Miguel Martínez, en la portada de la revista “Blanco y Verde” a los pocos días de su fichaje por el Real Betis en 1962.

HISTORIA | El caso Martínez

En la memoria del fútbol sigue el recuerdo de Miguel Martínez, jugador del Real Betis y del Atlético de Madrid, fallecido en 1972 tras haber permanecido ocho años en coma

Por Manolo Rodríguez

El jueves 28 de septiembre de 1972 falleció en la Clínica de la Concepción de Madrid José Miguel Martínez Ferrer, ex jugador del Real Betis y del Atlético de Madrid. Tenía 33 años y había permanecido los últimos 8 años en coma. Fue el doloroso final de una historia que había marcado al fútbol español durante casi dos décadas. Un triste suceso que aún hoy sigue impresionando. 

Martínez era un fornido defensa que lo mismo se manejaba en el centro de la zaga que por delante de los centrales. Poderoso en el salto y llamativo por su cabello pelirrojo. Nacido en Barcelona, se había formado en el Granollers y en el Sabadell y desde 1958 jugaba en el Condal, que era el filial del Barcelona.

A principios de los años 60 le llegó el momento de hacer el servicio militar y le tocó San Fernando. En Infantería de Marina. El equipo local, entonces en Segunda, consiguió que se lo cediera el Condal en 1961. Disputó con el conjunto azulino 24 partidos, cuajó una excelente temporada y destacó, sobre todo, en la Copa Sánchez Pizjuán que lo enfrentó a varios equipos andaluces.

José María de la Concha, secretario técnico del Betis, inició enseguida las conversaciones con unos y con otros. No quería que se le escapara un futbolista al que pretendían otros clubes. Viajó a Barcelona y cerró el traspaso. 200.000 pesetas para el Condal y 150.000 para el jugador por el primer año. También para el San Fernando hubo una compensación.

Martínez llegó al Betis que entrenaba Fernando Daucik y debutó en la segunda jornada de la temporada 1962/63. En el Camp Nou, en un partido que tendría su eco en todo lo que vendría después. Formó pareja defensiva con Eusebio Ríos, pero se quedó en la caseta en el descanso. No salió en la segunda parte porque había sufrido una conmoción y los médicos desaconsejaron que volviera al campo. El Betis jugó con 10 (aún no había cambios) y perdió 1-0.

Pero el susto no pasó a mayores y volvió al equipo una semana más tarde. Fue titular en varias jornadas consecutivas y, en total, esa campaña se alineó en 23 partidos entre Liga y Copa. Gustaban su fortaleza, su contundencia y su juventud. Claramente, un futbolista de futuro al que, por ello, se le mejoró su contrato.

Sin embargo, las cosas no empezaron bien en la pretemporada siguiente. El 1 de septiembre de 1963 el Real Betis, ya dirigido por Domingo Balmanya, inició una gira por tierras gallegas adjudicándose el IV Trofeo Luis Otero en Pontevedra. Derrotó al equipo local por 2-0, con goles de Luis y Ansola. Martínez es titular y juega el partido completo.

Después, la expedición verdiblanca disputa dos encuentros más. Uno en Vigo contra el Turista (reforzado por algunos jugadores del Celta) y otro en A Coruña contra el Deportivo. Pero en ninguno de los dos se alinea Martínez, quien tras el primer encuentro sufre una crisis epiléptica en el hotel donde está alojado el cuadro bético. Saltan las alarmas y es examinado por un especialista en Compostela. De inmediato, se dispone su regreso.

Al llegar a Sevilla es revisado por el médico del club, el doctor Del Barco Calzadilla, quien lo pone en manos de un prestigioso neuropsiquiatra. El estudio que se le realiza revela un cuadro demencial y una encefalopatía. La conclusión es que no debería seguir jugando, al menos hasta que haya plenas garantías de que no se repetirán esos episodios.

Empieza la Liga y Martínez no va ni siquiera convocado. El jugador se desespera y el doctor Del Barco lo tranquiliza. Se le siguen haciendo pruebas y le pide paciencia. Pero es normal que no la tenga un futbolista de 24 años. Por ello, acude a título particular a la consulta de un neurólogo quirúrgico de mucho nombre quien le dice que está en condiciones de volver a su profesión.

Le traslada esa información al club y, según recuerda el doctor Del Barco, enseguida se le comunica a Balmanya que puede contar con el futbolista. Realmente, no hay evidencias médicas que obliguen a una medida tan drástica como la de apartarlo del fútbol y de su vida.

Martínez vuelve al equipo el domingo 20 de octubre de 1963, nada más y nada menos que en el Santiago Bernabéu, de donde el Betis sale como líder en solitario de la clasificación. Arranca un empate a uno contra el Real Madrid y el pelirrojo defensa bético está enorme en los marcajes a Di Stéfano, Puskas y Evaristo. Incluso firma una acción extraordinaria al sacar desde la misma raya de gol, en un escorzo imposible, una pelota que había pegado en los dos palos.

Se afianza en el eje de la defensa con Eusebio Ríos y, como el resto de la plantilla, tiene un magnífico rendimiento durante toda la competición. El Betis es tercero al final de la Liga y todos sus jugadores se revalorizan. Tanto, que en abril de 1964 se anuncia oficialmente lo que ya es un secreto a voces: el traspaso de Luis Aragonés, Colo y Martínez al Atlético de Madrid por la importante suma de 11 millones y medio de pesetas.

Con el equipo rojiblanco, al que acaba de llegar como presidente Vicente Calderón, debuta ya en la Copa. Firma por tres años y es un buen principio que hace pensar en una brillante carrera. Para entonces, ya ha contraído matrimonio con María José (Pepita) Márquez, a la que conoció durante su estancia en San Fernando y que, según se puede leer en la web del club cañailla, "era hija del dueño de Muebles Márquez, establecimiento muy relacionado con el conjunto isleño".

La tragedia de Montevideo

Con esos excelentes augurios se inicia la nueva campaña. El 7 de julio de 1964 el Atlético sale de gira por Sudamérica. Primero, a Buenos Aires para jugar contra el Racing y luego se traslada a Montevideo para medirse el 12 contra el Peñarol. Al día siguiente, en el hotel Columbia Palace de la capital uruguaya, sobreviene la tragedia.

Martínez deja la partida de cartas en la que está participando y sube a su habitación, la 818, donde el también ex bético Colo, que comparte cuarto con él, se lo encuentra más tarde inconsciente y con sudores fríos. De inmediato, avisa al médico del club, el doctor Garaizábal, quien dispone su ingreso en el Hospital Británico de Montevideo.

Todo es muy confuso en las primeras horas. Inicialmente, se le diagnostica una mesoencefalitis y se sabe que se le ha practicado una traqueotomía y una punción lumbar. Está en coma. La noticia llega a España como una bomba, mientras que una ola de estupor recorre el país. Muy particularmente en Madrid, Sevilla y San Fernando. Nadie sabe lo que ha podido pasar. Nadie se lo cree.

En el Betis se conmueven, como en todas partes. El diario ABC de Sevilla publica el miércoles 15 de julio una entrevista con el presidente atlético, en la que Vicente Calderón declara: "Los doctores han llegado a la conclusión de que Martínez padece un mal de tipo epiléctico, con convulsiones muy graves, que han llegado a provocar el coma cerebral. Se ha concretado que el fútbol no es la causa. Hace dos meses que no se alineaba y últimamente entrenaba con suavidad porque había perdido peso".

En esa misma información se revela que Miguel Martínez había estado en Sevilla sólo unos días antes para bautizar a su primer hijo, que apenas contaba un mes de edad cuando sobrevino la tragedia de Montevideo.

Precisamente a la capital uruguaya se desplazó con urgencia su esposa y a los pocos días un avión medicalizado lo trasladó a Madrid, a la Clínica de la Concepción, donde permaneció en un sueño sin retorno hasta su fallecimiento.

El Atlético de Madrid respetó íntegramente sus 3 años de contrato y en 1967 el fútbol español le tributó un partido homenaje que le permitiera a la familia obtener recursos económicos. El 14 de junio se enfrentaron en el Manzanares el Atlético y una selección de jugadores españoles en la que actuaron futbolistas tan importantes como Iribar, Ansola o Gento. Lo retrasmitió TVE, que abonó una cantidad, y, junto a esto, se puso en marcha por todo el país una Fila 0 que obtuvo una gran respuesta. En total, por todos los conceptos, se recaudaron cuatro millones y medio de pesetas. El saque de honor lo hizo su hijo Miguelito.

El Real Betis, por su parte, le concede la Medalla de Oro del club y el presidente verdiblanco, Julio de la Puerta, acude a Madrid a entregársela a su hijo. También porta el mandatario bético una medalla de oro con la imagen del Gran Poder que le ofrece a su esposa. Ningún jugador de la plantilla del Betis interviene en el partido homenaje porque cuatro días más tarde los verdiblancos disputan en Heliópolis el encuentro de ida de la promoción de ascenso contra el Granada.

Desde entonces no hay novedades. Desgraciadamente. De los gastos derivados de su hospitalización se hace cargo la Delegación Nacional de Deportes, que le había concedido al jugador la Medalla de Oro al Mérito Deportivo el día del homenaje, y poco a poco se va a apagando el interés en los medios de comunicación. Quizá de vez en cuando alguna referencia o un recordatorio. Nada más.

Así, hasta que el 28 de septiembre de 1972 se informa que Miguel Martínez ha fallecido a las 6 de la mañana en la habitación número 268 de la Clínica de la Concepción, tras haber permanecido en estado de coma durante 8 años. La causa última de su fallecimiento, según se dice, ha sido una complicación renal.

Años más tarde, en 1976, su viuda acudió a la Magistratura de Trabajo número 9, de Madrid, para que la muerte de su marido fuera reconocida como accidente laboral, lo que le hubiera permitido acceder a una indemnización.

La demanda iba dirigida contra el Atlético de Madrid, el Real Betis, el Fondo de Garantía de Accidentes de Trabajo, el Servicio de Reaseguros de Accidentes de Trabajo, la Mutualidad Nacional de Futbolistas, el Fénix Mutuo -aseguradora patronal del Atlético de Madrid-, y la Mutualidad de Actividades Diversas y en ella solicitaba que se condenara a los demandados al pago de las pensiones correspondientes de viudedad y orfandad más las indemnizaciones señaladas por la ley para los mismos, es decir, seis mensualidades.

En su alegato, la viuda de Martínez recordó los dos accidentes que éste sufrió cuando era jugador del Real Betis (Barcelona y Pontevedra) y las distintas circunstancias que se produjeron en Montevideo. Por todo ello, su abogado, Eduardo Ajuria, basó sus peticiones en que la muerte del jugador se debió a un accidente laboral.

Pero el fallo judicial no tuvo en cuenta estas solicitudes y el 2 de diciembre de 1977 el Tribunal de Trabajo desestimó las demandas de Josefa Márquez. Absolvió al Atlético de Madrid y al Real Betis, así como al resto de entidades, estableciendo en su sentencia que: "Martínez falleció por una enfermedad que padecía y que era anterior a su actuación futbolística, sin que tal actividad pueda afirmarse que fuera causa de la agravación de su dolencia".

Fue el último capítulo del caso Martínez. Aquella dolorosa historia que aún pervive en la memoria colectiva del fútbol español.