiblanco. Tres encuentros jugados en La Cartuja de los que no ganó ninguno.

Aquel agujero se tragó al Betis mismo y, como es lógico, también se llevó por delante a "El Machote" y su "buen rollo". De las risas se pasó a la crispación y sobre la entidad, tan alejada del sentido común, se instaló una suerte de malditismo que conducía inexorablemente al abismo.

Todos esos malos humores hicieron crisis la funesta noche del 9 de junio de 2007 cuando Osasuna aniquiló al Betis por 0-5 en Heliópolis. Era la penúltima jornada del campeonato y Luis Fernández la vivió desde la grada tras haber sido expulsado una semana antes en Vigo. Acabado el duelo (nunca mejor dicho) hubo manifestaciones en el estadio y en la calle Jabugo, un estallido social preocupante y un beticismo devastado.

Al día siguiente, la directiva cesó a Luis Fernández, que se marchó de Sevilla en silencio, aunque en Radio Montecarlo declaró que: "El Betis tiene un buen grupo, pero sobre el campo le falta un líder para definir. Hay mucha presión para los jugadores y por eso el equipo juega mejor fuera de casa, ya que no hay tanta ansiedad".

Dijo irse con la conciencia tranquila y nunca más volvimos a saber de él. Sólo algunos años más tarde hizo algún comentario sobre su paso por el Betis, diciendo que éste había sido exitoso. Sin embargo, esa era una verdad a medias. La verdad de un mes. Pasado ese tiempo, las cosas tendieron a ir a peor e incluso a muy peor.

Al Betis, como se sabe, lo acabaron salvando en Santander los goles de Edu y la dirección técnica de Paco Chaparro. Pero esa ya es otra historia. Aquel fue el epílogo a aquellos meses en los que se sentó en el banquillo del Betis "El Machote". El francés de palabra volcánica que debutó en el Villamarín coincidiendo con la visita del Real Club Celta de Vigo en el primer partido de un nuevo año.

Como ocurre ahora, 15 años después.