Formación del Real Betis que inició el decisivo partido de Sarriá. De pie, de izquierda a derecha: Trujillo; Miguel Ángel I, Miguen Ángel II, Monsalvete, Chano y Rubén Bilbao; agachados: Mel, Ureña, León, Recha y Puma Rodríguez.

HISTORIA | Medio ascenso en el campo del Espanyol

Por Manolo Rodríguez

 

Pocos partidos tan decisivos ha jugado el Real Betis en el campo del Espanyol como lo fue el de la temporada 1989-90. Un tenso y apasionado duelo que valió la mitad de un ascenso. Un gran éxito para un club muy necesitado.

Una entidad que seguía traumatizada por el descenso del año anterior y que vivía con enorme ansiedad su obligado retorno a la máxima categoría. Ese había sido el único objetivo de la campaña y no siempre pareció que las cosas estuvieran a mano. De hecho, cuando faltaban seis jornadas para acabar el campeonato fue cesado el entrenador Juan Corbacho, un hombre que venía del fútbol modesto y que nunca había contado con el crédito de la afición.

El equipo se lo dieron a un mito legendario como Julio Cardeñosa, que entonces dirigía al filial. El gran ex futbolista bético estaba haciendo sus primeras armas en los banquillos y ya en verano le habían ofrecido que se hiciera cargo del primer equipo. Se lo planteó el maestro José María de la Concha, retornado al club como directivo con el presidente Galera, pero Cardeñosa aún no había concluido su trabajo en el curso de entrenadores. Se pensó incluso en esperarlo y que durante la pretemporada dirigiera al equipo el preparador físico Diego Soto, pero el riesgo era muy alto. Por ello, tras intentarlo primero con el veterano técnico Vicente Miera, acabaron fichando a Corbacho.

Cardeñosa debutó en Heliópolis enfrentándose al Recreativo de Huelva, que entonces entrenaba otro nombre mítico del beticismo: Luis del Sol. Partido matinal en domingo de preferia. El Betis gana con tres goles de Mel, aunque el delantero llegó a marcar hasta cinco, pero dos le fueron anulados.

El vallisoletano entra con buen pie y mantiene al equipo en posición de ascenso hasta que llega el decisivo partido de Sarriá contra el Espanyol. Faltan tres jornadas para la conclusión del campeonato. Un duelo que va a marcar inequívocamente el futuro.

El Betis suma 43 puntos; el Espanyol, 41. Los verdiblancos ganaron el partido de la primera vuelta por la mínima y los blanquiazules registran una mucho mejor diferencia de goles. Por consiguiente, una derrota, aunque sólo sea por un gol, permitirá al conjunto catalán rebasar a los béticos. Eso es lo que está en juego. Nada menos que medio ascenso.

Por ello, Cardeñosa prepara el partido como una final. Insiste en el esquema de 4-4-2 que tiene vigente desde su llegada al cargo y la única baja reconocible es la del portero argentino Nery Pumpido, quien dos semanas antes ha abandonado Sevilla para incorporarse a la concentración de la selección argentina que va a disputar el Mundial de Italia-90. La gran novedad es la inclusión de Monsalvete en uno de los carriles.

Sarriá se llena hasta arriba. Sobre todo, de béticos, que ocupan una grada completa. La novena provincia en perfecto estado de revista. El beticismo ha vuelto a responder como un solo hombre. Nunca camina solo este símbolo que viste de verde y blanco.

A las seis de la tarde da el silbido inicial el colegiado gallego Taboada Soto. Estas son las formaciones:

RCD. Espanyol: N,Kono; Mendiondo, Albesa, Martín, Maestre (Pineda, m. 79); Orejuela, Gabino, Wuttke, Gay; Escaich y Archibald.

Real Betis: Trujillo; León, Miguel Ángel I, Miguel Ángel II, Rubén Bilbao (Zafra, m.65); Recha, Ureña, Chano, Monsalvete; Puma Rodríguez (José Luis, m.79) y Mel.

El Betis juega muy bien de principio. Reposado y sereno, sometiendo a los locales. El planteamiento de Cardeñosa ha sorprendido al técnico blanquiazul Juanjo Díaz y por encima de todos destaca el fútbol que sale de las botas del Puma Rodríguez.

Sin embargo, por esas cosas que pasan, el Espanyol se adelanta en el marcador en el momento más inesperado. A los 35 minutos. Un centro de Gabino lo cabecea contra su propia puerta León. No hay tiempo para lamentarlo, porque enseguida empata el Betis. Cuatro minutos más tarde. Jugadón del Puma Rodríguez que estrella la pelota en el palo y Monsalvete empuja el rechace. Empate a uno en el descanso.

La segunda mitad es más tensa, más áspera, más agónica. Al cuarto de hora vuelve a tomar ventaja el Espanyol con gol de Wuttke. A la media hora, un derribo a Zafra en el área se castiga con penalti. Lo transforma Pepe Mel con sangre fría. Empate a dos. De ahí hasta el final, la locura. Puma Rodríguez se va del campo lesionado y el Espanyol cambia a un lateral por un delantero centro. Llueven los balones sobre el área de Trujillo, pero el Betis resiste. Incluso cuando expulsan a José Luis a siete minutos del final. Bombardean los locales, pero las dos mejores ocasiones las tienen los verdiblancos, en especial un mano a mano que Zafra estrella contra N,Kono.

Al final, empate y delirio en los béticos, que se van a la tribuna a festejar con sus leales la conquista. El Betis ha salido indemne de Sarriá y ahora tiene el ascenso en la mano. Bastará con ganar un partido de los dos que quedan y hasta servirá un empate, como ocurrió, si sus perseguidores tropiezan.

El júbilo es absoluto. En el vestuario se celebra el punto como medio ascenso y, en Sevilla, Canal Sur TV habilita una sala para que puedan seguir el partido en directo los jugadores y los directivos que no han viajado. Las escenas son desgarradoras. Todo el mundo piensa que el Betis ha vuelto a Primera División esa tarde.

Y en realidad, así es, ya que una semana más tarde basta con una igualada ante el Sabadell para cantar el alirón. El Espanyol y el Deportivo pierden sus salidas y el Betis retorna a la categoría que le corresponde.

La alegría se desborda en Heliópolis. Se ha culminado el noveno ascenso. La gente está contenta y se siente particularmente feliz porque el éxito haya llegado de la mano de Julio Cardeñosa, uno de sus grandes dioses. Un entrenador que, fiel a su estilo, se limita a decir: "He cumplido con mi deber y siento una alegría inmensa".

La que provocó aquella tarde de mayo de 1990 en que el Real Betis jugó uno de los partidos más decisivos de su historia en el campo del Espanyol.