Alfredo Hugo Rojas, agachado, a la derecha de Luis del Sol. Marzo de 1960, pocos días antes de que Del Sol fuera traspasado al Real Madrid.

HISTORIA | Alfredo Rojas, el 'Tanque' argentino

Un prodigioso cabeceador que llegó procedente del Celta de Vigo y que se convirtió en el máximo goleador del Real Betis en las temporadas 1959-60 y 1960-1961

Por Manolo Rodríguez

 

El primer jugador nacido en Argentina que vistió la camiseta del Real Betis fue Raúl Rodríguez Seoane, un joven interior llegado a Heliópolis en 1957 procedente del equipo venezolano La Salle.

El Betis estaba en Segunda y su contratación le fue autorizada en base al amplio acuerdo de doble nacionalidad entre ambos países y por tener el futbolista menos de 24 años y ascendencia española. Con su fichaje, apenas a diez jornadas del final del campeonato, se pretendía reforzar las aspiraciones de ascenso del equipo que entonces entrenaba Carlos Iturraspe. Un ascenso que no pudo ser. 

Raúl, que este era su nombre futbolístico, debutó en abril contra el Mestalla y lo curioso es que el diario ABC lo presentaba en las vísperas como "el venezolano Raúl", a pesar de ser natural de Buenos Aires y de haberse formado en las inferiores de equipos tan platenses como Ferrocarril Oeste y Banfield. Jugó sólo seis partidos, marcó dos goles y aunque había firmado un contrato por tres ejercicios, en octubre negoció la rescisión y regresó con urgencia a Buenos Aires.

Años más tarde pasó por el Tenerife, militó asimismo en La Gantoise belga, y en el Ukrainian neoyorquino y trabajó como como preparador físico a las órdenes de Alfredo Di Stéfano en Boca Juniors y en el Valencia.

El siguiente futbolista nacido en Argentina que llegó a Heliópolis fue Alfredo Hugo Rojas, 'el Tanque', un delantero de una pieza. Este ya como extranjero. Corría el verano de 1959 y el Betis parecía consolidado en Primera tras su magnífica campaña en la temporada 1957-58, en la que habían sido fichados los primeros extranjeros que respondían plenamente a esta condición (Kuszmann y Moreira) y en la que se sentaron las bases de una ambición deportiva que ahora se confirmaba.

Alfredo Rojas procedía del Celta de Vigo, club que le había contratado en el último tramo de la Liga anterior, como medida de emergencia para evitar el descenso. Pero los gallegos no remontaron y se acabaron yendo a Segunda. Y el Celta no lo podía mantener. Lo puso en subasta, aguantó todo lo que pudo esperando la mejor oferta y sólo lo traspasó a veinticuatro horas del comienzo del campeonato. Después de oír todas las propuestas, se lo vendió al Real Betis por un millón y medio de pesetas, una cifra considerable para la época.

'El Tanque', además, fue desde el principio un motivo de orgullo para los béticos, ya que se convirtió en el segundo mundialista que vestía de verdiblanco, el primero venido de fuera de España. Como se sabe, fue Simón Lecue el primer jugador del Real Betis en participar en un Campeonato del Mundo (Italia 1934) y ahora ampliaba esa prestigiosa relación Alfredo Rojas, que fue titular con la albiceleste argentina en el partido inicial contra Alemania en Suecia 1958. Un Mundial, por cierto, de muy mal recuerdo para el fútbol argentino.

Alfredo Rojas firmó por tres años y concluido este tiempo, dada su condición de extranjero, quedaría libre. Debutó en el Bernabéu al día siguiente de su fichaje y marcó el gol del Betis que sirvió para abrir el marcador.

Una semana más tarde se presentó en Heliópolis contra la UD Las Palmas. Y volvió a marcar. Dos goles en dos partidos y ambos de cabeza. La afición estaba encantada por el hallazgo de un gladiador del área, impecable en el juego aéreo y que, además de todo esto, luchaba desesperadamente los 90 minutos.

Entró pronto en el corazón de la gente y los entrenadores del año, primero el uruguayo Enrique Fernández y después Sabino Barinaga, lo convirtieron en titular indiscutible. De una parte, por sus goles y, de otra, por su sacrificio, tarea en la que destacó sobre todo cuando visitó el campo del Betis el Real Madrid, partido que se jugó en enero de 1960 y que acabaron ganando los verdiblancos por 1-0. Esa tarde, al decir de las crónicas, Rojas estuvo enorme impidiendo que Di Stéfano sacara limpia la pelota desde su propio campo.

Esa temporada 1959-60 jugó 26 partidos de Liga (los extranjeros no podían intervenir en la Copa) y marcó 8 goles, de los que siempre recordó el que le hizo a Vicente, portero del Espanyol, en la cuarta jornada. Un centro de Vila que mandó a la red con un cabezazo limpio y rotundo.

En la campaña siguiente no aflojó su ritmo. Al Betis lo entrenaba ahora Fernando Daucik y también el entrenador eslovaco confió ciegamente en el argentino. Estuvo marcando cuatro jornadas consecutivas e incluso firmó un emotivo hat-trick la tarde en que los verdiblancos le hicieron siete goles al Elche.

Eso ocurrió el 5 de marzo de 1961. Una semana después el Real Betis acude a Barcelona para jugar contra el Espanyol. En la Liga española apenas restan seis jornadas y ya es un secreto a voces que lo quiere fichar el River Plate para repatriarlo al fútbol de su país. El campeonato argentino empieza el 15 de abril y el equipo millonario tiene prisa por cerrar el trato con Benito Villamarín.

Alfredo Rojas juega en Sarriá y marca el gol del Betis en el minuto 67. El que hace 10 en esa campaña. Pero será su último partido con el escudo de las trece barras. Esa misma noche, en un hotel de la Ciudad Condal se reúne con los emisarios bonaerenses y firma su nuevo contrato con River. El Betis percibe un millón y medio de pesetas. Más o menos, lo mismo que le costó. Sin duda, una operación llena de sentido, ya que al final de la temporada siguiente el futbolista se hubiera podido ir libre.

Curiosamente, los mejores años de Rojas tras la vuelta a su país no fueron en River Plate, sino en su eterno rival Boca Juniors, club al que llegó en 1964 tras un paso previo por Gimnasia y Esgrima La Plata. En la entidad xeneize destacó tanto que de nuevo volvió a ser convocado para el Campeonato del Mundo disputado en Inglaterra en 1966. También estuvo en la Copa América de 1967.

Más tarde, pasó por el Peñarol uruguayo y concluyó su carrera en Chile, donde jugó en el O'Higgins y en la Universidad Católica.

En todas partes metió goles y, muy particularmente, de cabeza, su gran especialidad. Justo el motivo principal por el que lo siguen recordando con cariño los aficionados béticos que lo vieron jugar en aquellos dos años que permaneció en Heliópolis. Dos temporadas consecutivas en las que fue el máximo goleador del equipo

Un tipo franco y bondadoso que dejó muchos amigos en Sevilla y que cuando fue preguntado por el mejor futbolista que había visto en la Liga española contestó: "Eso no se puede dudar. El mejor futbolista que he visto en España es Luis del Sol, con mucha diferencia sobre los demás".